La llamada prensa deportiva surgió en Uruguay casi al mismo tiempo que se desarrollaba el fútbol. Lo mismo sucedió en Argentina, el otro gran polo de desarrollo, y naturalmente lo mismo había pasado un par de décadas atrás en Inglaterra. En esas primeras décadas, hasta la irrupción de la radio en los años 20, y bastante después de la televisión, las informaciones futboleras se limitaban a la prensa escrita, donde los espacios fueron creciendo y también los especialistas que se encargaban de esa parte de la información, porque en su génesis era eso: pura y lisa información. Los primeros desarrollos se empezaron a dar con la información del partido ya jugado, la formación de las oncenas, los jueces y aquellos que hubiesen marcado goles. Después vendría quien, presente en el field, o tomando fuentes directas del partido, trazara alguna línea de opinión acerca de cómo había sido el match. Más adelante llegarían las crónicas, los especialistas, las opiniones y la multiplicación de líneas de pensamiento y valoraciones subjetivas, cuando las radios empezaron a ganar los hogares de la gente, cuando los televisores empezaron a presidir las salas de estar. Ni hablemos de su reproducción explosiva y masiva a través de internet.
Sin esa contraparte de la información no hubiese sido posible la masificación y popularización del fútbol como juego, como deporte, como trabajo, como negocio.
El tema es que en algún momento el desvío de cientos de caracteres, de cientos de horas y de discusiones televisivas en el set, por la formación de uno u otro equipo, por las especulaciones de las estrategias, o por la proyección subjetiva y muchas veces desinformada del opinador-especialista de turno, se ha hecho el tema central, quitándole espacio a la extensión del conocimiento, a la discusión de insumos para enriquecer el análisis.
La información pura y dura, las inferencias directas de la reglamentación de la competencia y poca cosa más deberían alcanzar antes de que suceda el evento. Sin embargo, acostumbrados a las previas más largas del mundo, se alimenta la idea de que la competencia antes del partido es por saber quiénes juegan, cómo juegan y que intríngulis tienen los cuerpos técnicos, a quienes se les achacan cientos de dudas. ¿Está en duda si juega tal fulano, o simplemente es que no estoy en condiciones de confirmar si juega o no, porque el técnico usa, como lógica estrategia, no alertar de su oncena ni de su forma de jugar, y las fuentes directísimas –los jugadores– no confirman la formación?
El hecho es que se ha convertido en casi una obligación tener que informar o discutir sobre cómo podrían jugar los equipos antes que, a veces, elementos fundamentales de la reglamentación o, por estos días de telefútbol, dónde se puede ver el partido.
El jueves jugarán a las 21.30 transmitido por ESPN, Peñarol y Nacional por la vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana, cuya final se escenificará por primera vez en el estadio Centenario el sábado 6 de noviembre. En el partido de ida, jugado una semana atrás en el Parque Central, ganaron los aurinegros 2-1, por lo que si vuelven a ganar, o empatan, o hasta si pierden 1-0, serán los clasificados a cuartos de final, en los que deberán enfrentar al ganador de la llave entre Sporting Cristal de Perú y Arsenal de Argentina.
Para que sea Nacional el clasificado, y tomando como tabla de proyección el propio reglamento de la competencia, ya sabemos que deberá convertir dos goles o más, porque si sólo anota un gol, aunque gane, perderá en el tercer ítem de clasificación; los ítems son A) puntos, B) goles a favor, y C) goles anotados como visitante.
Será el primer clásico internacional que se jugará en el Campeón del Siglo, donde apenas se han jugado dos por el Campeonato Uruguayo, como una semana atrás se inauguró el historial de Nacional-Peñarol en el Parque Central; hubo decenas de partidos de este tipo en el amateurismo, pero por el profesionalismo el de la semana pasada fue el primero.
A pesar de las decenas de especulaciones transformadas en información oficiosa, ninguno de los entrenadores ha confirmado de manera pública cuáles serán sus oncenas, y naturalmente mucho menos de qué forma van a jugar.
Peñarol, que cuenta con el plantel casi en condiciones, porque Joaquín Piquerez en el clásico anterior sufrió un esguince que aparentemente no le impediría estar, podría repetir el equipo que ganó, pero también sería lógico pensar que, dadas las circunstancias del partido, Mauricio Larriera buscara otra cosa. El jueves empezaron Kevin Dawson; Giovanni González, Fabricio Formiliano, Gary Kagelmacher, Joaquín Piquerez; Jesús Trindade, Walter Gargano; Agustín Canobbio, Facundo Torres; Pablo Ceppelini, y Agustín Álvarez Martínez.
Nacional, en cambio, cuenta para este encuentro con el argentino Leo Fernández, que estuvo suspendido en el anterior. Tomando la referencia de que el delantero santafesino había sido titular en todos los partidos anteriores, se puede inferir que ese será un cambio. Otra posible variante en la oncena titular de Alejandro Cappuccio es la presencia de Felipe Carballo, que después de su fisura craneana volvió en buena forma a la media cancha. También se especula con que Camilo Cándido vuelva a jugar de lateral por la izquierda, y que como medio por ese lado juegue Alfonso Trezza con su gran desdoble físico. La presencia del rodriguense Armando Méndez como lateral derecho es otra de las posibilidades, lo que llevará o bien a la sustitución de Mathías Laborda, o a que pase a jugar en su puesto natural de zaguero, y en ese caso saldría el duraznense Nicolás Marichal.
No es especulación, sino información pura, que el encuentro tendrá al brasileño Anderson Daronco como árbitro principal del encuentro. Los asistentes serán Marcelo Van Gasse y Rafael Alves, mientras que el cuarto árbitro será Luiz Oliveira. El encuentro, como todos los de esta fase y las subsiguientes de la Sudamericana y la Libertadores, tendrá VAR (Video de Asistencia Referil), que será analizado por Rodolpho Toski (principal) y Braulio Machado (asistente).