Hace unos años comencé a trabajar mi “yo” interior. Esto implicaba estar más tiempo conmigo mismo, perderle el miedo al silencio. Me encanta estar con música y eso es algo bueno, pero no cuando se usa para escapar de la realidad. Me daba la oportunidad de tener la cabeza en otra cosa. Alejándome de algunas distracciones y leyendo sobre el tema, conseguí conectar con mi pequeño Mikael. La comunicación con mi niño interior comenzó escribiéndole una carta y luego él respondiendo. Durante casi un año y medio fui recorriendo todas las etapas de mi niñez y juventud. Sintiendo todo aquello que no puede gestionar en su día, a falta de recursos y escucha.
Todos somos diferentes, y es más normal de lo que pensamos que no recibamos el amor que en ese momento necesitamos. Esto no significa que no hayamos recibido amor o atenciones, sino que no siempre el alimento emocional que demandamos llega como lo requerimos.
Además de escribirle las cartas, intentaba que “el pequeño Mikael” me acompañase a todos lados. Lo llevaba conmigo, le mostraba lo que iba a ver, lo que viviría, y además lo mimaba. Puede sonar raro, chocante, escribirte a ti mismo en tercera persona, pero no había otra forma. Tenía que volver atrás a gestionar los más grandes y los más pequeños dolores. Esos que había ido dejando atrás porque nunca es buen momento para pararse a reconocer que la cosa no está bien. Si yo quería cambiar, tenía que asumir una gran responsabilidad: gestionar mi historia. Debía escuchar al pequeño Mikael (a ese precioso niño herido), cuidarlo para poder curarlo. Esto, ahora mismo, es mi forma de vivir.
Me ha costado mucho aceptarme como soy, tolerar la idea de que lo que hay detrás de mis debilidades son fortalezas mal gestionadas. Siempre, hasta el momento presente, antes de tomar cualquier decisión la llevaba a juicio y la sopesaba hasta el infinito. Esa inseguridad venía de no saber que soy capaz de hacerlo. Es una forma de quitarme la culpa si la decisión no es la correcta. Alejarme de mis responsabilidades.
Este método, la sanación del niño interior, no es extraño. Es aceptado y realizado por muchos terapeutas, psicólogos y psiquiatras en todo el mundo. No es una práctica exclusiva para deportistas.
Carta a mi pequeño Mikael:
Bienvenido al mundo, me alegra que seas un niño. Vas a tener todo lo que necesites, serás un niño feliz. Te quiero tal como eres. Te puedes gustar y gustarle a quien quieras, no tienes por qué ser perfecto porque la perfección no existe, es sólo una idea de los que tienen miedo. Yo aquí siempre te querré. Confía siempre en ti. A veces te podrás sentir abrumado, sentir que no estás en lo correcto, pero tú sigue enfocado en lo que quieres. Tu intuición irá creciendo.
Acuérdate de que si algo no sale adelante, es porque tienes un plan mayor. Confía.
Tendrás días difíciles, esos días donde querrás salir a gritar. Hazlo, exprésate siempre, di lo que piensas y deja que el cuerpo también lo sienta, no te lo dejes todo guardado. Pero acuérdate de que esos días son los que también te harán más fuerte, te acercarán un paso más a lo que quieres llegar. Tú sigue con tus proyectos en mente, que todo saldrá.
No te olvides de que no hay decisiones buenas o malas, simplemente hay decisiones, de las que te tendrás que hacer cargo tú. Dependiendo de cómo las mires es cómo estas repercutirán en ti.
Todo saldrá bien.
Eres un ejemplo.
Te quiero,
Mikael