Un periodista de cancha le pregunta a Jorge Bava después de un partido qué piensa del resultado. La respuesta no es común. El DT habla de la posesión, se anima a esgrimir qué significa la posesión del balón, parándose desde su lugar de técnico que elige otro tipo de juego, un juego que implica saber cuántas veces arribó al área ajena, cuántas veces vulneraron su defensa, y en relación a ambas, cómo fue el resultado. En esta serie de preguntas y respuestas, el flamante técnico del negro de la cuchilla desglosa esa manera de jugar o de ver el fútbol, a la vez que pone sobre la mesa los miles de imponderables que se generan en una semana y que tienen que ver hasta con cuántas horas de sueño llega un jugador al entrenamiento; pero no por obsesión, sino por abarcar un concepto de la realidad. Sobre el pasaje del arco a la línea punteada, el concepto de juego, el contexto del fútbol uruguayo que es el que más mira, y el advenimiento de un nuevo Mundial con todo lo que eso implica, Jorge Bava habló con la diaria, para la serie de directores técnicos.
¿Cómo viene siendo esta etapa de técnico después de una despedida del oficio de jugador tan abrupta?
La despedida del fútbol como jugador no tuvo nada que ver con cómo lo había pensado. Los días previos estuvieron salados, porque no es lo mismo terminar un campeonato y elegir qué hacer: era de un día para otro. Había vuelto a Uruguay y estuve unos meses sin poder jugar. Ya tenía 38 o 39 años, sabía que iba a ser DT, pero no sabía que iba a ser tan pronto. Jugué seis partidos en Liverpool, Marcelo Méndez dirigió el sexto y se fue. Ese último partido fue en Colonia, yo ya había firmado como técnico. Viajé en el bus con los jugadores (en la pandemia se usaba un bus para jugadores y otro para el cuerpo técnico) y volví en el bus con los técnicos, con la carpeta armando el día siguiente, y después no paré hasta el día de hoy. Jugué hasta cuando quise. No me pasó de arrepentirme, aunque no he tenido ni tiempo de hacer un resumen; salimos campeones un domingo, descansamos el lunes y el martes ya estábamos pensando en lo que venía. No extrañé, es más, no juego ni un partido, ni atajo, ni nada. Ni me dan ganas de jugar, cambié enseguida, los años te van arrimando a eso también. En algún momento tenía que ser.
¿Estás contento con la carrera que tuviste como arquero?
Conforme. Siempre querés aspirar a más, pero dentro de las posibilidades, cuando te ponés a mirar para atrás, logré un montón de objetivos que me planteé. Aunque siempre los vas renovando, jugar en primera, jugar en el grande, ir al exterior, y querés más. Pero en líneas generales, estoy conforme, aunque no me ha dado el tiempo de pasar la raya.
¿Ahora como técnico todo es más matemático, hasta el hecho de los sueños?
Como jugador depende de un contexto que es el equipo, pero en gran parte depende de vos, porque sos parte. De este lado me doy cuenta de que sin ellos todo lo que yo sueñe no es real. Yo puedo decirles que jueguen de una manera o de otra, pero si ellos no lo llevan a cabo es imposible. Dirigir es gestionar personas, antes que nada, y cada uno tiene su sueño, su meta. Es un deporte colectivo, pero no deja de tener intereses individuales. Lo bueno es saber ayudar a canalizar esas metas individuales para el bien colectivo.
¿Cómo se alcanza una idea de juego en tan poco tiempo y cómo se transmite a esos jugadores con diferentes sueños y metas pero enlazados en un bien colectivo?
Vos podés tener una idea propia pero después está el contexto. Y siempre es diferente, el curso de técnico te prepara en cierto aspecto, pero nunca para el contexto real, porque te toca asumir en un equipo del que fuiste jugador hasta la fecha anterior, que venía ganando con el entrenador que además se fue para mejorar. Paulatinamente fui poniendo mi impronta, haciendo el cambio. Primero no toqué nada, y a medida que fueron pasando los partidos, fui viendo qué se puede cambiar y qué no. Pero paulatino, porque al final todos apuntamos a ganar y el equipo estaba ganando. Hay que tener siempre en cuenta la impronta del club. Porque de repente, si vas a un club que no le gana a nadie, que está en un pozo, hay que ir y mover el avispero, en ese caso te desviás de tu impronta porque te apremia el momento. Los contextos son todos distintos y el entrenador se tiene que adaptar al contexto. El contexto ideal es el que vemos por la tele, el del City, el del Liverpool de Inglaterra, el de Real Madrid, pero no es todo así. Y te puede gustar jugar de una manera, pero hay grises que tenés que saber verlos, no es todo blanco y negro.
¿Qué sentís que has podido aportarle al equipo en este tiempo?
Creo que hemos podido brindar las herramientas suficientes para que puedan mejorar. Al conocerlos a muchos, fue más sencillo encontrar los trabajos para las mejoras individuales que son las colectivas después. Y después la tranquilidad de dejar jugar. De lunes a viernes soy exigente, pero después de que les das las pautas, son todas decisiones rápidas y ellos las tienen que resolver, o por una cuestión innata, o porque las trabajan, o porque el rival te deja o no te deja. Esos jóvenes fueron creciendo, fueron madurando y hoy en día son jugadores. Jugadores hechos, que en su momento tuvieron dificultades lógicas de la edad, de la juventud, de la inexperiencia. Cosas que te tienen que pasar para crecer.
¿Tenés referentes que te hayan dejado enseñanzas para la profesión?
A todos les saqué un poquito. Lo bueno y lo malo. Sobre todo después de los 30 empecé a anotar lo que me gustaba de uno, lo que no me gustaba de otro. Parecido a ser jugador en ese sentido, que le vas agarrando un poquito a cada uno. También hubo cosas que dije que no iba a hacer y después a la primera de cambio las hice, como poner a un jugador en los descuentos: lo hice el segundo partido, lo puse a los 46. Lo hacés pensando en el equipo, y a veces cometés injusticias por el bien del equipo y hacés determinado movimiento. Tuve buenos entrenadores, desde [Sergio] Markarian hasta [Marcelo] Gallardo, [Miguel] Brindisi, [Paulo] Pezzolano mismo, más allá de que tenemos más o menos la misma edad. A todos les saqué un poco: o en el relacionamiento con el plantel, porque hay algunos que en eso no fallan, o en la forma de trabajar o de ser. Primero gestionar personas y en eso no podés fallar, después podés poner línea de tres o línea de cuatro, pero en el manejo no hay marcha atrás, hay que ser honesto.
Todos tenemos defectos, pero el hincapié es no fallar en la gestión del grupo. Lo que sí he aprendido rápido es a delegar, porque uno no es el superhombre, no puede estar en todo. Entonces busqué gente idónea en cada área para poder delegar y dedicarme a tomar decisiones, que básicamente es lo que tengo que hacer. Paolo Copatti, por ejemplo, en la parte metodológica es un crack, es profe, es técnico, fue jugador, a él le di la llave del campo. En la parte analítica lo mismo, Alejandro Iglesias y antes Marcelo Mayor, que ahora está en la selección. Es importante encontrar a gente que te ayude y trabajar en el cuerpo técnico, cada uno en su área y uno que gestiona. Pero es un aprendizaje constante, el mundo va rápido y hay que ir adaptándose.
¿Cómo te gusta que juegue tu equipo?
Me gusta que el equipo ataque, pero no lírico, atacar para hacer daño. Es verdad que, si vos tenés la pelota, no la tiene el otro y el otro no te hace daño, pero en nuestro fútbol la mayoría de los goles no son por construcción sino por transición. Yo después de un partido manejo tres datos: el resultado, las veces que llegó el rival y las veces que llegué yo. Si llegué más que el rival, fuimos más que el rival; lo puedo desglosar pero no lo voy a decir, cómo llegamos nosotros y cómo nos llegaron. Datos hay mil, a veces entra y a veces no entra. Pero los parámetros que yo agarro son esos tres. Podés estar todo el día con la pelota y no saber qué hacer. Hay buenos técnicos que han hecho estrategias sin tocar la pelota, yo eso no lo critico, porque si es avaro para jugar pero yo no le pude ganar, ¿qué hice yo?
¿Cuáles son las frustraciones que vivís como técnico?
Los primeros entrenamientos al arranque a veces pensabas que estabas en el aire, pero después fuimos corrigiendo. Porque lo hacés con el mejor amor, te quedás hasta la madrugada trazando líneas, y después no sale. Entonces me puse más práctico, dejé las cintas y volví a las tapas. El jugador es el parámetro de todo, o durmió bien o durmió mal, o vino más o menos lúcido que otro día a hacer el mismo trabajo de la semana anterior, y la cosa sale o no sale. No es todo “dos más dos, cuatro”. Al principio me costaba ser flexible, aprendí a ser más práctico, a no querer que salga todo perfecto. Ahora que sos técnico, mirando otros partidos, te das cuenta de que un técnico cuando hace un cambio tiene todo un contexto atrás. A veces me como un grito de la tribuna que dice “poné a fulano” y fulano está suspendido.
¿Te gusta el fútbol uruguayo?
Siempre lo miro, no te aburrís nunca. Es un fútbol muy difícil, traés al mejor del mundo y no sabés cómo puede andar. Y por algo se siguen yendo jugadores: aunque no sea ni la liga más fuerte ni la más atractiva, es un fútbol de exportación, hay cambios de plantel permanente y eso también es una característica. Capaz que si yo no fuera uruguayo no lo miraba, pero es lo que más miro, miro más fútbol uruguayo que cualquier otro fútbol.
¿Qué opinión te genera el final de la era Tabárez y el inicio de Diego Alonso camino al Mundial?
El objetivo de todos es ir al Mundial. Le vi cierta frescura al equipo con Alonso, pero la manera no fue la ideal. O se iba después de Rusia o después de Qatar. Nunca vamos a saber si con el Maestro clasificábamos o no, pero es cierto que en el equipo se vio frescura. Está en los resultados. Pero a veces no es el técnico, no es comprobable. Los técnicos no hacen magia en dos días, lo que sí puede renovar es la ilusión de muchos que no estaban jugando, levanta la competencia interna. Esa es la energía que cambia, o que puede cambiar, pero lo otro no se puede medir sólo porque ganó.
Ser DT cambia la vida
Estás todo el día pensando, si jugás con tres o con cuatro, cómo te juega el otro equipo… Es una especulación constante. Hasta hay imponderables todo el tiempo. Podés ganar, perder o empatar, pero el equipo tiene que ser competitivo, enfrentarse al mejor y competirle, eso es bastante. No creo mucho en eso de los técnicos veteranos o los técnicos jóvenes, el técnico no juega, el que debe tener vitalidad es el jugador. Como técnico tenés que tener un tipo que maneje el liderazgo y los haga ser mejores como jugadores, después la edad que tengas es lo mismo. Por algo Tabárez estuvo hasta los años que estuvo y no cambió. Es una etiqueta que pusieron en el fútbol eso de “técnico viejo” y “técnico joven”. Son muy amplios los conceptos y eso es lo lindo del fútbol: mientras no te salgas del reglamento podés hacer lo que quieras.