Uruguay y Corea del Sur empataron 0-0 en el primer partido del grupo H jugado en el estadio Ciudad de la Educación, con un público superior a las 40.000 personas. Fue un partido de gran paridad, en el que Uruguay tuvo dos instancias de remates contra los caños. En el final del primer tiempo, un cabezazo de Diego Godín dio contra el caño del arco coreano, mientras que en la segunda parte un tremendo disparo de Federico Valverde impactó en el travesaño. El riesgo del partido inicial, sumado a la paridad establecida en el campo de juego, conducen a pensar que no fue un mal resultado, aunque la celeste estuvo cerca de poder ganarlo. El viejo axioma de que cuando no se puede ganar no hay que perder es válido también en este inicio del Mundial.
La tensión que provoca mirar un partido de Uruguay en un mundial es inenarrable. No importa si es en el estadio Ciudad de la Educación de Doha, en casa o en la oficina; lo que importa es estar visualizando a la celeste en la máxima instancia del fútbol del mundo.
Inexplicable
Me he preparado para esto no solo desde el punto de vista del estudio específico de la materia fútbol, sino también desde la práctica, desde la emoción, desde poder dominar esas sensaciones y poder traducir en palabras, con equilibrio, lo que sucede en un campo de juego. Pero cuando juega Uruguay en un mundial parece que no puedo; por más que le pongo concentración, respiro profundo y le busco la vuelta, los dedos se me van quedando agarrotados y el corazón se acelera en cada instancia una vez que movieron la pelota.
Si eso nos pasa a nosotros, cuanto más le podrá suceder a esos 11 que se ponen la camiseta celeste apenas 50 metros más abajo de donde estoy sentado mirándolos y que saben que juegan por todo un país. No es para cualquiera, y asimismo es para todos.
Cuando nuestros abuelos ya habían sido campeones del mundo y habían regalado pelotas de cuero y camisetas a sus hijos, sobrinos y ahijados, los coreanos aún no tenían al fútbol como uno de sus principales deportes. Es natural, entonces, la diferencia de roce y cultura futbolística que se puede dar entre los pueblos, pero eso no necesariamente se traduce a los 11 contra 11 que ese día están en la cancha.
No me tutee
El juego arrancó con el atrevimiento y la velocidad de los coreanos poniendo en carrera a sus veloces futbolistas en campo uruguayo. En poco más de cinco minutos generaron dos tiros de esquina a su favor. No obstante, los celestes controlaban con cierta capacidad los ataques coreanos y además buscaban, con la pelota contra el piso, llegar al campo contrario.
Siempre son admirables los niveles de marca y de concentración que opone Uruguay a cualquiera de sus rivales. En este caso volvió a suceder: muy concentrados, muy metidos, primero intentando nivelar y neutralizar cualquiera de las situaciones de los coreanos y después buscando llegar al dominio de la pelota para poder atacar.
La primera posesión larga de Uruguay duró más de un minuto y puso a todos, sí, a todos los jugadores de Corea en su campo durante ese tiempo.
Un larguísimo pase de Josema a Valverde de casi 70 metros fue la primera instancia de real peligro para Uruguay, porque el Halcón entró como centrodelantero, controló y definió cerca del punto penal, y la pelota se fue apenas alta.
Otro gran pase de Giménez, cruzando toda la cancha para Pellistri, permitió un centro de Facundo que cruzó toda el área sin que Olivera pudiese definir en la primera, ni Suárez en la segunda.
Los coreanos llevaban el juego a 25 metros, donde se apretaba su defensa y desde donde intentaban desplegar algún contragolpe, agrupados en dos apretadas líneas de cuatro y dos futbolistas que quedaban para la ofensiva.
Matías Olivera generando un excepcional contragolpe fue la mayor acción de peligro, que no se concretó porque el pase final del lateral izquierdo fue apenas largo para la entrada a definir de Darwin Núñez.
Pasada la media hora llegó la instancia más peligrosa de Corea del Sur, cuando, después de un desborde por la derecha, la pelota le quedó en el punto penal a Hwang Yo Jo y su remate de primera se fue por encima del travesaño.
Sobre el final, en uno de los córneres que Uruguay generó con su disparador de peligro por los cabezazos llegó la más peligrosa, pero, lamentablemente para nuestros intereses, el golpe del rosarino dio en el caño izquierdo del arco coreano.
De igual a igual
El segundo tiempo se inició con las mismas características que el primero, con mayor actividad en el campo uruguayo pero sin situaciones de peligro, a excepción de un maravilloso cierre de José María Giménez que se barrió en el área y quitó peligro a una jugada muy difícil.
También, como en la primera parte, Uruguay se fue desembarazando del juego de los coreanos y trasladó la pelota al campo contrario.
Una larguísima pelota de Godín, cruzándola para Darwin Núñez, permitió un excelente desborde del artiguense que llegó hasta la línea de fondo y mandó el centro atrás, que fue interceptado por el arquero coreano.
El ingreso, a los 20 minutos, de Edinson Cavani por Luis Suárez no cambió ni la estrategia ni la forma de juego, pero coincidió con un período en el que Uruguay empezó a jugar mucho más cerca del área de los coreanos.
Conforme fue pasando el tiempo, Uruguay se fue acercando cada vez más al área contraria, ya sea con jugadas en largo que a la postre no surtieron efecto o con aproximaciones sobre el eje de Edinson Cavani que, por ejemplo, generaron acciones de peligro de Darwin Núñez, como su gran remate cruzado que pasó apenas al lado del caño.
El tiro de Federico Valverde lo pudo haber cambiado todo. Pajarito, ahora Halcón, se hamacó sobre la franja izquierda de la cancha y, lejos pero seguro, sacó un trallazo inolvidable que le abolló el ángulo al arquero coreano. No entró. Ya vendrá otra. Es el lunes contra Portugal.