El histórico himno de la institución de la avenida Legrand dice: “... ahora como en años anteriores, otra vez son los mejores, que se vuelven a imponer...”. Esta fue especial: fue el primer campeonato de Malvín con un plantel femenino profesional.
Antes no pasaba, el club estaba acostumbrado a ganar la misma copa con otro sabor. De hecho se la llevó 15 años de forma consecutiva, llenando la vitrina y generando una hegemonía que mezclaba el disfrute de levantar la copa con la necesidad de competir con otra exigencia.
Esta vez fue con entradas agotadas en el gimnasio de Larre Borges. Sí, casi 1.000 personas pagaron para ver un partido de básquetbol femenino. Adentro estaban las mismas que siguen jugando por amor a la camiseta, aunque desde el año pasado cuando termina el mes perciben un salario. Eso le da un valor mucho más grande que cualquier sueldo. Fue una definición espectacular.
En el juego, Malvín fue más colectivo, sacando a las grandes al perímetro y ganando la puerta de atrás con cortes de Florencia Somma y Carolina Fernández. Las dirigidas por Juan Pablo Serdio compartieron mejor el balón, buscando siempre a la compañera mejor ubicada y efectuando tiros de alto porcentaje. Siempre comenzaron la construcción ofensiva desde los bloqueos de la argentina Carla Miculka en el pick central.
Atrás se establecieron en zona, un problema complejo de descifrar para las aguateras, que agradecieron sus buenos porcentajes para mantenerse en juego; sobre todo en el primer cuarto, donde colocaron sólo un doble de corrida. El resto: cuatro triples, tres de ellos en las manos de Camila Kirschenbaum.
Con el paso de los minutos, Aguada mejoró su lectura ofensiva, con penetraciones y descargas cortas para las internas. Malvín mantuvo la paciencia en momento de crisis, ahora generando desde los posteos de Miculka. La gran diferencia del primer tiempo estuvo en los puntos en la pintura: 22 a 8 para el azul de la playa, que se fue al descanso largo 35-29.
El inicio del complemento marcó lo que había presagiado la primera mitad: Malvín como dominador y Aguada con la necesidad de correr de atrás buscando el título. Dos triples de Fiorella Martinelli y la defensa en zona 2-3 como bandera llevaron la renta a 20 puntos demasiado rápido.
Con los esquemas iniciales rotos, el equipo de Nicolás Altalef demoró en establecerse atrás; aspecto clave de cualquier remontada. Para colmo en ataque se desesperó con tiros apurados, como si un lanzamiento solo alcanzara para retomar la paridad. Recibió el golpe. Con serenidad fue entendiendo el libreto de construir de a poco; defensas duras y a correr. Además aparecieron dos bombazos de Daniela Tovagliari que levantaron la tribuna y generaron ilusión; el rojiverde a siete con poco más de medio cuarto por jugar.
Nerviosismo de final. Latidos que van más rápido de lo aconsejable. La presión altísima, la arterial de todos los presentes y la deportiva de las basquetbolistas que buscaban cortar la red. En zona de incertidumbre, Malvín encontró las manos correctas posteando a Somma y a Miculka. Para ponerle la tapa Carolina Fernández encajó cinco puntos al hilo; a los 19 años parece cargar en las espalda pila de definiciones de este tipo. Tiene pasta la botija.
La tribuna Roberto Carballal del gimnasio de Larre Borges se levantó en aplausos, globos azules y festejos que por repetidos no dejan de ser significativos y especiales. Las amateurs de alguna vez. Las profesionales de ahora. En realidad, las mismas de siempre.
Los hinchas de Malvín se retiraron de sonrisa dibujada y cantando bajito “... ahora como en años anteriores...”.