El fútbol queda lejos. Algo así dice la jerga. Desde la más temprana adolescencia, los pibes, y cada vez más pibas que sueñan quizás con algo parecido, se remontan a los márgenes de la ciudad. Ahí está el fútbol. Ahí están las canchitas donde se prueban de a cincuenta por verano. El cuartel de San Martín y Chimborazo, el complejo de Cerrito, la cancha de Uruguay Montevideo, la del Tanque Sisley, la vieja cancha de La Luz, el complejo de Racing y el de River, el de Fénix y el complejo de Wanderers, y el de Bella Vista por Camino Tompkinson; el viejo complejo del Torque, Lomas de Zamora, Los Céspedes, el Parque Suero, el Parque Bossio. Es lejos el fútbol. Pasan los años así. Hasta el mate llega muerto y el fútbol es la vida. La vida del día. El honguito verde que te permite romper de la jornada, todo lo que se repite. El cansancio te lo llevás puesto para el resto del tiro; agarrar el taxi en el próximo relevo, atender el almacén, dar clases, repartir, llevar el sueño, el literal, el otro, qué palabra bastardeada la palabra sueño. Así es la vida, primero el liceo a los tumbos, como dicen los beatniks, después el rescate del oficio, en el mejor de los casos, una carrera; pero qué jodido se hace cuando debutás en primera y no tenés un mango y el tiempo pasa y tampoco tenés un mango. Pero el fútbol siempre, o esa ilusión que es el fútbol.
El complejo Enrique Castro queda lejos. En los confines de la ciudad. Ahí entrena un equipo extraño, el equipo de los futbolistas que no tienen trabajo, la variable fundamental. En ese peregrinar ilusorio, la variable salario –cuentas, hijes, rancho– es fundamental. Alto ejercicio el de ubicar la pasión en ese rollo. Un malabar poner la mejor cara para el partido cuando tuviste una semana de mierda. La pasión va en el bolso. Donde van las medias, el cuaderno, las canilleras, las herramientas, el corazón, el jabón, los problemas y el celular. El trabajo de jugar al fútbol es un trabajo noble.
Qué lejos queda el fútbol cada vez y qué cerca cuando te toca la guinda y viene redonda. Cómo te late el corazón y la respiración es una tribuna insostenible. Qué lejos queda el fútbol pero qué lindo que está para pegarle de lejos.
El equipo volante de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales entrena mañana a mañana en el complejo ubicado en el camino que une el interminable Camino Mendoza con la ciudad de La Paz. Ahí está el oficio. El cuerpo técnico está encabezado por el entrañable Cafú Barbosa, recordado lateral derecho de tiempos mozos con la aurinegra, la de la franja, la albiceleste del Cerro. El ayudante técnico es Alejandro Bertoldi, con un montón de batallas en esas canchas lejanas; el profe Andrés Quatrini, el entrenador de arqueros Daniel Aguerroyen, y la kinesióloga Valeria Muñoz. Dice Cafú: “los jugadores ya saben en la situación que están, que es conseguir equipos. Vienen con la mejor predisposición para entrenar. La única diferencia de un equipo profesional es que no tenemos competencia los fines de semana. Después hacemos lo mismo, como si fuéramos a jugar”. Día a día un centenar de futbolistas libres va decantando en los clubes. Algunos, los menos, la tienen un poco más clara con su futuro. Otros, los más, están atentos al teléfono después del trabajo. Es la zafra. No hay metáforas. Siempre está la chance del cartel de “no hay vacantes”.
El director técnico sabe que en este caso la tarea no es tan sólo ganarle a otro –quizás esa debería ser la premisa, en cualquier caso–, y, con la variable del desempleo en el pizarrón, encara la mañana: “Arrancamos la pretemporada haciendo un mantenimiento en la parte física y técnica, así cuando llega al equipo que lo contrate está entrenado. Ahora ya empezamos los amistosos donde el jugador puede mostrarse”, dice, y continúa: “Le inculcamos al jugador que venga con ganas de entrenar. Sabemos que la situación es complicada, pero cuando tocamos el silbato ponemos la mente en que salga un buen entrenamiento y que disfrute. El complejo está en las mejores condiciones y tienen el apoyo de los entrenadores y de los dirigentes, que todos los días les preguntan qué están necesitando”. Al día de hoy son más de 100 los futbolistas que pasaron por el mantenimiento de las bases físicas y técnicas de cara a una nueva camiseta. Aproximadamente la mitad han sido contratados. Si será fundamental el vestuario.
Los arqueros al día martes de esta semana eran Marcos Donato, Facundo Silva, Hernán Espinoza y Jeremías Young. Sí, es una cuestión de días, y quizás cuando termine esta nota algunos ya sean parte de sus nuevos equipos, si es que corren con esa supuesta suerte. Entre los zagueros aparecen Rodrigo Brasesco, Jhonatan Souza Motta, Alexis Magnone, Diego Patrone, el Chino Pirez, Nicolás Becerra, Facundo Falcón, el Zurdo Lamas, Mathías Cortizas, Rodrigo Campagnile, Juan Núñez y Andrés Curbelo. En los que juegan por los laterales también hay nombres conocidos y otros que no, de glorias mínimas, con esa esencia; Tabaré Da Cunha, Mauro Picerno, Nahuel Gutiérrez, Nicolás Raguso, el Pichón Núñez, y Mathías Richino, de última calada en Mar de Fondo, vaya equipos históricos. Entre los volantes y los delanteros está la lista más amplia: se leen goles de Martiñones y de Dilan Ribeiro, de Leandro Rodríguez y de Facundo Vignone, de Federico Vaz, de Ignacio Casas o de Pablo Lemos. Entre los volantes hay nombres que pegan y de los otros, claro: Cristian Yeladian, Alvarito Aschieri, el Mono Mautone, que la movió en Basáñez, Facundo Briñón y Cristian Silva. Bruno Montelongo, de pasado en el Milán, Lucas Casavieja, de gran campeonato en el Papal, y Guillermo Chavasco, que viene de jugar en un equipo de Honduras que se llama Vida.
Varios están en las carpetas de los técnicos que todavía se están armando. La A ya cerró los cuadernos, la B se acerca al último mes previo a la competencia. La C no ha empezado a rodar y el interior aparece como una luz. Son codiciados los futbolistas con pasado en el supuesto profesionalismo en las ligas más allá de Montevideo, donde también nacen los más cracks. Dice Michel Duarte, secretario de la Mutual, que es importante hacer hincapié en “las condiciones en las que se entrena y en la cantidad de futbolistas que continúan entrenando. Se ha reglamentado el acceso al equipo y eso también ha hecho que se profesionalice, así como el estado del Complejo. Le da una profesionalidad, llamémosla de alguna forma, a la hora de llevar a cabo los entrenamientos. Y obviamente el ida y vuelta constante para mejorar, recibiendo los puntos de vista de los futbolistas, partiendo de la base de que la Mutual son los futbolistas”. Hay una idea de un complejo autogestionado y para eso se han establecido acuerdos de arrendamiento de las canchas a equipos profesionales, lo que permite un ingreso, y además “que los jugadores estén cerca y estén disfrutando su complejo”, como dice Michel. Además, los árbitros también entrenan en el complejo mediante un acuerdo con la Asociación Uruguaya de Árbitros de Fútbol, en la búsqueda de equiparar ingresos y egresos económicos, a la vez que se potencian las condiciones y las instalaciones.
Hay un corazón en ese lugar, donde laten rollos pasionales de botija, entreverados en una olla con un caldo que tiene de todo, frustraciones, emociones, euforias, vacíos, encuentros, esperanzas: una cancha más al tigre. Mucha calle tiene el fútbol, mucho bondi, mucho trasbordo, mucha bici, mucho boleto Montevideo. Tiene mucho de un montón de cosas el fútbol, y falta de un montón de otras, pero la pelota.
.