“¿Y en Uruguay os gusta el ciclismo?” fue la primera pregunta de un periodista español, extrañado por encontrarse a un colega de tal origen en Carcassonne, Francia. La llegada del Tour había ambientado la escena en la tarde, a pocas cuadras de esa charla, pero horas antes, cuando el pelotón cruzó en esprint la línea de meta. Fue una etapa en la que no hubo grandes novedades en los tiempos de la general, aunque sí pasaron cosas importantes para la carrera.

Deporte de equipo

Jonas Vingegaard, danés del equipo Jumbo-Visma, sacudió días atrás en los Alpes la clasificación general individual cuando aprovechó un mal día del hasta entonces sólido líder Tadej Pogacar, esloveno del UAE y doble campeón vigente del Tour. Dio vuelta la taba el de Dinamarca, trayendo más de medio minuto de desventaja y quedando como líder por casi dos minutos y medio.

Luego de ese miércoles fatal en el Col du Granon, el bicampeón de 23 años cambió su forma de encarar la carrera. Sin la malla amarilla de líder, comenzó a provocar ataques junto a su equipo, de menor potencial deportivo en los papeles. La intención fue obligar al equipo Jumbo, a los laderos del resistente danés de 25 años, a pedalear duro para evitar que se escapara Pogacar. Lo hizo en las etapas con más pendientes para subir y también de arranque el domingo, una jornada con más de 40 grados en la ruta, en la que el líder cayó de su bicicleta, aunque sin consecuencias graves para él.

Situado a 2 minutos y 22 segundos del líder, el escolta fue reconstruyendo poco a poco la confianza que precisaba para ir al ataque en la última semana. Primero Primoz Roglic, esloveno pero del Jumbo, decidió no seguir en el Tour, y no tomó la largada el domingo. Algo más veterano a sus 32 años, tiene la posibilidad de ganar su cuarta Vuelta a España en forma consecutiva, que empieza en poco más de un mes, en Utrecht, Países Bajos.

A Roglic hace un par de años se le escapó el Tour el penúltimo día, cuando Pogacar dio el golpe sobre la mesa para convertirse en la máxima estrella del ciclismo actual. Sin buenas sensaciones el año pasado ni este, perdió preponderancia incluso en su propio equipo, donde ya no es el más destacado. Su generosidad para entregar su energía y sus piernas a la causa de Vingegaard fue demostrada en los Alpes primero, para atacar y robarle al del UAE la malla de líder, y se mantuvo cuando su compañero tuvo que defender el liderazgo, pero hasta ahí llegó su amor. Un ciclista menos es una baja sensible para el líder, porque es uno menos ofreciendo su esfuerzo para controlar ataques o marcar el ritmo en la montaña. Como se dice, para llevar al líder, y que este deba hacer menos esfuerzo durante muchos kilómetros.

Más sensibles son otras dos bajas. El mismo día del abandono de Roglic se produjo la caída y abandono de Steven Kruijswijk, otro pesado del Jumbo, tercer puesto en el Tour de 2019. De repente las fuerzas del equipo con pinta de irrompible comenzaron a mermar, y ahora en el tren deberán brillar Wout Van Aert, líder actual del premio Sprinter, y Sepp Kuss, estadounidense sobre cuyos hombros acaba de depositarse un gran trabajo. El UAE contará para trabajar por el líder con el español Marc Soler, el polaco Rafal Majka y buscará mejores rendimientos del suizo Marc Hirschi.

Geraint Thomas, británico del INEOS a 2:43 del líder, y Romain Bardet, francés del DSM a 3:01, son otros posibles créditos a la pelea pero menos probables para ganadores de la general. A esta altura de las demostraciones de poder que han hecho en la montaña Vingegaard y Pogacar, precisarían el tercero y cuarto más piernas si quieren contestar a las arrancadas de las figuras.

Este martes será una etapa de media montaña, con dos puertos de primera categoría, incluyendo momentos de ascensión a 18% de desnivel. Es decir, por cada 100 metros pedaleados, en esos pasajes el terreno se eleva 18 metros camino al Mur de Peguere, con llegada luego en Foix.

Etapas de montaña seguirán miércoles y jueves, antes de una llana transición el viernes. Con llegadas en alto en Peyragudes y Hautacam, habrá que estar con reloj en mano para contar las diferencias que puedan ampliarse o descontarse en Pirineos, pero la disputa promete. La definición podría ser de gran atractivo el sábado, en una prueba contrarreloj individual de 40 kilómetros con llegada a Rocamadour, otro pueblo medieval en el camino del Tour, y allí los especialistas de este tipo de etapas tendrán su ventaja. Pogacar ya supo ganar así en su primera coronación.

Fuerte en números

Hacer caja con más de 100 millones de dólares en cada edición habla de la trascendencia de esta competencia. Deben sustentarse altos costos logísticos para la realización y televisación, pero las marcas que integran la caravana de los patrocinadores, con miles de regalos repartidos al público, demuestran sólo una ínfima parte de lo que se mueve durante estas semanas.

Bilbao será la sede donde comience en 2023 y la ciudad pagará 10 millones de dólares por eso. Más habrá pagado Dinamarca para albergar las primeras tres etapas de esta edición. Con pagos de hasta 150.000 dólares para tener la largada de una etapa, y más de 500.000 dólares por ser sede de una llegada, las ciudades también ponen lo suyo para la fiesta. Carcassonne fue llegada el domingo, será partida el martes y fue base del día de descanso el lunes, el último antes de que el Tour entre en su recta final ¿Cuánto vale eso? Para la ciudad, mucho, y por lo tanto vale la gran inversión hecha, porque la convocatoria de público, periodistas y trabajadores del Tour colma capacidades en alojamientos, bares y comercios.

No fue la única actividad con la que esta ciudad, construida alrededor de un castillo medieval, ofreció disfrute a sus turistas durante este período de la temporada de verano. Tras festejar el día nacional el 14 de julio, llegó el ciclismo, pero durante todo el mes se realiza el festival musical de Carcassonne con eventos de entrada libre y también otros de artistas de mayor renombre, con entradas agotadas en un escenario dentro de las murallas medievales.

La competencia se vuelve un itinerario de localidades francesas con sus eventos de verano. Y ocasionales invitados a la fiesta, como Dinamarca o Suiza este año, o País Vasco el año que viene, ofrecen importantes pagos a la carrera por situar etapas en sus territorios. Por si algo le faltara al país, donde en primavera se jugó Roland Garros, el domingo se cerrará el Tour en París al tiempo que se correrá en el circuito Paul Ricard de Le Castellet el Gran Premio de Francia en la Fórmula 1.

Entre miles de colegas acreditados, Uruguay no es un origen habitual. Pero el Tour es un evento de 300 millones de espectadores, y entre cifras tan inimaginables tampoco es un origen habitual el de un aficionado uruguayo.

Sin embargo, en algún grupo de Whatsapp entre orientales se discute la carrera y se opina sobre las estrategias de los equipos. Además está Eduardo, un uruguayo que vive en España, sigue en casa rodante el viaje de los ciclistas por las rutas y agita la bandera en todas las etapas, con varias apariciones registradas en televisión. Viene porque es fanático del pedal, y está alimentado por las ganas de ver con sus propios ojos una nueva historia que está a punto de escribirse en su deporte. La cosa va más o menos así. Hay varios de los buenos: británicos, colombianos, franceses. También un candidato a héroe danés, y hay un pibe prodigio de esos que, se sospecha, puede ser un ganador único en generaciones.