En el cierre de la primera fecha del Clausura, Fénix derrotó de visitante a Peñarol por 1-0 con un gol de penal en el minuto 90+5 convertido por Gonzalo Vega. Fue un duro golpe para el aurinegro, tan duro que Mauricio Larriera presentó la renuncia.
La expectativa por ver si Peñarol con sus nuevas contrataciones resolvía su incómoda posición y descontaba a los tres de arriba que no habían podido ganar quedó en nada. Está bien que miles se esperanzaran con una remontada que no es ajena en Peñarol, pero seguro sólo unos cientos sabían que Fénix podía, con su juego, generar un partido como para neutralizar, anular y superar a su rival.
Miles de hinchas presentes en el Campeón del Siglo, como hacía tiempo no pasaba, mostraron adhesión de la que vale. ¿Si no hubiese venido Luis Suárez habría tanta gente? ¿Importa? O lo que importa es que los hinchas estaban ahí, poniendo el hombro, empujados por la expectativa de las nuevas figuras. Pero claro, esto era un partido de fútbol de un Clausura que recién empieza, pero que es el tercer módulo de competencia del Uruguayo, y enfrente había un rival, Fénix.
De los ocho posibles refuerzos incorporados, Mauricio Larriera eligió al comprobado crack Brian Lozano, al joven de larga experiencia europea Sebastián Cristóforo, a Nicolás Milesi, completísimo creativo capaz de generar fútbol desde la mitad de la cancha sin dejar de integrar la cooperativa de los que neutralizan y defienden, y a dos que la cátedra no daba, pero que el entrenador floridense los había seguido atentamente durante toda la temporada: Kevin Méndez y el goleador argentino Hernán Rivero. No tocó a nadie de la defensa y no incluyó entre los once al eje central Walter Gargano.
Pasando raya, esto es fútbol, una maravilla de 90 minutos en la que gana el que lo puede hacer; más allá de altas y bajas, manda la cancha. Mejor dicho, los rendimientos en la cancha. Peñarol pudo ganar, porque méritos hizo ─y también un gol, anulado por VAR─, pero se quedó ahí. Fénix encontró el tesoro en la penúltima, en una de esas agónicas, que Vega mandó al fondo de la red sin titubear.
Se hace lo que se puede
El primer tiempo pasó sin fuegos de artificio. Peñarol jugó bien y Fénix redobló esfuerzo y concentración, cosa que hizo adecuadamente. Las líneas trazadas por el VAR impidieron que el único gol que hubo en ese primer tiempo subiera al marcador por posición adelantada anterior al gran remate del coloniense Nicolás Milesi. El VAR en cambio no atendió el reclamo de que hubiese penal en una salvada final de Kevin Dawson sobre el trinitario Ignacio Pereira.
Peñarol lo pudo jugar completo de acuerdo a su plan, dos delanteros centrales y llegadas por fuera, y Fénix, que perdió tempranamente lesionado al Indio Roberto Fernández, también pareció adecuarse a su plan de juego, contragolpeando bien con el Sapo Pereira y Vega.
En el segundo tiempo aparecieron otros nombres: de primera el sanducero Ignacio Laquintana, indudable delantero por fuera en Peñarol, y el zurdo Rodrigo Amaral en Fénix. Después el que entró fue Gargano. Hubo menos juego certero y tal vez más aproximaciones de Fénix que de Peñarol, aunque los aurinegros contabilizaron por decena sus chances en las proximidades del arco de Requena.
Durante buena parte del segundo tiempo el partido siguió siendo parejo, pero el último cuarto de hora, ya con Lucas Viatri y el debutante ecuatoriano Billy Arce, fue un vendaval de Peñarol, atacando por todos lados con juego asociado o sacando la lanza, hasta que cuando todo terminaba, tuvo Fénix otro ataque, que fue cuando su preocupación por cuidar la pelota un poquito más le generó un hueco al Lolo Estoyanoff, otro de los que se había incorporado al partido en Fénix, y metió un derechazo cruzado que dinamitó el arco dando en el vertical. A la salida estaba Rodrigo Vega que amagó y lo talaron. Esta vez el VAR no lo tuvo que aprobar porque el árbitro Cunha, al lado, pitó el penal que Vega transformó en el gol de la victoria de Fénix.