El local arrancó con un perímetro chico compuesto por tres bases: Luciano Parodi, Jayson Granger y Bruno Fitipaldo, una estrategia que había dado buen resultado durante grandes lapsos de encuentros pasados pero que, generalmente, no era elegida por Rubén Magnano como inicial. Una noche donde no había mañana, de manifiesto desde la decisión del entrenador en el quinteto titular.

Ofensivamente brindó fluidez pese a que tardó unos minutos en aparecer y engranar. La clave fue comenzar con efectividad en el tiro largo. La celeste en el primer tiempo terminó con un muy buen 8/18 desde más allá de los 6.75 con cinco jugadores anotando, donde destacó el 2/3 de Vescovi.

Defensivamente, jugar permanentemente con tres chicos, permitió cambiar en todas las cortinas directas entre los perimetrales. Además, el jugador celeste que defendía del lado contrario al balón se plantó en el centro de la defensa, lo que ayudaba a doblar a los internos rivales cada vez que recibían en zona de influencia. También era un obstáculo cuando un exterior penetraba buscando el aro. El cordobés Magnano decidió permitir el lanzamiento a distancia sabedor de que los porcentajes no son la principal virtud de los boricuas.

Obviamente la intensidad y el compromiso defensivo fue perfecto, lo que llevó a levantar el tono para una ofensiva agresiva pero larga que bajó el ritmo de juego, lo que más servía. Uruguay llegó a tener 13 de renta con un pasaje brutal de Vescovi y se fue al descanso largo 38-28 arriba.

En el complemento hubo dos momentos de susto, como para no perder de vista la costumbre deportiva de los uruguayos por excelencia: el sufrimiento.

El primero fue con un parcial inicial de la visita de 6-0. La celeste cambió la estrategia jugando desde los posteos de Batista lo que trancó la fluidez y los centroamericanos, corriendo, jugaron a placer. Era momento de los referentes ofensivos y aparecieron; Fitipaldo y Granger atacaron desde el pick con Batista que sacó de zona de influencia al centro rival generando espacios para ser verticales al aro. Esteban fue mucho más productivo sin balón. La celeste pasó de un pasaje complejo a su mejor momento donde sacó 18 con chispazos de básquet champagne.

El miedo retornó en el epílogo del encuentro. El Antel Arena era una fiesta tranquila pero Alfonso Plummer tenía otros planes y lideró un parcial de 9-0 para ponerse a dos posesiones. Todavía cuesta creer la efectividad de esa mano zurda (6/9 en triples) que castigó aunque en muchas ocasiones fue excelentemente defendido. Un buen pasaje de dos actores de reparto como Kiril Wachsmann y Martín Rojas, sumado al cierre carpetero de Jayson Granger devolvieron el partido al bolsillo uruguayo. Terminó siendo 78-70.

Claves

Uruguay dominó el ritmo de juego. Efectuó ofensivas largas, algo que generalmente desespera a equipos como Puerto Rico que disfrutan del vértigo. Para ayudar a esto, fue clave el manejo de tiempos de Granger y Fitipaldo que muchas veces no aprovecharon ventajas evidentes con tal de enlentecer la dinámica. También colaboraron los elevados porcentajes de lanzamiento de 6.75 y el buen balance defensivo.

Si bien Tremont Waters finalizó con 14 unidades, fue muy importante la defensa sobre el titiritero boricua que nunca logró tomar el control del encuentro. Magnano decidió atraparlo en cada cortina directa lo que lo obligó -en la mayoría de los casos- a soltar el balón. La misma estrategia fue aplicada con Plummer en el epílogo cuando se puso insoportable con su lanzamiento.

La custodia del rebote en aro propio fue otra virtud. Si bien hay nueve ofensivos de la visita, la mayoría fueron en el cierre cuando jugaron con el poncho y encontraron alguna segunda oportunidad poco beneficiosa.

Uruguay tapó -con creces- las principales virtudes del oponente de turno. Hizo un partido estratégicamente muy bueno, lo que se necesitaba con esta clase de rivales para terminar festejando una victoria.

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