Con una conducción brillante de Javier Emanuel Pérez y una elección táctica perfecta del binomio San Martín, el caballo Roundofapplause se quedó con la edición 125 del Gran Premio José Pedro Ramírez. Lo hizo después de haber liderado durante toda la carrera, de luchar en la recta con el potrillo Quixote y de reaccionar faltando 100 metros, cuando la suerte ya parecía echada. El equino de cuatro años criado en el Haras Triple Alliance SA de la República Argentina, que defiende a las sedas del Stud 3 de Enero, recorrió los 2.400 metros en 2’30”09c y le devolvió 37.40 pesos por cada 1 apostado a los que confiaron en su chance.

Es una tarde de sol

Si Neil Young hubiera nacido en Tacuarembó seguramente alguna canción suya diría que “El turf en Uruguay no morirá jamás”, y si no me creen es porque no estuvieron el 6 de enero de 2023 en el Hipódromo de Maroñas, entre los miles de jóvenes y niños que disfrutaron la tradicional reunión hípica de nuestro país. Nunca había visto tanta juventud en el circo de Ituzaingó. Más allá de los resultados deportivos creo que este es el gran triunfo de la jornada y ojalá que la empresa que administra el hipódromo pueda capitalizar este revival de acá a veinte años. Reconforta ver tantas familias, niños y jóvenes en el hipódromo, la clave está en lo que dijo Pablo Falero, hace un tiempo, en un programa turfístico argentino: la diferencia entre Uruguay y Argentina es que acá el público es más burrero que timbero, por eso en el vecino país las carreras de caballos están mal vistas por gran parte de la sociedad, ya que están relacionadas directamente con las apuestas. Hay futuro y esta actividad, que siempre va a requerir de la participación del ser humano, necesita la renovación generacional.

Foto del artículo 'Roundofapplause fue el vencedor en un emotivo Ramírez'

Foto: Alessandro Maradei

Hacía tiempo que no venía un 6 de enero a Maroñas y esta vez me llamó la atención que el código de vestimenta del palco oficial pasó a mejor vida. Ya no es necesario estar de pantalones y zapatos para acceder a la tribuna más cercana al disco, único beneficio que tiene porque todos sabemos que las carreras se ven mejor desde el Folle, o mejor dicho desde el restorán del Folle. Me arriesgaría a decir que es la mejor tribuna de Sudamérica, intentando generar un debate innecesario. Un amigo me dice, con mucha razón, que “La Perrera” si bien es la tribuna más alejada y más incómoda, por cuestiones altimétricas y geográficas, es la tribuna perfecta para presenciar la intimidad de la carrera ya que, al estar desierta, casi siempre se escuchan perfectamente los gritos de los jockeys, los fustazos, el galope, todo a lo que no podemos acceder habitualmente.

La sexta carrera la vi desde el Folle y luego de terminada observo a Manhattan, un zaino brasilero que todavía no ha ganado una carrera. El peón llevaba por la senda a su pupilo rumbo a las duchas luego de una performance para el olvido. A la altura del Folle había dos niños estirando el brazo, queriendo tocar al animal y el peón accedió al pedido e interrumpió la caminata durante unos segundos, tiempo suficiente para que otros cuatro niños bajaran corriendo los escalones de la tribuna para acariciar al noble deportista. Cuando el peón le recordó a Manhattan que tenían una ducha que tomar el animal retomó el paso desganado, como esos niños que quieren seguir jugando un rato más mientras los otros niños, los humanos, volvían corriendo a contarle a sus adultos que habían acariciado un caballo con la sonrisa más grande que vi en todo el día.

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Foto: Alessandro Maradei

Los días de Ramírez hay espectáculos por todas partes, desde la feria en el hall del Palco Oficial hasta artistas cantando en las distintas tribunas, food trucks, juegos para niños, etcétera. Pero espectáculo, lo que se dice espectáculo, fue el que dio Girona Fever en los 1000 metros del Gran Premio Maroñas (G3). Era la fija de la tarde, pero igual había que buscarle una contra “si no ¿de qué hablamos en la mesa?” como dijo Pablito (no se la encontramos, vale aclarar). Picó adelante con una facilidad asombrosa y Federico Píriz la contuvo dejando pasar a Belo Palpite y a Tomsk quienes se encargaron de liderar los primeros 400 metros. El primero de ellos antes de entrar a la recta ya había plantado bandera y el segundo fue el único que se animó a “pelear” con la crack. La pelea fue casi una coreografía de Hollywood, ya que si bien Tomsk resistió adelante hasta los últimos 350 metros, siempre fue decisión de Píriz en qué momento Girona Fever tomaría el protagonismo. Fue ahí como pudo haber sido en la largada, o faltando 20 metros. Es sin dudas la yegua más ligera que he visto en Uruguay, y top 3 de sprinters de los últimos cuarenta años. Es tal la superioridad que muestra con sus rivales que en la tribuna se dio algo insólito: la gente comenzó a aplaudir a 500 metros del final, cuando la yegua todavía venía segunda, a más de un cuerpo de Tomsk. Todo dicho.

El siguiente clásico fue la milla del Piñeyrúa, la carrera más abierta de todas las jerárquicas que tenía la tarde y pudimos ver a Quillan, al fin, ganar un clásico. Esta vez faltaban sus verdugos de siempre, Karmanguia y Justice Cat, y no desaprovechó la oportunidad ganándole, corto pero con autoridad, al interminable Gaucho.

Llegó el turno del clásico para las hembras, el triunfo de la forastera Queen of Clubs y el primer aviso de los brasileños para los uruguayos: defender el Ramírez iba a costar mucho. Esta potranca llegaba precedida de un segundo puesto de El Cosechero (anotado en el Ramírez) en el Bento Gonçalves, disputado en Porto Alegre unos meses atrás. Esa derrota le dio el roce necesario para que el cambio de casa y pista no le afectara tanto. La prueba está en la contundencia con la que le ganó a la valiente Queen Leca, que quiso unir las dos puntas y se encontró con una locomotora. “A virada começou” habrán pensado los brasileños, frotándose las manos de cara a la prueba principal.

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Foto: Alessandro Maradei

No se lo vaya a perder

Y por fin llegó el turno del Ramírez, la carrera que se corre el 6 de enero pero que en muchos casos se planifica durante todo el año. Algunos propietarios, ya por setiembre u octubre, cuando vislumbran que tienen un animal con chance de participar en la prueba, comienzan con las promesas. Pero promesas de verdad, nada de tatuajes o cortes de pelo. Promesas que duelen como la que hizo Martín a principios de noviembre: “Te firmo ahora la eliminación de Uruguay en primera ronda si nuestro caballo gana el Ramírez”. Se ve que Alonso también estaba en la sociedad y no sabíamos.

Los propietarios del Stud 3 de Enero creo que no deben hacer más promesas porque ya no tienen nada más que cumplir; escalar el Everest quizás, vaya uno a saber. Después de haber disfrutado al genial Invasor en la primera década de este siglo, no aflojaron y diez temporadas después Fletcher les daba el tan postergado Ramírez a Juan Vio Bado (enero de 2016). Tuvieron que esperar siete años más para repetir el triunfo y marcar presencia en la tercera década del siglo, y no fue un triunfo cualquiera, porque prácticamente fue de punta a punta. Porque Javier Emanuel Pérez tuvo que frotar la lámpara, como Pablo Falero, otro coloniense, para hacerlo reaccionar faltando 100 metros y recuperar la punta que frente a las tribunas le había sacado Quixote, el potrillo que lo vino vigilando durante toda la carrera y con el que Deividi Gaier dijo hace quince días que ganaba el Ramírez. Le faltó poco al jinete brasileño y se puede quedar tranquilo porque no perdió, le ganó el corazón enorme de un caballo enorme.

A pesar del exagerado dividendo, Roundofapplause no era un convidado de piedra. Había ganado el Gran Premio Jockey Club (G1) del 2022 y el Gran Premio Presidente de la República (G3) de este año. Venía de correr mal en el Gran Premio Comparación un mes atrás, pero Sebastián San Martín resolvió cambiar la forma de entrenarlo, de cara a esta carrera, y el caballo respondió donde tenía que responder, el día que tenía que responder.

Quedará para el recuerdo esta reunión por la cantidad de gente presente en Maroñas y por el esfuerzo de estos dos pura sangre durante los últimos 500 metros. Cierro con una frase que dejó Miguel Aguirre Bayley en la sala de prensa antes de irse: esto es una prueba más de que nadie sabe nada de carreras.

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