En el Campeón del Siglo, Peñarol no aprovechó el empate de Liverpool para aproximársele en el Clausura ni para sacarle más distancia en la Anual. Pudo ser peor y no quedarse con nada. Pero, en un partido esquivo, donde empezó perdiendo desde el vamos y donde no jugó su mejor fútbol, tuvo la tenacidad de nunca perder la fe y, allá en uno de los últimos suspiros, encontrar el empate que deja todo como estaba, al menos entre los dos primeros. Sergio Núñez hizo el gol arachán, Franco González el de Peñarol.
1. Claroscuro
Las ausencias y las lesiones cambiaron a Peñarol. El equipo que paró Darío Rodríguez fue bien distinto a lo que habitualmente pone en cancha. Es bravo planificar con buena parte de los jugadores no estando a disposición, pero también son gajes del oficio. Tomando esto como atenuante, lo que mostró el aurinegro en el primer tiempo fue bien poco.
Tuvo la pelota, pero no supo trasladarla; puso dos volantes para jugar por fuera, pero pasó buena parte del tiempo tirando la pelota al área, situación que facilitó el trabajo de la defensa arachana; con lo uno y con lo otro, no tuvo chances claras, porque la cantidad de centros fue inversamente proporcional a las posibilidades de gol.
Lo de Cerro Largo fue práctico y efectivo. Línea de cinco en el fondo, cuatro volantes por delante y un delantero neto: a defender y jugar de contra. Como si fuera poco, tomó a Peñarol distraído cuando el partido recién se armaba y se puso 1-0 porque Núñez atacó el espacio tras un centro impecable de Hamilton Pereira. Con la ventaja, a su juego lo llamaron: no pudo entrar Peñarol.
2. Con voluntad
El escenario no cambió para el segundo tiempo. Los arachanes jugaron con la tranquilidad de la ventaja y los carboneros con el nerviosismo de ir a dar vuelta el trámite. Es que son muchas cosas en disputa: el Clausura, la Tabla Anual, el Campeonato Uruguayo.
Peñarol tuvo ganas, temperamento, fue empujado por su tribuna, pero careció de circuitos, ni que hablar de profundidad, quiebres de líneas o pases filtrados. No iba a ser su noche, pero nunca dejó de intentarlo y por ahí está su mérito.
Darío Rodríguez tiro el equipo arriba y, tras ello, siguieron lloviendo centros al área de Cerro Largo, pero había más gente amarilla y negra buscando el cabezazo o esperando el rebote. Los del interior tuvieron algún contragolpe, pero no decidieron bien. Un 2-0 era lapidario tal cual estaban las cosas.
Pero Peñarol sabe de arremetidas y en un ollazo, de esos que siempre se intentan y pocas veces dan resultado, el arquero israelí Tomer Haran salió lejos, no pudo atrapar la pelota, y el Cepillo González la encontró al borde del área para patear rastrero y lograr un punto que es más que cero. Nada más.
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