Con un impresionante golazo de Luciano Rodríguez, Uruguay venció 1-0 a Paraguay y mantuvo el liderazgo del Sudamericano sub 20 a la espera de la última fecha con Brasil en la que se definirá el título.
Faltaban diez minutos para el final de un partido complejo, entreverado, difícil. Luciano Rodríguez, que tuvo marca personal cada vez que fue a recibir, controló de espaldas al arco y lo voltearon. Tiro libre. Era lejos del arco, capaz que estaba mejor para el centro, pero el mediapunta surgido en Progreso y que no ha llegado a debutar en Liverpool estaba haciendo foco en el arco contrario, y fundamentalmente en el ángulo superior derecho. Cuatro o cinco pasos de carrera y un bombazo impresionante que se incrustó en las redes.
Golazo para Uruguay, que aun jugando su partido más flojo, el más difícil de afrontar porque todos sabían que todo se decidirá el domingo, sumó una nueva victoria a su récord de siete triunfos y un empate.
Ha sido impactante, sólido y esperanzador el torneo de los dirigidos por Marcelo Broli y el Ruso Diego Pérez, y no precisaría el sello del utilitarismo del título para que quede en el recuerdo como un gran campeonato, pero el domingo en el partido ante Brasil todo se podría coronar de la mejor manera.
No pasa nada
No es fácil desagregar los factores, pero especialmente la primera parte mostró a dos equipos inconexos, y particularmente a Uruguay alejado del rendimiento de los siete partidos anteriores. Seguramente esa es una de las variables inevitables, dado que estar jugando a alta intensidad física, técnica y emocional ocho partidos en menos de 20 días, los últimos cuatro a 3.000 metros de altura, genera un desgaste que va en ascenso.
Otro elemento indisimulable es la relajación después de haber clasificado al Mundial y a los Panamericanos sabiendo, además, que el partido con los paraguayos no era determinante para jugar por el título el domingo ante Brasil; y por último, que casi la mitad de los jugadores (cinco) estaban arrastrando una amarilla de la ronda final, y una pierna mal puesta podía significar no jugar en la definición del torneo.
Como sea, a Uruguay le costó muchísimo parecerse al de cualquiera de los siete partidos anteriores, por más que la disposición táctica fuera casi idéntica y la oncena también.
En la primera parte no hubo casi nada, más allá de una pelota en el travesaño uruguayo en gran cabezazo guaraní, y un bombazo de Damián González que el arquero paraguayo sacó maravillosamente al córner.
Paraguay jugó con intensidad ofensiva en busca de un triunfo que le pusiera definitivamente en el Mundial, pero Uruguay, aunque más flojo y menos efectivo con la pelota, defendió bien en el área.
Después en la segunda parte el equipo celeste se liberó un poco más, ya de arranque, pero aún más cuando los cambios permitieron a quienes entraron en juego liberar el inconsciente de los que arrastraban amarilla. Entonces se abrió el partido y era esperable que llegara algún gol.
Y llegó, y en la tribuna, y en la cancha, y frente a los televisores quedamos confortados y muy contentos por el gol de Luciano, por el triunfo, por el campeonato, por el fútbol, por Uruguay.