Uruguay derrotó 4-1 a Venezuela en la tercera fecha de la ronda final del Sudamericano juvenil que se está realizando en Colombia y aseguró su participación en el Mundial de la categoría que se desarrollará en Indonesia, y también se aseguró de que, pase lo que pase el jueves cuando enfrente a Paraguay, el domingo en la última jornada ante Brasil estará jugando por el título.
Se trata de la octava clasificación consecutiva a los mundiales sub 20 desde la aplicación de las ideas del Maestro Óscar Tabárez de institucionalizar los procesos de selecciones desde la formación de los juveniles. Es una marca sin igual que se inició con la sub 20 de Luis Suárez y Edinson Cavani, dirigida por Gustavo Ferrín, en 2007.
Los goles celestes, que jugaron de blanco, fueron convertidos por Fabricio Díaz, Ismael Sosa y Álvaro Rodríguez en dos oportunidades.
Lágrimas celestes
Se jugaba el segundo tiempo, Uruguay ganaba 3-1 pero el partido era dificilísimo. Franco Cepillo González, ese joven creativo con pinta de veterano, arrancó por milésima vez. Lo pararon, lo golpearon, quedó en el piso, y el cuerpo técnico decidió sustituirlo. Pero el Cepillo, como Álvaro Palito Pereira contra Inglaterra, no quería salir. Lo abrazó Marcelo Broli, pero para consolarlo y sacarlo a la vez, y lo abrazó el Ruso Diego Pérez, que le habló como a un hijo. Y el Cepillo lloró por querer jugar, por la celeste, porque no quería dejar a sus compañeros.
Grande, Cepillo. Acabo de sellar tu acción para que entre en el expediente de los gestos inolvidables, como el Canario Pablo García mostrando el tatuaje de Artigas, como el Tata Álvaro González mostrando las cuatro estrellas, como el Luis llorando.
Categoría muy difícil
En el principio del partido se confirmaron las proyecciones de que sería un juego riesgoso. A pesar de que Uruguay de arranque tuvo una gran chance de convertir, los venezolanos -que ya habían sido un duro rival en la serie y venían de un juego de igual a igual frente a Brasil- empezaron con su juego fuerte y de rápida técnica a poner la pelota en campo uruguayo y a tener finalizaciones de enorme peligro para el arco de Randall Rodríguez, que en un minuto vio cómo el palo y una gran atajada mantenían su arco en cero.
Sin embargo, apenas atravesada la frontera del cuarto de hora, y en una jugada de gran combinación colectiva, el rochense Renzo Sánchez, jugando por la izquierda, quedó para rematar y lo tumbaron de atrás (o no, no pareció penal). El árbitro cobró la pena máxima y el capitán Díaz lo transformó en gol.
El partido siguió siendo complejo por la muy buena capacidad de toque y encuentro de los fuertes venezolanos. En la media hora llegó el empate vinotinto mediante otro penal, que, igual que el que favoreció a Uruguay, tampoco existió. Alcócer sacó un bombazo desde los 12 pasos y puso el 1-1. De inmediato, una hermosa jugada de los juveniles uruguayos por la banda derecha terminó en una asistencia de gol al centro del área para Álvaro Rodríguez, que mostró sus condiciones de goleador de área definiendo de primera y poniendo el 2-1 para Uruguay.
Ya sobre el cierre de la primera parte, con el trámite del juego friccionado y parejo, llegó el tercero uruguayo a partir de un remate de Sosa, que desde atrás de la medialuna sacó un remate que, viboreando por los efectos de la altura, venció al arquero venezolano para poner el 3-1.
En la segunda parte, la acumulación de cansancio -jugaron ocho partidos en 17 días-, los efectos de los 3.000 metros sobre el nivel del mar del Metropolitano de Techo, y el buen nivel de juego de los venezolanos, que, acuciados por la situación, salieron con todo a tratar de sitiar el arco uruguayo, hicieron que los gurises estuvieran incómodos durante varios minutos, pero, como si esa opresión y resistencia fuera parte del libreto de este colectivo, aguantaron a pie firme y además lograron salir de contragolpe buscando un gol más, que llegó a 12 minutos del final.
Enorme victoria, enorme gestión, clasificación al Mundial y una gran ilusión.