Gianni Bismark Guigou nació en Nueva Palmira hace 48 años. Debutó en Nacional en 1994. El fútbol del mundo aterrizaba en Estados Unidos, a Andrés Escobar lo mataron por hacer un gol en contra con la camiseta de Colombia y al Diego le cortaron las piernas una vez más. Robertino Baggio pateó un penal que todavía no cayó y el scratch de Carlos Alberto Parreira hizo bailar al mundo.

Sopla un viento que sale de Montevideo. Una cancha perdida entre el lujo y el abandono hace de sede. En el camino se puede cruzar una bici destartalada que busca el día o una camioneta lujosa que va para los barrios más exóticos y pitucos. El griterío de los pibes es casi como volver a escuchar para un sordo. Guigou se alejó de las canchas una vez que colgó los botines en 2010 con la misma camiseta que lo vio nacer, la de Nacional. No quiere entrar en detalles porque no le interesa ni figurar ni revivir muertos del pasado, sentencia que “en el ambiente del fútbol conocimos gente que nos acostó”. Habla en plural por su compañera de toda la vida, con quien se dedicaron a los negocios inmobiliarios y agradecieron la espalda que les había dado la carrera para poder trabajar y seguir. “Hay gente espectacular en el fútbol, pero también hay gente que falta a la palabra. Y para mí antes de un papel está la palabra”.

Hoy Guigou es el gerente deportivo del Sportivo Bella Italia, aunque sostiene que su rol está en construcción. El equipo nació como un apéndice del Deportivo Bella Italia de Mercedes, que competirá con su entidad de origen en la OFI, mientras que el Sportivo, “su hermano”, disputa el campeonato de la C de la AUF.

Gianni Bismark mira de reojo el entrenamiento del Bella Italia donde unos pibes baten duelos para siempre. Parece seguirlos con la mirada mientras desbordan, quizás pasan todas sus épocas en los botines de un gurí. “Alejarme del fútbol también me hizo perder confianza en mí mismo, afectó mi autoestima por no saber cuál era mi lugar. Eso me generó temor y rechazo”.

Entrenamiento del Club Sportivo Bella Italia, en el complejo de Los Teros.

Entrenamiento del Club Sportivo Bella Italia, en el complejo de Los Teros.

Foto: Alessandro Maradei

Hubo un tiempo en que emigró a la Roma de Italia y su pase valió millones. Ganó el Scudetto con la loba. Conoció el brillo: el brillo de los flashes, el brillo de la guita, el brillo de una pelota mojada. Conoció su propio brillo y reconoció en él al botija que corría atrás de una pelota en Nueva Palmira, sin saber siquiera que aquella esfera marcaría su vida. Jugó también en el Siena, en la Fiorentina y en el Treviso, antes de volver a su casa en el Parque Central. Con la selección debutó en la Copa América de Colombia en 1999, jugó Eliminatorias y el Mundial de Corea y Japón 2002, el del recordado cabezazo al aire de Víctor Púa, el gol de antología de Darío Rodríguez, la simbólica figura de Fabián O’Neill, la identitaria figura del Chengue. “Muchos amigos me pedían que volviera, que me acercara, pero no sentía que tenía que volver hasta que entramos en esto. Rodrigo [Lubetkin] y Nacho [Ignacio Beneditto] me motivaron. Estoy en este proyecto con ellos porque me siento a gusto, porque estoy feliz y porque estamos alineados en lo que somos y cómo pensamos”.

Bella Italia es un equipo de Mercedes fundado en 1948. Participó sus primeros años en la denominada Liga Oratoria de baby fútbol hasta que se afilió a la Liga de Fútbol en 1954, al mismo tiempo que Túnel y el Con Los Mismos Colores. El plan que se viene llevando a cabo por el equipo de trabajo que encabeza Gianni Guigou es un plan híbrido. Mientras se construye un complejo deportivo, en las afueras de Mercedes, con el objetivo de abrir para la gente un mojón deportivo y social, el Deportivo Bella Italia participará en ONFI (Organización Nacional de Fútbol Infantil) y en OFI (Organización del Fútbol del Interior), a la vez que un apéndice, o “un hermano”, como lo llaman, participa en la divisional C de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF): el Sportivo Bella Italia, una sociedad anónima vinculada con la asociación civil y con objetivos en común: “El objetivo es que crezcan. Que crezcan en el fútbol. Más allá de que algunos por edad obviamente tienen menos posibilidades. Hay muchos que estudian, cosa que yo no hice, por ejemplo, me dediqué al fútbol y dejé el liceo a los 17. Los sueños de mejorar los tenemos todos, un mejor equipo, la economía. Los objetivos al final se los pone cada uno, quizás alguno esté pensando en seguir su carrera de estudio más allá de progresar en el fútbol y eso está bien. Hacemos esto porque a todos nos encanta el fútbol, eso primero, pero también queremos hacer lo mejor posible para que hoy o mañana los jugadores tengan una mejor oportunidad, pero para eso tenemos que darle crecimiento y valores. Que sepan valorar lo que podemos darles, y nosotros valorar lo que ellos tienen para dar. Muchos trabajan todo el día después de entrenar, pero a las 8.00 es la citación y no hay uno que llegue tarde, ¿qué más?”.

Foto del artículo 'Gianni Guigou y su resurgir dentro del fútbol'

Foto: Alessandro Maradei

El otro objetivo principal es relanzar un equipo de la colectividad italiana. Rodrigo Lubetkin comenta al pasar: “El Sportivo Bella Italia es una mezcla entre un negocio y ese vacío deportivo y social de las segundas o terceras generaciones de descendientes de italianos. Eso implica un movimiento cultural. No nos satisface sólo el negocio del fútbol, es un proyecto integrado. Queremos relanzar el espíritu de la colectividad italiana que sabemos que ama al fútbol”.

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El rol que ocupa Guigou está en construcción, como él mismo lo define. El rol de Fernando Muslera, socio de este proyecto, también. El arquero aún cuenta hacia adelante años bajo los tres palos, pero a la vez se muestra cercano al proyecto, que también tiene otros exfutbolistas –o futbolistas para siempre– como el entrenador Mathías Corujo y su ayudante Nicolás Amodio, que compartió colores con Guigou en el Treviso. Amodio, de gran trayectoria en el fútbol italiano habiendo vestido además camisetas como la del Napoli, le comenta algo a Corujo que termina por dar la indicación. La conversación se frena por un tiro libre al borde del área. Dice Guigou: “Siento que me pasa a mí lo que les pasa a los jugadores. No tuve una mala infancia, pero no me sobraba nada, vivíamos con el esfuerzo de mis padres en Nueva Palmira. Estoy atento a qué puede estar necesitando alguien o qué hace falta en el vestuario. Estamos para resolverlo, hay un grupo de trabajo, está el que sabe de documentación y el que se crio en un vestuario. Nos nutrimos entre nosotros”.

Foto del artículo 'Gianni Guigou y su resurgir dentro del fútbol'

Foto: Alessandro Maradei

El Sportivo Bella Italia entrena en un lugar apacible. Los jugadores llegan en hora para llegar en hora, valga la redundancia, al trabajo o a estudiar. En el vestuario hay frutas, café, tostadas, mermeladas. El campeonato está arrancando y para eso Chiche Corujo ensaya sus primeras estrategias. En una pequeña tribuna de tablones. Guigou está feliz por volver al fútbol. Destaca la presencia de Corujo como entrenador principal: “es un punto clave del proyecto”. Habla de la construcción de roles y de correrse de los vicios del ambiente que terminaron por ahuyentarlo años atrás. Dice que es “una especie de resurgir dentro del fútbol, y que quien no pasa por estar alejado del fútbol quizás no se da cuenta de lo que se siente”.

Daniel Zorro Solari: dueño de la historia

“Hoy fue un día largo de laburo, soy electricista, ando en la calle todo el día para un lado y para otro y soy director técnico de Racing de Mercedes. Mi padre fue fundador del Bella Italia y referente. Teníamos la personería jurídica y el libro de actas, que cedimos para que pueda reaparecer el club y además jugar en la C con este proyecto de algunos socios. La historia de Bella Italia es una historia de mucha anécdota, historias de bandidos, y también historias de que cuando nadie hacía nada Bella Italia viajaba a Montevideo, viajaba a Durazno, a Tacuarembó, a Cerro Largo. Mi viejo fue un adelantado en hacer viajar a los equipos de baby fútbol; a campeonato que podía entrar, entraba. Tenía muchos viajes y llevaba mucha gente. Era muy querido el equipo. Mi viejo se cansó del equipo de mayores, después lo agarró otra gente, lo tuvieron un par de años pero no dio para más y se cerró. Se terminó, era muy caro todo y se complicó. Se resolvió no jugar más y siguieron adelante con la sede social durante diez o 15 años, debe haber estado abierta hasta 2008. Fue un equipo que marcó una época. En el 80, cuando fue el Mundialito, mi viejo llamó al padre de Diego Schaffer y le donaron 5.000 pelotas de plástico para el pueblo. Dos camiones llegaron y se armó un partido con Schaffer jugando para Bella Italia. Vinieron como 10.000 personas al Parque Don Bosco.

De Bella Italia salimos dos jugadores que fuimos profesionales, Daniel Cavallero, jugador de Peñarol en el 86 y el 87, jugó en Rentistas y en Fénix; y yo, que jugué en Banfield, en Colón de Sante Fe y en Rampla. Son pocos los equipos que han podido sacar dos jugadores profesionales. Con esta reestructura vamos a poder volver a ver la camiseta después de 30 años, volver a ver que la gente esté identificada con el club se siente bien, es lindo”.