¿Qué pasa?
¡Bo, me dijeron que había partido y al final no hay nada!
Yo me estoy preparando y todo lo hice al santo cuete.
¿Qué pasa acá, técnico?
A ver, no sé, yo le pregunto porque usted es el que nos dice todo,
ya sé, ¿pero qué pasa?
Yo me estoy preparando y todo, ya me preparé,
ya estaba justito pa’ salir y ¿ahora sale esta noticia?
Además, ¿por qué no avisaron antes?
¿Y por qué se suspende el partido si yo no veo que haya lluvia acá?
¡Bo, a ver si ponen un poquito más de empeño en lo que están haciendo!
Están haciendo que los niños jueguen
y suspenden a cada rato los partidos.
Y esta vez se suspendió por nada
porque yo no veo que esté mojado nada.
Hay tremendo solcito pa’ jugar al fúbol.
¡Déjense de joder!
A ver, arreglen algo y vamo’ a ver qué sale.
¡Hablen!
Hablen pa’ ver si este partido no se va a suspender.
Yo no voy a dejar que se suspenda así tan nada más.
Mi madre gastó plata,
malgastó tiempo preparándonos,
buscando una comida pa’ comer rapidita,
¿y ustedes, qué?
¿Suspenden el partido?
A última hora.
A última hora lo suspenden.
Si lo hubieran avisado con tiempo capaz que ahí sí entendía
pero ahora no puedo entender.
Qué, la otra vez se suspendió un partido, la otra vez otro.
¡Pará!
En serio, necesito que hablen y que se entienda.
Que hablen un poquito, porque yo no voy a estar aguantando no jugar partidos
por cosa de que está mojada la cancha, está no sé qué, no sé cuánto.
De última los llevamos pa’ nuestra cancha
y los cagamo’ a goles allá.
¿Qué pasa?
***
El texto que transcribí pertenece a un audio que se viralizó en setiembre de 2018. El que dice todo esto es un niño, no sabemos su edad ni su nombre. Su descarga es una declaración de principios, el manifiesto de un niño que quiere salir a jugar a la pelota. La viralización del audio estalló cuando el argentino Gabriel Lucero le hizo una animación para su programa Gente rota y lo subió a sus redes sociales. El video se puede encontrar en YouTube, tiene un millón y medio de vistas, y está titulado Tremendo solcito (lo siento, Gabriel, pero prefiero copiar este título antes que perderlo). La animación está muy bien lograda pero tiene dos desaciertos que no puedo dejar pasar. El primero es que el niño aparece en un vestuario y le habla en la cara al técnico, cuando es evidente que se encuentra en su casa. El segundo, ya más sutil, es que el niño aparece vestido de civil, cuando todo hace pensar que al momento de decir estas palabras este niño ya estaba vestido de futbolista, con las medias altas y los cordones bien ajustados, quizá imitando el peinado o la pose de alguno de sus ídolos, ya pronto para entrar a la cancha.
Entre los 1.305 comentarios del video se abren varios temas de debate. Para no perder la costumbre, argentinos y uruguayos se disputan al protagonista. Muchos ponen cosas como “así son los pibes argentinos”, y los uruguayos se encargan de refutarlos. Las dos partes, en cierta medida, tienen razón. No hacen falta más de tres segundos para darse cuenta de que este niño es más uruguayo que Jaime Roos, pero también es cierto que un argentino (niño o adulto) puede sentirse representado, y la prueba está en la propia viralización del mensaje.
Un segundo debate gira en torno a la edad del niño. Varios hacen chistes del tipo tiene entre 7 y 54 años. Habla como un adulto, dicen algunos. Otro responde: “Los niños uruguayos tienen ese hermoso vocabulario”. Muchos destacan la claridad para expresarse y el uso de palabras como “empeño” o “malgastó”. Un comentarista se tomó el trabajo de hacer un punteo de virtudes:
- Habla de frente.
- No busca excusas para suspender.
- Se preocupa por la vieja.
- Propone alternativas.
- Incita al esfuerzo y a la comunicación.
Algunos pocos le ven también un costado negativo. Por más que tenga razón, no está bien que un niño le hable así a un adulto, dicen. Y es cierto que mete el peso cuando habla. Al hacer la transcripción, sentí que le podría haber puesto signos de exclamación a cada una de sus frases, incluso a las que tienen forma de pregunta. La clave en cuanto al tono la encuentra un usuario llamado Bere Mime Bear, que en su comentario dice: “Es adorable y agresivo al mismo tiempo... es un caniche”.
Otros acusan a la madre de haber guionado el reclamo de su hijo. Esto, creo, es infundado. Si bien se escucha de fondo a la madre, cuando, por ejemplo, le pide que recalque que el partido se suspendió a último momento, en la esencia misma del mensaje se nota la voz propia del niño, la voz precisa y espontánea de un niño que sabe que hay tremendo solcito y quiere salir a jugar. En defensa de la suspensión, una persona, probablemente el encargado de una cancha o torneo, dice: “Se quejan si se suspende el partido, pero si se juega con la cancha embarrada después también se quejan cuando queda toda poceada”.
Por último, encuentro un comentario que nos acerca a la identidad del niño. Es de 2018 y las iniciales de su usuario son C.S. Dice: “La voz de ese niño es de mi cuñado chico. Tiene 11 años, se llama Sebastián Obiedo y juega en el club Arapey Mendoza. Su sueño es ser jugador profesional y además sueña jugar en el Barcelona”.
***
Hoy es 11 de junio de 2023 y Sebastián me recibe junto con su madre y hermano mayor en su casa en el barrio Casavalle. Afuera, en la entrada, hay unas construcciones a medio hacer y un pitbull marrón atado a su cucha; adentro hay un partido de fútbol en pausa en la Play, hay banderines y posters de Peñarol, unos tambores y una trompeta (el hermano me dice que tiene una banda de plena), un gato llamado Popeye, y una mesa blanca con unas sillas en las que nos acomodamos. Más al fondo se ve una gran bandera de Uruguay desplegada sobre un sillón, frente al televisor. Nos estamos preparando, dice el hermano. Dentro de cuatro horas va empezar la final del Mundial sub 20 entre Italia y Uruguay y en el aire ya se nota la agitación.
Sebastián tiene 16 años y su voz, naturalmente, ha cambiado con respecto a la del audio. Ahora su tono es calmo y pausado. Me dice que tenía diez años cuando mandó ese audio al grupo de Whatsapp que tenía con sus compañeros y el técnico del Club Arapey Mendoza, que todos lo tomaron para la risa y que ese partido no se jugó. Esto fue a finales de 2017. Una mañana como cualquiera, casi un año más tarde, la madre dejó a Sebastián en el Colegio Cristo Divino Obrero donde estaba becado y se subió al ómnibus para ir al trabajo. Dice la madre: “Yo iba distraída pensando en mis cosas y de repente escucho de atrás la voz de mi hijo. Pensé: ¿cómo está acá la voz de Sebita si yo lo acabo de dejar?”. La voz venía de un celular unos asientos más atrás, un muchacho miraba la pantalla y sonreía. A partir de ese momento lo empezaron a ver por todos lados, sus conocidos se lo comentaban y hasta salió en el informativo de la tele. La primera vez que Sebastián lo vio fue con la animación. Le pregunto cómo fue ese momento. Fue raro, me dice. Le pregunto por qué piensa qué pegó tanto. Me dice: “Porque mostraba las ganas de alguien de hacer lo que le gusta”. Cómo llegó el audio del grupo de Whatsapp al animador argentino sigue siendo un misterio para ellos.
Después de Arapey Mendoza, Sebastián estuvo un año en las infantiles de Colón. Después llegó la pandemia y se cortó todo. Los clubes de acá quedaron muy parados, a muchos los saquearon, dice la madre. A los 14 años, Sebastián jugó en la divisional D en el club Hacele un Gol a la Vida. Dice el hermano: “Lo llevó un jugador llamado Cardona que tenía el récord Guinness por jugar profesionalmente a los 59 años, y entonces lo llamó a Sebita para tener otro récord: el de mayor diferencia de edad entre dos jugadores de un mismo cuadro profesional”. El hermano me muestra el carné de la AUF de Sebastián y me cuenta que ahora está tratando de conseguirle un club para que empiece a entrenar.
Mientras tanto, Sebastián juega al fútbol donde puede. En el campito, por ejemplo, con los primos más grandes. “A veces me llaman de la fábrica de cartón que está acá en la esquina cuando les falta uno, me pagan la cancha y todo”, dice. Sus ídolos de niño eran Messi y Zalayeta. De la sub 20 le gusta el Cepillo González. Dice: “Es como yo, ágil, gambeteador, es chiquito pero es vivo para meter el cuerpo; se arriesga todo con la pelota.” En el patio de la casa tiene armado un sistema de entrenamiento con varios tipos de pelotas. A la de básquetbol, que es pesada, le pega para ganar potencia. Con las más chiquitas busca ganar precisión. Dice: “Al momento de jugar tengo un plan; cuando regateo me gusta ser yo quien lleva la pelota y no, como quien dice, que la pelota me lleve a mí. Pero me falta trabajar en lo físico. A veces me canso. Me falta el cardio para aguantar 90 minutos”.
Sebastián está en segundo año de UTU. Dice la madre: “Es como una UTU/liceo, un proyecto nuevo. Va de 8.00 a 16.00 y queda acá cerquita. Es la única forma de tenerlo seguro. Como madre estoy orgullosa; pasa todo con ocho o nueve. Se hace querer por los compañeros y los maestros. Siempre es un líder. Del liceo anterior no nos querían dar el pase por todo lo que se habían encariñado con Sebita”. Y Sebastián agrega: “Yo quiero ser jugador de fútbol, pero no quiero dejar el estudio. El problema son los horarios. Ahí es cuando choco. Yo sé lo que puedo jugar, pero capaz que alguien juega mejor que yo, y entonces, ta, me gusta tener asegurado todo por si las dudas. Por eso admiro a Kaká, que se graduó con un título”. También le gusta relatar partidos. “Cuando juegan a la Play aprovecho para meter alguna frase; hago relato y comentario, todo junto, y ponele que me sale bien”, dice.
En 2021, el partido que debían jugar Brasil y Argentina por las eliminatorias del Mundial se suspendió a los cinco minutos de haber empezado cuando las autoridades sanitarias ingresaron a la cancha. Este hecho insólito, como era de prever, desató una andanada de memes. La gran mayoría apuntaba al supuesto miedo de Brasil de jugar contra Argentina. Pero también recuerdo uno en el que no había burla sino reivindicación y lamento. En la imagen se ve a Messi y Neymar hablando entre ellos, de fondo las autoridades que suspendieron el partido. “Hay tremendo solcito pa’ jugar al fúbol”, dice el texto. No queda claro si lo dice Messi o Neymar porque ambos tienen la misma cara de decepción y se tapan la boca con la mano. Y, además, salvando el idioma, la frase le calza perfectamente a cualquiera de los dos.
Le pregunto a Sebastián si conocía este meme y me dice que sí. Le cuento que la frase también se usa en formato de sticker en los grupos de fútbol amateur, como mensaje motivacional antes de un partido, y también como reclamo cuando alguno dice que no está para jugar. Esto me dice que no lo sabía. Si algún día quiere ser relator, ya va a arrancar con una frase propia bien metida en el habla popular futbolera.
Por último, vamos al patio. Sebastián se calza la bandera uruguaya y domina la pelota para la foto. La madre y el hermano lo miran. Dentro de dos horas arranca la final del Mundial sub 20 y hay tremendo solcito pa’ jugar al fúbol.