El sábado el invierno era como una serpiente entre la ropa. Todas las rendijas de la tela permitían que el invierno se deslizara por los cuerpos. Al sol como lagartos buscando templar, había que agarrarse de las rejas, porque escalones arriba en la tribuna que da a camino Mendoza, el viento era otra cosa.
El viento del invierno del sábado fue secando los pómulos, causando grietas. Así como la erosión de las piedras por el agua, los gestos por el clima. Dentro del field, otro cantar. El viento sólo corrió por fuera.
Desde temprano unos colgaron banderas. El novel Estudiantes del Plata, con la misma camiseta del pincha argento, pero sin esa mística bilardista ni veronista, ni sabellista. Una de las banderas rezaba: “La Tahona”. ¿Cómo puede esa identificación generar en propios y extraños algo cercano a la garra? No hay garra en La Tahona, pero la bandera que colgaron los de Estudiantes flameó. Al lado, una que decía “El 9”. Pero el delantero con ese número no era la promesa. “Resto Pub El 9” es un antro costero que si lo ves de afuera está cerrado, pero en realidad siempre está abierto. Parece tan sólo un lugar donde estacionan hasta 30 autos, pero detrás de esas cortinas hay campeonatos de póquer, un poolcito para esperar el turno, y una cantina algo misógina donde los hombres se encuentran a beber, junar el Instagram y hacer chistes pasados de moda.
Lo cierto es que lo más bilardista de este Estudiantes del Plata fue la presencia de Edgardo Arias con sus piernas combadas para esconder gallinas. El director técnico, de vasta experiencia en el medio, asumió la conducción del equipo y trilló la línea punteada. Protestó cuando sus jugadores no se movieron a buscarla, y probó con fórmulas defensivas que los futbolistas, muchos noveles, otros en el ocaso o en el olvido, intentaron codificar. Hay mucho de humildad, de oficio, de entrega en cada comando.
El partido fue para Lito, que también colgó sus trapos: uno con el escudo de Aguada que decía “Arroyo Seco”; otro con la edad. El Lito de 1917 volvió a las canchas y se clasificó por primera vez a la Copa Uruguay a disputarse desde el 22 de agosto. El Lito, fundado en la esquina de Santa Fe y Agraciada donde había un café con su nombre, supo conseguir los títulos de la Divisional Extra y de la Intermedia en 1919 y 1920 para jugar el Campeonato Uruguayo, en el que se sostuvo hasta 1928. Durante el cisma del fútbol criollo que permitió la creación de una asociación diferente de la AUF –la Federación–, el Lito presentó dos equipos diferentes: el Lito cuadrado que jugó en la Federación y el Lito redondo que permaneció en la AUF.
Fueron claros dominantes del partido. Quizás en los pies de uno de los Chengue Albín pudo haber estado el descuento. Pero erró mucho el Lito y el arquero costero se lució. Escondía entre sus ropas los kilos que no rozó el viento, pero eso no le impidió volar. Descolgó una del ángulo cuando el partido ya estaba 1-0 para los suyos. Es que sobre el final del partido Estudiantes encontró el gol en la primera quizás que pateó al arco. La pelota, mansita, se coló contra el palo para el delirio de los de La Tahona o los del 9, vaya mezcla.
En la tribuna un veterano vendió tazas y vasos con el escudo del Lito; además, pasó la “gorra” para los jugadores, lo más under. Albín salió caliente con el cambio, otro salió caliente consigo mismo. Es que los sueños son todos parecidos. El Lito empató en la hora. El autor del gol se arrodilló cerca de la tribuna, señaló al cielo, se tomó con ambas manos el rostro y al mismo tiempo la camiseta, lloró, rio, descargó la ira del olvido.
Hubo gente que se perdió los penales por hacer la fila de las tortas fritas. En ese suerte y verdad los arqueros se lucieron. El Lito se clasificó porque el mismo que empató el partido definió en el quinto penal. Pinchó el cielo con los dedos. Desató el canto del himno entre sus hinchas: “Lito querido, cuadro invencible, fuerte, aguerrido e irresistible. Siempre Centro Lito adelante, triunfante, triunfante, porque tiene garra y corazón, campeón, campeón. Que proclaman tus parciales que son inmortales, ¡tu gloria y honor!”.