Deportivo Maldonado visitó a Cerro Largo desde los últimos escalones de la tabla de posiciones, mirando de costado el descenso. El arachán lo recibió en el estadio Ubilla, desde su puesto de clasificación a la Copa Sudamericana, más allá de las turbulencias del año. Pero ni Deportivo Maldonado ni Cerro Largo estaban inspirados esta tarde, por la octava fecha del Torneo Clausura.

El primer tiempo fue olvidado apenas pitó el árbitro. En la tribuna los escasos hinchas deambulaban como los perros. Los arqueros no existieron más que para un saque de arco, que no desató ni una vocal al producirse. Al Depor le pesa el promedio como a un mal estudiante. Apenas si conversaron entre ellos los futbolistas, ni con el juez. Todo fue una especie de limbo de siesta norteña. Una práctica por los puntos y unos puntos que valen demasiado, más allá del sopor, de la tabla y del clima melense.

Podría decirse que el local tuvo alguna intención, algo de Luciano Cosentino, la referencia constante en ataque de Sebastián Sosa. Gonzalo Córdoba, con algo de suerte e imperfección, casi lo complica en un córner que se fue cerrando. La visita, por su lado, se acordó de atacar con Santiago Cartagena. Un riesgo de siesta fue el sol en la tribuna Eulogio Machado, cerca de lo de mi amigo Denver. En el entretiempo la tele no tuvo jugadas destacadas.

Entrado el segundo tiempo, la primera peligrosa para el local permitió la esperanza del gol. Assis tiró un tibio centro que complicó sin embargo a la defensa, que estaba a otro ritmo. Cosentino, cayéndose, remató por encima del travesaño. Briam Acosta tiró alguna magia cuando entró, y por poco Renato César no abrió el marcador. Los cambios le dieron otro tenor al juego. Acosta fue el mejor de los fernandinos, pero Cerro Largo, aunque con cierta desprolijidad, se aproximó con peligro al arco que Guillermo Reyes defendió como pudo.

El partido, sin embargo, pudo ser para cualquiera, uno necesitado porque el fondo de la tabla quema como la tarde en el norte. El otro, por terminar de instalarse en puestos de Sudamericana. Seba Sosa quiere la camiseta y juega para los compañeros. Assis lleva la cinta que bien podría llevar o ha llevado Sosa. Es un laborioso del mediocampo con buen pie. Labor y buen pie se juntaron con el amor a la camiseta de Sosa, que le dejó servido el gol a su club faltando cinco para el final.

Assis convirtió y corrió señalando a su compañero, a la banda de La 22, tras el arco que da a Brasil, y a su gente, cobijada por una sombra fresca de primavera en la tribuna principal.