“A veces se gana y a veces se aprende”, comentan en algunas canchas. De los años de aprender Paula Eastman Ruegger tuvo bastante. Con la verde de Layva y con la celeste del alma. Habría que ver si cuando se gana no se aprende. Ella está en condiciones de experimentarlo ahora, que va a recordar 2024 como un año marcado por las victorias y, en todo caso, por los aprendizajes que hayan venido con ellas.

Devolver un equipo al primer lugar del escalafón federativo, como hicieron este año las jugadoras de Layva, es un logro que no conseguían desde 2017 las que visten la camiseta del club de la calle Julio César. Pero hace incluso más tiempo que nadie de este pequeño país conseguía devolver a la selección de mujeres a un mundial. Esta vez sí, se pudo. Uruguay se mezclará en el alto nivel internacional por primera vez en 14 años. Bastante tiempo en el que sólo se obtuvo un gran logro: la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de 2015. El resto del tiempo, la selección se la pasó aprendiendo.

Eastman la integra desde 2018 y es ahora capitana. Recibió a la diaria en su casa. No en su domicilio, pero sí bajo el techo del club en el que juega y trabaja, del que se fue en 2022 para jugar en el Balonmano Colores Zaragoza, en España, y al que decidió volver un año después, convencida de que para disfrutar del handball precisa de sus amigas, su camiseta, su profesión; su vida además del juego.

¿Cómo se vivió la clasificación al Mundial?

Estuvo espectacular. Fue un proceso y un torneo muy disfrutable. Más allá del resultado, que es como el broche de oro, fue un proceso que se vivió con muy buena energía por parte del equipo. Se sentía una vibra muy positiva, un foco muy claro que era el objetivo de clasificar al Mundial después de tantos años.

¿Eso es un contraste en relación a otras ocasiones?

Sí, fue algo distinto en esta oportunidad. Es una sumatoria de muchas cosas. Procesos que se consolidan y quizás eso también es el resultado de un proceso más largo que pasó por otros más duros y no con tanto disfrute. Creo que fue un contraste grande. Hay veces que iniciás los procesos y te das cuenta de que no va a estar para vos. El deporte tiene un poco eso. Esta vez se sentían cosas buenas.

¿Por dónde pasa ese análisis?

Por fortalezas nuestras. Como esto que te digo de sentir que se consolidan procesos de formación del equipo, de jugadoras a nivel técnico y táctico, y también por el estudio del rival. Una sensación de que esta vez sí, tenés todo para esto: conseguir el tercer puesto y la plaza al mundial.

Y en ese todo, a nivel de juego, ¿qué elementos entran?

Yo creo que la paridad de nivel de las jugadoras de la selección fue muy importante en el proceso. Sentir que hay muchas jugadoras que están a nivel y que realmente hay un esfuerzo colectivo muy grande. Sin caer en romantizar ese esfuerzo, porque es muy duro y sabemos que no todas llegamos a ese lugar. Tener la oportunidad de estar ahí, primero que nada es un privilegio. Pero sentimos que somos muchas las jugadoras que realmente tenemos el nivel para estar ahí. Eso te hace crecer un montón, porque el roce, el nivel, la competencia interna es muy buena.

Durante el campeonato todas sumamos mucho al juego colectivo y aportamos desde el lugar propio, técnico individual, otorgando nuevos recursos, no dependiendo de equis jugadora para que el juego funcione. Eso se notó muchísimo y creo que fue un campeonato en el que nuestras goleras estuvieron en un muy buen nivel, nuestra eficacia ofensiva fue muy buena, fue muchísimo mejor que en los últimos cinco años. Nuestra defensa (nosotras nos embanderamos con eso y ha sido nuestro pilar del juego) fue muy buena de nuevo. Se consolidó el equipo de una manera superparticular.

Había una lista larga de preselección. ¿Cómo se hace para conseguir una buena energía, incluso cuando hay jugadoras que saben que están haciendo un sacrificio que no tendrá la recompensa que quieren?

Es superinteresante. Forma parte del deporte de rendimiento. Es una lógica que naturalizamos y que necesariamente estamos obligadas a adherirnos, pero un poco funciona así. Hay ilusiones y frustraciones que conviven, exigencias que conviven. Preferencias y decisiones subjetivas, porque también funciona así. Pero es algo que rescato mucho de mis compañeras, las que fueron parte del proceso y no pudieron viajar. Fue para sacarse el sombrero, porque aportaron 100% desde su lugar. Es admirable también porque dejan un montón de su tiempo, de su energía, por ser parte de eso. Es un proceso que te ayuda a crecer. En este caso particular había muchas jugadoras más chicas, jóvenes, que quizás era su primera o segunda preselección. Es motivante. Me parece que la lectura sana que han podido hacer esas jugadoras es que es una oportunidad más para crecer y que quizás no les toca hoy, sino el año que viene o el otro.

Ahora se abre otro período de ilusión donde la posibilidad es ir al Mundial.

Sí, y tampoco caigamos en pintar flores en una situación que no deja de ser frustrante y de mucha desilusión. Una siempre trabaja para poder obtener ese objetivo y vivir el torneo de cerca. No deja de ser un momento de tristeza quedar afuera. El reconocimiento es mayor para ellas, que lo siguen intentando.

¿Cómo fueron los ánimos durante el desarrollo del torneo?

Este año en la preparación y también en el viaje nos acompañó Federico del Negro, que es un psicólogo deportivo. La verdad que su laburo fue totalmente necesario. Hace dos años que venimos trabajando con él. Una vez que empezamos, decís: qué necesario que es, qué importante es tener a alguien profesional cubriendo esa pata del entrenamiento. Creo que fue fundamental. Hay algo de la motivación, de los recursos que vos tenés a la hora de enfrentar esos partidos, en que podemos pensar que nosotras veníamos fallando. Ese trabajo fue fundamental.

Su camino

¿Qué pensabas en los últimos minutos contra Chile, cuando la clasificación era inminente?

Durante el partido intentás que tu concentración esté ahí, y sabés que cada vez que se te va la cabeza a otro lugar en realidad te estás desenfocando y no es lo que te sirve. Es la ansiedad un poco comiéndote. Sí recuerdo, cuando quedaban tres minutos, que en un momento vi el tanteador y me cayó la ficha de que era inalcanzable para Chile. Me recuerdo a mí misma sonriendo un montón, mirando a mis compañeras y queriendo capturar esos momentos. La felicidad del éxito es muy efímera. Ese día festejamos y de noche ya estábamos pensando en el Mundial y empezando a soñar con estar ahí. Y de tantos años soñando, ya empezás a querer vivirlo. Y en realidad acabás de terminar de vivir uno de los logros más importantes de tu carrera deportiva. Es muy fugaz.

A mí me pasa particularmente que en esos momentos siento que tengo mucha suerte: de estar ahí, de jugar con amigas, de tener a mis viejos en la tribuna. Conectás con una emoción muy fuerte, que es algo único del deporte. También volvés atrás en el tiempo. En la cantidad de partidos en los que llegado ese momento del campeonato volvías a Uruguay frustrada, con ganas de no seguir intentándolo. Estoy en la selección mayor desde 2018, no son tantos años, pero simbolizan mucho.

¿Cuándo fue la primera vez que quisiste estar ahí?

A mí particularmente me pasó que empecé a jugar federada a los 15 o 16 años y siempre estuve muy enfocada en mis objetivos. Sabía que en algún momento iba a estar en un lugar así. Me acuerdo de que a esa edad hubo una preselección y yo no quedé. Viví esa frustración más de niña, de alguien que recién se sumaba y empezaba a entender. Recordé bastante esa sensación de mi yo de hace 12 años recién empezando en el handball y chocando con esa frustración. Pensar: ahora estamos acá, después de operaciones, pérdidas (siempre perdés más de lo que ganás), mucho tiempo invertido, mucha plata, mucho odio de que ya no querés ver más a un cuerpo técnico, todo atravesado por esos pequeños logros y decís: “Vale la pena”.

¿Qué te ayudó a salir de aquella primera frustración?

En ese momento como adolescente, frente a mi primera frustración, el compromiso y querer tener otra oportunidad, el sentimiento de querer tener la exigencia nuevamente y poder rendir un poco más, creo que fue un motor. No sé si tan sano, pero fue un motor. Después, el disfrute que te da todo esto, el sentimiento que te da el club, el estar con amigas. Este año con Layva, que salimos campeonas, empecé a jugar con alumnas mías, algunas de las que yo tuve en sub 16. También llega esa retribución de pensar que somos un proceso, somos como algo que se atraviesa en el tiempo.

¿Cómo fue la experiencia en España? ¿Por qué no seguiste?

Fue una experiencia tremenda. Se la recomiendo a quien lo esté pensando. Sé que no todas podemos llegar a vivirlo, pero me parece que es una experiencia por la cual las deportistas uruguayas, en la medida que podamos, tenemos que pasar. Es una realidad muy distinta a la que vivimos en Uruguay. Se podría decir que vivía del handball, porque en esos meses no hacía más que eso.

Obviamente fue de mucho crecimiento, de repreguntarme y cuestionarme un montón de cosas de mi vínculo con el deporte. De dimensionar que hay mucho del disfrute que tiene que ver con lo amateur. De esto que decía de jugar con mis amigas, ganar y perder con ellas, mirar a la tribuna y ver a las jugadoras que yo dirijo. Reconocí que disfrutaba mucho más de eso que de vivir del handball.

Sé que hay jugadoras que han vivido esa experiencia y les ha encantado y se han quedado. A mí me pasó que reconocí que había sido una experiencia de pila de crecimiento, que estuvo demás vivir, pero que yo el handball lo disfrutaba desde otro lugar.

Sos profesora de educación física. Con tu ojo profesional, ¿cómo ves que se trabaja en Uruguay comparado con España?

En Uruguay se trabaja muy bien. Fue algo que me sorprendió. Pensé que en España iba a haber algo novedoso de entrenamiento, preparación táctica. Y la verdad es que el handball es el handball a nivel mundial. Podrás ser más de una escuela o de otra, pero dimensioné que no estábamos tan mal acá. Ni que hablar que las condiciones materiales son muchas, y nuestro equipo era de la tercera de España y era semiprofesional. Tenía sponsor, era bancado por el ayuntamiento. Se manejaba otro poder económico, circulaban otros intereses en el deporte que te hacen dar un salto de calidad en determinadas cosas. Pero más allá de eso, me parece que en Uruguay no se trabaja mal ni estamos atrasados en conocimientos, con la carencia de condiciones materiales, que no es poco.

Lo que viene

¿Qué te hace ilusión del Mundial?

Pensar en jugar el Mundial es saber que vas a jugar contra jugadoras de primer nivel, saber que va a estar Uruguay participando, eso para mí simboliza un montón. Que nuestro país, que vive el deporte amateur, vaya a tener la oportunidad de vivir esa experiencia, me llena de orgullo. Más adelante veremos qué objetivos concretos nos ponemos, qué soñamos para vernos fortalecidas y que sea una experiencia de crecimiento, pero por lo pronto saber que vas a estar en un lugar donde están las mejores jugadoras y los mejores países, que es una oportunidad que no te pasa hace muchos años y no sabés si te va a volver a pasar.

¿Vas a volver a usar el apellido materno en la camiseta?

Creo que sí, ya dio suerte. Fue una decisión que tomamos con algunas compañeras en este proceso. No sé muy bien cómo surgió.

¿Fue algo que ustedes pidieron o que les ofrecieron?

Fue algo que pedimos. Yo ya lo venía pensando hace un tiempo y no sabía que se podía. Este año consultamos y terminamos decidiendo tres de nosotras [con Camilia Bianco Castiella y Catalina Tournier Lapetina]. Nos parecía que era un gesto que estaba bueno y que era un reconocimiento mayor, no sólo a nuestras madres, sino pensar que nosotras mismas somos: yo soy Eastman, pero también soy Ruegger. Un reconocimiento a tu identidad desde determinado lugar. Y es cábala, así que vamos a tener que conservarlo.

Pasos que se pueden dar para el desarrollo de selecciones

Ha mejorado la calidad de los procesos en las selecciones formativas y se han consolidado los cuerpos técnicos.

Después hay algo en lo que por momentos no hemos dado ese salto de calidad, que es la competencia internacional. Está probado: cuantos más partidos tenés a nivel internacional, aunque sean amistosos, más crecés. Creo que eso a Uruguay le está faltando. Por ejemplo, Paraguay arma dos equipos: las que son primer año de la categoría y las que son segundo año. Eso a la larga hace que en vez de tener 16 gurisas jugando, tengas 32. Esas otras 16 capaz que el primer año se comen una goleada de todos los cuadros, pero al siguiente año vienen fortalecidas porque ya tuvieron ese roce internacional. Duplicás la experiencia de partidos de calidad. Eso en Uruguay está en el debe. Clasificar a un mundial también abre esa puerta de tener partidos de calidad, lo más profesionales posibles, a nivel top, que solamente vas a estar pensando en handball. Quizás te comés una goleada, pero también capaz que alguno lo peleás un poco más. Eso da un salto de calidad, hay que ir hacia ese lugar.