¿Cuánto sabe Bilardo sobre la muerte de Maradona? ¿Quién es el pibe con el que debutó Pelé según Maradona? El escritor Manuel Soriano indaga sobre estos asuntos en estos dos textos que forman parte de su próximo libro: Todo lo que tiene que ver con el fútbol.
La primera
La historia es conocida, pero hagamos un breve repaso. En junio de 1998, Dolores Barreiro entrevistó a Diego Maradona, durísimo, para el programa El rayo. En referencia a Pelé, Maradona dijo: “Él dice que me tengo que recuperar de la droga, pero él debutó con un pibe. Es un careta. Debutó con un pibe”. Maradona repitió esto en otras entrevistas, pero creo que esta fue la primera vez que lo dijo. No menciona su fuente, pero es probable que haya sacado la información de una entrevista que salió publicada en la revista Playboy de agosto de 1980, en la que Pelé dice: “Hasta los 15 o 16 años llegué a tener algunas relaciones homosexuales, no muchas. Mi primera experiencia de chico del interior fue con un marica que nuestro equipo entero se comió, allá en Baurú. Pero después de eso no tuve más ese tipo de relaciones”.
El Club Atlético Baurú queda en la ciudad de Baurú, 375 kilómetros al nordeste de San Pablo. Su población actual es de 380.000 habitantes. Allí jugó Pelé de los 13 a los 15 años, desde 1954 a 1956, antes de pasar al Santos y hacerse profesional. Esto lo sé porque cuando murió Pelé, el diario El Observador de Montevideo publicó una nota titulada: “Pelé debutó con un pibe: la historia detrás de la famosa frase de Maradona”, en la que dice más o menos lo que puse en el primer párrafo. Entonces me puse a googlear cosas sobre Baurú. Pude encontrar dos fotos de Pelé con la camiseta de ese club, una con un equipo juvenil y otra con un equipo de mayores, y me quedé mirando las caras de los jugadores y pensando en esa frase: “un marica que nuestro equipo entero se comió” (uma bicha que nosso time inteiro comeu).
En ese momento estaba en contacto con un periodista de San Pablo que me había entrevistado por mi libro sobre los cantitos de cancha y le pregunté qué se sabía realmente sobre este asunto. Me dijo que no mucho y que la historia era bastante más conocida en Argentina que en Brasil por causa de la frase de Maradona. Pelé guardó silencio sobre sus declaraciones a Playboy durante 31 años. El 9 de noviembre de 2011, el diario La Nación publicó una nota titulada: “Yo no debuté con un pibe, pero el resto del equipo sí”. Según esta nota, en el marco de la presentación de su autobiografía, Pelé declaró: “En aquella época nunca hablé sobre que tuve sexo con ese maricón que había en el equipo. Dije que el resto del equipo sí, pero publicaron equivocado. No tengo problemas con eso y si lo hubiera hecho, lo habría dicho, se hacen tantas cosas locas cuando uno es un muchacho”.
Pero más allá de su participación, lo que me interesa es algo que Pelé ratifica en su declaración. ¿Cómo es que un equipo entero se inicia sexualmente con un compañero? ¿Qué edades tenían los implicados? Le dije al periodista de San Pablo que podía viajar a Baurú y hacer una crónica o un documental en busca de ese pibe: ir al club, ver si sigue vivo alguno de los jugadores que aparecen en las fotos. Aunque no sea la de Pelé, acá hay una historia, le dije. El periodista de San Pablo me dijo que no le interesaba por dos razones: le parecía de mal gusto porque Pelé acababa de morir, y además me dijo que recién había sido padre y no quería terminar acuchillado en una calle de tierra por algo que sucedió hace setenta años.
A mí me atraen las cosas de mal gusto, pero es cierto que en esta historia están casi todos muertos. Están muertos Pelé y Maradona. El Club Atlético Baurú fue demolido en 2006 y en su lugar construyeron un supermercado. José María Aquiino, el periodista que hizo la nota para Playboy, al parecer está vivo y tiene noventa años. El pibe al que hacen referencia tanto Pelé como Maradona hoy tendría cerca de ochenta años y algo me dice que lleva muerto un largo rato. Más allá de todo esto, no tengo los recursos ni la convicción como para viajar a Baurú y hacer esta crónica por mi cuenta.
En internet se puede encontrar la entrevista de Playboy completa. En la bajada dice: “Una charla franca sobre mujeres, sexo, infidelidad, bohemia, dinero, política y hasta fútbol con el ciudadano del mundo Edson Arantes do Nascimento”. En un momento Pelé dice: “Me preocupa ver que la sociedad se está destruyendo. El concepto de familia, el concepto de respeto, todo se está destruyendo. Con toda esa onda de las drogas, de la homosexualidad...”. Esta frase le da el pie al periodista para preguntarle si alguna vez tuvo una relación homosexual, a lo que sigue la respuesta que puse arriba y que luego Pelé desmentiría, pero como no voy a escribir esta historia, no tengo que lidiar con el problema de hablar sobre declaraciones homofóbicas de 1980 o de 1998 (las de Pelé, la de Maradona y la de los periodistas) y medirlas con la vara moral de hoy. A pesar de todo esto, sigo creyendo que acá hay una historia para contar, y en el remoto caso de que este pibe siga vivo, sería más que interesante escuchar su voz.
La segunda
En esta historia que no voy a escribir también está Maradona y, lo que es más extraño, también aparece como personaje secundario. En mayo de 2018 se supo que Carlos Salvador Bilardo padecía el síndrome Hakim-Adams, una enfermedad que afecta a personas de la tercera edad y que muchas veces se confunde con el Alzheimer. Entre sus síntomas principales se encuentran la demencia y los trastornos de la memoria. Cuando murió Maradona a finales de 2020, se rumoreaba que nadie se animaba a contarle a Bilardo por miedo al efecto que esta noticia podría causar en su frágil salud. Decían desde su entorno que le cambiaban de canal o bajaban el volumen del televisor cuando tocaban este tema, y que le respondían con evasivas cuando preguntaba por Diego. Luego de una visita que le hicieron los campeones del mundo del 86, Oscar Ruggeri dijo: “Yo no sé si Carlos no sabe lo que le pasó a Diego... este es más vivo... para mí que sabe. Estuve feliz de volver a abrazar a Carlos Bilardo, por momentos nos reconoció”.
“Berlín, octubre de 1989. Unos días antes de la caída del muro, la madre de Alex, una mujer orgullosa de sus ideas comunistas, entra en coma. Cuando despierta ocho meses después, su hijo hará lo imposible para que no se entere de que está viviendo en una Alemania reunificada y capitalista, ya que los médicos le han advertido que cualquier disgusto o emoción fuerte podría provocarle una fatal recaída. El objetivo de Alex es convertir el apartamento familiar en una isla anclada en el pasado, una especie de museo del socialismo en el que su madre viva cómodamente creyendo que nada ha cambiado”. Esta es la sinopsis de la película alemana Goodbye Lenin! del director Wolfgang Becker y, como habrán imaginado, la historia que no voy a escribir es una versión de esta película en la que Maradona es el comunismo y Bilardo la madre de Alex. El papel de Alex, es decir, el que tiene que mantener viva la farsa, podría recaer en los integrantes del plantel de México 86; Ruggeri, Garré, Olarticoechea, Batista, Giusti, Burruchaga, habría que elegir tres o cuatro para no complicarla.
En este tipo de historias es importante que la confusión empiece de manera casual, y que la mentira vaya creciendo de a poco hasta llegar a un punto de no retorno. Por ejemplo: los jugadores del 86 visitan a Bilardo después de la muerte de Diego. Le quieren decir, pero lo ven débil y no se animan. Antes de que se vayan, Bilardo pregunta: “¿Cuándo vuelve Diego de Arabia?”. Los jugadores se miran entre ellos. El silencio se hace insoportable. Burruchaga responde: “La semana que viene”. Batista agrega: “Te manda saludos”.
Ya queda planteado el conflicto y después de eso es sólo cuestión de engordarlo hasta que explote. Alguno de los jugadores tendría que estar en contra de esta mentira. Ruggeri pide una reunión para ponerse de acuerdo y unir al grupo. También tienen que convencer a los médicos y familiares de Bilardo, o al menos asegurarse de que no digan nada sobre la muerte de Diego. Esto último creo que es mejor porque puede ser funcional a la comedia de enredo. En la película alemana sacan una estatua de Lenin y ponen un cartel de Coca-Cola frente a la casa de la vieja. Acá habría que encontrar algo con la misma carga simbólica.
En el segundo acto Bilardo tiene que empezar a sospechar. Quizá decidan contarle sobre la muerte del Tata Brown, porque esa verdad, aunque dolorosa, sirve para hacer más creíble la mentira principal. No todos están de acuerdo, pero uno dice que el Tata se estaría sacrificando por el equipo, como cuando jugó la final con el hombro roto, y que él sería el primero en bancar esta decisión. En un momento de desesperación pueden contratar al falso Maradona que se saca fotos con los turistas en la Boca y que (no sé cómo) se parece al Diego de finales de siglo pasado desde finales del siglo pasado. ¿Cómo van a hacer para que Bilardo no se dé cuenta? Se libra una batalla táctica entre Bilardo y sus discípulos. Pero, también, ¡qué tristeza! ¿Puede haber algo más desgarrador para los discípulos que engañar como a un niño al maestro que les enseñó a estar atentos a todos los detalles?
En este tipo de historia (recuerdo también Los árboles mueren de pie) es fundamental que haya un momento de duda, un momento en el que los propios jugadores sospechan que Bilardo ya sabe, y se está haciendo el boludo para darles el gusto, y también porque todos están de acuerdo en que esa ficción es mucho más tolerable que la realidad. ¡Diego no está muerto! Esta es la sensación que tenemos que transmitir y no creo que sea muy difícil porque es algo que todos queremos creer. Diego no está muerto, claro que no.
No voy a escribir esta historia porque no tengo ganas, que es lo mínimo que uno debe tener para emprender una tarea tan poco rentable como la escritura. También porque sospecho que a alguien más se le tiene que haber ocurrido. Ahora bien, si algún productor me quiere hacer una buena oferta, creo que podríamos transformar este esqueleto en el guion de una película sensible y taquillera, de esas que las reseñas de la última página de la revista Gente catalogaban como “un canto a la vida”. Goodbye, Diego! podríamos llamarla, aunque quizá eso nos traiga problemas con los alemanes. Además, a Bilardo no le gustaría el nombre en inglés. Recuerdo que cuando quiso ser candidato a presidente en 2001 dijo que su sueño era ver un país en el que los jóvenes ya no usaran más remeras que dijeran Brooklyn o Harvard, y que en cambio usaran remeras que dijeran Catamarca o Chivilcoy o Ingeniero Budge.