Perder pero ganar.
Peñarol cayó derrotado en los 3.600 metros sobre el nivel del mar del estadio Hernando Siles de La Paz. Sin embargo, ganó lo más importante y lo único que iba a buscar: su clasificación a los cuartos de final de la Libertadores, es decir, meterse entre los mejores ocho clubes de América. Ahora espera por su rival en los cuartos de final, que saldrá de Flamengo-Bolívar, cruce que se decidirá también en La Paz, después de que en Río de Janeiro los brasileños ganaran 2-0.
Peñarol no ganó este partido en condiciones de altísima dificultad por la respuesta de los físicos que no están acostumbrados a la altura: perdió 1-0, pero ganó en el global de los dos partidos con enorme amplitud, 4-1, gracias a la enorme diferencia que había obtenido una semana atrás, cuando ganó 4-0. Esa diferencia casi se congeló, o por lo menos estuvo lejos de invertirse, porque The Strongest, estresado por la desesperación de un casi imposible, no pudo pasar de un juego de medianía y sin luces. Por el contrario, Peñarol se mostró completo en el esquema de partido que había pensado y que, a la postre, pudo hacer: hizo gala de una enorme capacidad para neutralizar las ofensivas rivales y hasta tuvo aire para salir de contra en ataque.
Vivir sin aire
Para un observador estándar que no conoce las variables del inicio de un partido en la ciudad de La Paz, el comienzo del juego entre The Strongest y Peñarol resultó absolutamente trepidante, con acciones de gol de un lado y del otro, y con ataques reiterados de los locales.
Los bolivianos pusieron la pelota muy rápidamente en campo de Peñarol y en dos o tres acciones hicieron pasear la guinda de lado a lado del área, sin que finalmente tuviera que actuar Washington Aguerre, pero dejando la sensación de que algo pasaba allí.
De inmediato, Peñarol resolvió con una contra brutal, espectacular, y hasta con acciones que parecían forzadas por el esfuerzo de los futbolistas, que terminó en una falta al borde del área que Leo Fernández ejecutó con su enorme capacidad y obligó a una gran atajada de Guillermo Viscarra.
Como era de esperar, el juego se empezó a plantear en campo de Peñarol. Aun así, generó dos o tres ataques, pero el compacto de camisetas de los carboneros se ubicaban en 40 o 45 metros, desde Aguerre hasta Maxi Silvera, el primero de los defensas.
Pasaban los minutos y pasaban los ataques del tigre paceño. No obstante, Peñarol soportaba bien el asedio. En parte era el partido para el que Diego Aguirre había preparado a sus jugadores. Cuando las acciones de neutralización o defensa de Peñarol no funcionaban por completo, aparecía Aguerre, que tuvo cuatro intervenciones de enorme importancia en situaciones que parecían destinadas a terminar en gol.
Un alto en el camino
Un partido de fútbol es como ir manejando en una ruta poblada: por tranquilo que se conduzca, puede aparecer algo que a priori no estaba en los planes. Eso sucedió casi al final del primer tiempo: en el minuto 41 el juez chileno decidió parar el partido e ir hacia el monitor para la revisión de un posible penal que casi de inmediato confirmó. Había existido una clara mano de Leo Coelho, que interceptó la pelota con el brazo abierto y extendido, y un par de repeticiones de los árbitros VAR ratificaron la falta. El argentino Enrique Triverio le pegó fuerte y seco y anotó el gol inicial del partido para The Strongest.
La segunda parte empezó con el entusiasmo de los paceños y la seguridad y el orden de Peñarol, con la certeza de que el resultado, sumado a la propuesta de juego y la respuesta a la altura, aún permitía mucho espacio para seguir asegurándose la clasificación.
El tiempo empezó a blindar el gran objetivo de Peñarol, sin que importara si el resultado final era de derrota. Ya cuando, en la mitad del segundo tiempo, la diferencia seguía siendo suficiente para Peñarol, The Strongest se frustraba en el ataque, como en aquella pelota que pegó en el palo.
Todo indicaba que la clasificación vendría rumbo a Uruguay. Así fue. Y fue de manera clara, segura, jugando.
Muy bien Peñarol, con buena estructura, buen juego, buena conducción y mejores expectativas.
Hay espacio para seguir proyectándose a pelear por estar entre los mejores. Ahora vendrán los cuartos de final, y esta es una clara base y piedra fundamental para edificar las mejores expectativas de futuro.