En plena expansión de las SAD, podríamos tomar como paradigmático el caso del Manchester City, que en 2008 fue adquirido por Abu Dhabi United Group, de origen emiratí, cuyos tentáculos llegaron hasta nuestra capital. Esta operación le permitió al equipo ciudadano librarse de la sombra que históricamente significó su rival, el Manchester United; sin embargo, esta inyección de recursos ilimitados borronea los contornos en donde se afincan los rasgos idiosincráticos de los clubes.

Futbolítica (Altamarea, 2023), del licenciado en sociología catalán Ramón Usall, circula en dirección opuesta al pulso actual del fútbol como fenómeno global y pone el acento en la singularidad de los clubes que trascienden lo deportivo. “El carácter colectivo de la práctica de este deporte ayudó a reforzar la identidad comunitaria de unos clubes que asumieron así la representación ya sea de una ciudad, de un barrio, de un centro educativo, de una parroquia o incluso de los simpatizantes de una determinada ideología política”. El autor le dedica un capítulo de su libro al propio Manchester City, cuyo origen está vinculado a la iglesia anglicana Saint Mark’s, que en 1880 tuvo la iniciativa de crear un equipo de fútbol con el propósito de acoger a la juventud vulnerable a la miseria y la violencia que por entonces se vivía en la ciudad.

Otro equipo de raíz religiosa reseñado es el Celtic de Glasgow, fundado en 1888 por el hermano marista Walfrid. El móvil consistía en congregar a los migrantes irlandeses de los barrios humildes de la capital de Escocia, estrechar lazos con la comunidad católica y tender puentes con la población nativa mayoritariamente protestante. Además del simbolismo irlandés representado en el trébol del escudo y los colores de la camiseta; el Celtic estuvo identificado con la causa nacionalista de principios del siglo XX, posición política acentuada a finales de los 60, cuando estallaron los Troubles norirlandeses.

El autor se detiene en diferentes enclaves en donde el fútbol extendió sus raíces como en las Islas Británicas, Italia, la Península Ibérica o Sudamérica para vincular la crónica histórica con el deporte. Desarrolla la idea en varios capítulos en los que describe cómo los gobiernos totalitarios utilizaron al fútbol con fines propagandísticos una vez se popularizó a escala mundial, como fue el caso de Mussolini, que se sirvió de la azzurra para amplificar los ideales fascistas hacia el exterior, al tiempo que a la interna de los clubes obligó a modificar insignias y nombres como ocurrió con el Internazionale de Milano. Los destinos del Real Madrid, por su parte, fueron manejados por un franquista como Santiago Bernabéu; pero la entidad de Chamartín se encargó de borrar de su historial el período de la Guerra Civil Española, en que la institución madridista no fue real y el Madrid Football Club estuvo presidido por el militante comunista Antonio Ortega.

Así como los esbirros de dictadores se hicieron de la conducción de clubes populares en función del interés de los regímenes, existieron casos de clubes que manifestaron su oposición al poder del momento. En Futbolítica están retratadas varias de esas experiencias, a modo de ejemplo puede señalarse a Académica de Coimbra, un equipo de origen universitario que a finales de los 60, en tiempos en que las reivindicaciones estudiantiles eran reprimidas por la dictadura, llegó a instancias finales de la Copa Portugal contra el Benfica, convirtiendo las tribunas del estadio nacional de Lisboa en una multitudinaria manifestación en contra del salazarismo presidido por Marcelo Caetano.

En Sudamérica el caso por antonomasia es el de la Democracia Corinthiana. Brasil estaba en dictadura desde 1964, los dirigentes arribistas y cómplices al poder condenaron a la miseria a los jugadores con contratos de por vida que en ocasiones estaban por debajo del salario mínimo. La llegada del sociólogo Monteiro Alves a la dirigencia del Corinthians transformó la realidad del club. En acuerdo con los jugadores, capitaneado por Sócrates, democratizaron el funcionamiento de la institución. El modelo de autogestión obtuvo resultados positivos en materia deportiva, de derechos y de amplificación de las reivindicaciones. Cabe señalar que el equipo paulista saltó al campo luciendo proclamas políticas en la camiseta como “Ganar o perder, pero siempre en democracia”.

En casi todos los capítulos del libro, enmarcados en los lugares de tradición futbolística, como en los sitios en donde la práctica de este deporte no está tan extendida, el autor defiende la tesis de que la historia del fútbol se vincula de forma estrecha con los vaivenes de cada época; con este objetivo despejado, hace a un lado cuestiones estadísticas y visita episodios remotos para meterse de lleno en la singularidad de algunos equipos, que en algunos casos fueron utilizados por el poder para legitimarse, en otros supieron abrigar a los más vulnerables, representar el sentir de una comunidad asumiendo activamente un rol social y política que los transformó en algo más que clubes.