Cuando una selección nacional de un país, que como el nuestro hace del fútbol parte de su vida, cae derrotado con cinco goles en contra siempre pasan cosas y, en algunos casos, todo se remueve.

Uruguay completó el pasado martes su último partido antes del sorteo del Mundial 2026, que se dará el 5 de diciembre en Washington, y el antepenúltimo partido antes del comienzo de la justa ecuménica que se llevará a cabo en Estados Unidos, México y Canadá desde el 11 de junio al 19 de julio, y cerró la fecha FIFA con un doloroso e impensado 5-1 en contra, en un partido en el que el equipo estadounidense no presentó a su presumible equipo titular y fue muy superior ante un equipo celeste que casi no tuvo valencias positivas y fracasó rotundamente en los 90 minutos de competencia.

Antes, cuatro días atrás de la dolorosa goleada ante los estadounidenses, la oncena, conformada de manera distinta por Marcelo Bielsa, había ejecutado otra pobrísima presentación ante la selección mexicana, en la que también se vio superado en juego por la tibia representación azteca, y prácticamente no pudo ensayar ni una jugada de ataque para terminar 0-0.

¿Qué pasó? ¿Qué está pasando con la selección uruguaya que en lo que va de este siglo sólo una vez había recibido cinco goles, jugando por eliminatorias mundialistas en 2004 en Barranquilla frente a Colombia, quien nos goleó 5-0? Algo está pasando, pero no sólo en estos nueve días de la pasada fecha FIFA.

Es que la selección nacional dirigida por Bielsa, desde el partido con Colombia en la Copa América de los Estados Unidos en 2024, no ha redondeado producciones que generan en el ámbito directo de la selección –y también en el público en general– la expectativa, la ilusión y la esperanza que se había generado a través del trabajo del entrenador rosarino y que se había consumado con grandes presentaciones y triunfos, como los conseguidos ante Argentina en Buenos Aires y Brasil en Montevideo en 2023.

El plan perdido

Desde aquel partido del 10 de julio de 2024, cuando la celeste perdió la semifinal en la Copa América, la selección ha jugado 17 encuentros, 13 oficiales y cuatro amistosos, de los cuales Uruguay ganó cinco, empató ocho y perdió cuatro. En nueve de los 17 partidos el equipo no sumó goles, mientras que en los ocho restantes sumó 15. Tanto los resultados como los números han puesto distancia de la expectativa que teníamos en relación con la proyección posible de los jugadores elegidos, promovidos y confirmados por Bielsa para desarrollar el juego que propone como formato único, como ya lo manifestó en su primera derrota en 2023, cuando después de perder en Ecuador argumentó que su proyecto no tiene plan B ni alternativa: “Hay entrenadores que tienen plan B y otros no. Los especialistas creen que el plan A y el B se resumen en dos cosas: el protagonismo o la especulación. Lo demás es secundario. Todos dicen, los que analizan, que el cambio de la distribución de los jugadores en el campo es lo que constituye un plan alternativo. Cuando usted ve que un equipo tiene una distribución determinada y la cambia por otra, se entiende que es el alternativo [...] El estilo, la forma de jugar, es lo que no se puede cambiar, y la forma de jugar contempla protagonismo o especulación, predominio del desarrollo creativo o predominio del desarrollo de la recuperación de la pelota; las dos son indispensables y por lo tanto no se trata de defender o atacar, sino de que el estilo tiene otros componentes que están vinculados a los riesgos que un equipo quiere tomar. [...] Si un equipo no ataca, defiende mal, y si no defiende, ataca mal. No se trata de defender o atacar, sino que el estilo tiene otros componentes que están vinculados a los riesgos que un equipo de fútbol está dispuesto a correr según quiera acertar o provocar que el rival se equivoque. Acertar presupone tomar riesgos y está asociado con el protagonismo. Apostar a que el rival se equivoque es especular y apunta a eso. [...] Lo que no puede hacer el entrenador es cambiar un estilo rápidamente. Creer que un estilo se cambia de un partido a otro es imposible. La consolidación de una forma de jugar tiene un proceso. En la medida que usted no respete el proceso, tardará más en definir que el estilo se instale y tal vez tampoco lo logre. Entrenar exige convencer, y es muy difícil convencer a alguien relatándole un proceso en el que el jugador no cree. Nadie está dispuesto a valorar pasos paulatinos que te acerquen progresivamente a conseguir la imagen que querés construir. Yo nunca tuve ni tengo plan B. Tal vez el plan B es cambiar el perfil del jugador que va a tener que resolver una situación determinada. El destino es muy difícil de conseguir, y si uno lo cambia para cada partido es peor todavía”.

Aquella vez se adelantó a pensar, a meses de su llegada en 2023, que su ciclo en Uruguay no iba a resultar sencillo.

¿Quién no acaricia una media ilusión?

Trascendiendo la durísima y penosa derrota por 5-1 ante Estados Unidos en un partido amistoso ante un rival que no era un equipo de lujo, empaquetada con el pálido empate con México, lo que le ha pasado a la selección uruguaya en los últimos tiempos es que sus oncenas no logran generar la expectativa de buena competencia que, desde Tabárez en 2006 hasta la llegada de Bielsa, había sido un símbolo distintivo de la celeste, con una comunión extraordinaria con la gente que conectaba con esa fortaleza de competencia. Está ahí la circunstancia trascendental con la llama de la esperanza y la expectativa apagándose partido a partido llegando al Mundial.

Primero se debe plantear que perder, caer goleado o bailado en un partido de fútbol nunca debe tomarse como motivo de deshonra, vergüenza o papelón, mientras la contienda se haya asumido de manera honesta. No obstante, perder 5-1 ante Estados Unidos cerrando una serie de cuatro partidos amistosos sin luces, que eran el banco de pruebas para el Mundial en cuanto a la forma de jugar y quienes jugarán, es un acontecimiento que atraviesa el desempeño natural de un cuerpo técnico y pone en cuestión su proyecto y desarrollo.

La goleada recibida lo que hace, además, es subrayar otra sensación que parecía que no se pondría como tema central hasta ahora: han quedado por el camino una decena larga de futbolistas, determinantes comprobados, que por edad, desempeño físico o su estilo de juego no están en la selección porque, según las evaluaciones, convicciones y proyecciones del cuerpo técnico, no serán herramientas útiles para el plan de juego planteado por Bielsa. El discurso del juego ofensivo, tenencia del balón y ataque para resolver todo, además de ser la herramienta fundamental para ganar, no ha prosperado más que en cuatro o cinco partidos –y hace tiempo–. Ahí parece estar el inconveniente, porque las valencias técnicas y emocionales de la mayoría absoluta de nuestros futbolistas no parecen adecuarse al esquema de juego que propone el técnico y no se vislumbran posibilidades de cambio por los principios de juego de Bielsa, y porque en el universo de jugadores elegibles para jugar el Mundial por Uruguay no aparecen nuevos jugadores que puedan adaptarse con virtuosismo a la idea de juego.

En esa dirección, Bielsa habló en la última conferencia de prensa que dio en el estadio Centenario: “Hemos disminuido mucho mucho mucho la capacidad de generar goles. Nosotros estamos armados para jugar en campo rival para tratar de meter más goles, y hace bastante que conseguimos pocas situaciones de gol y conseguimos pocos goles, entonces ese es un problema del equipo, no un problema de los delanteros. El problema del equipo es que la pelota llegue a la zona donde los ataques se empiezan a cristalizar, no de casualidad, sino producto de una idea, una sucesión de pases que haga pensar que cuando nos acercamos al área rival, un pase último, un pase final, un desborde o un centro nos va a dejar en condiciones de definirlo, de convertir. Vamos a dividir, como ustedes dicen, en dos partes: pre Copa América y pos Copa América. Nosotros disponíamos de muchas pelotas para dar un último pase o centrar con intención, que son los dos caminos más claros para generar peligro. En este último período la pelota no llegó con claridad a tres cuartos de cancha, como para imaginar que esa elaboración prolija del juego es el prólogo de un final de ataque paseado, construido, pensado. Ese es el problema alrededor del cual yo hace mucho tiempo que busco soluciones para que eso no suceda”. Esas fueron sus palabras, después de asegurar que no ve caras nuevas –futbolistas que no hayan sido citados por él– que tengan “capacidad de resolver la problemática del equipo fuera de los jugadores que yo cito habitualmente. No, no veo eso”.

No ha logrado consolidar su idea de juego, pero no por extranjero o por falta de capacitación, ni por sus caprichos o decisiones cerradas sobre su idea, sino porque no lo ha conseguido con los mejores futbolistas uruguayos del momento. Dijo, también, que se pondrá a trabajar para el Mundial desde este lunes. Allá vamos.