Tal vez se podría pensar que la derrota fea y degradante por 5-1 haya sido sorpresiva, pero sin embargo, a pesar de que fue en un amistoso siete meses antes de la fase final del Mundial en donde Uruguay estará presente, se puede unir a una serie de malas presentaciones del equipo de Bielsa desde mediados de 2024 hasta ahora, que tuvo su punto final en un partido en el que fue ampliamente superado por un equipo que no es de elite y que no tiene los quilates suficientes como para marcar tanta diferencia.
Fue un pésimo partido del seleccionado uruguayo y seguramente un parteaguas de aquí a que empiece el Mundial. Estados Unidos aplastó a la celeste con cuatro anotaciones en la primera parte y una en el segundo tiempo, pero más allá de la goleada lo descalificante fue que nunca pudo ponerse a tono. Desde 2004, cuando Uruguay perdió 5-0 con Colombia en Barranquilla por las eliminatorias para el Mundial 2006, no había una derrota tan lacerante.
Fue atrapante y atractivo el inicio del espectáculo en Tampa, fundamentalmente por la presencia de cientos —o miles— de uruguayos que se fueron hasta la Florida para acompañar a la celeste. Sin embargo, la magia de las tribunas no encontró reflejo en la cancha: a Uruguay le costó muchísimo hacerse fuerte en campo rival y, para peor, sufrió la presión alta de los estadounidenses, que terminó poniendo en aprietos el arco defendido por Cristopher Fiermarín. Lo peor es que no sólo fue el inicio, ni el primer cuarto de hora ni la media hora inicial; el primer tiempo fue un infierno para los uruguayos, que se vieron superados como pocas veces en la historia del fútbol moderno.
Así fue que a los 15 minutos, después de una falta en la esquina del área grande que incluso debió repetirse, llegó una jugada ensayada: el toque al corazón del área fue pivoteado por un estadounidense y terminó derivando en un remate suelto, traicionero, que venció inapelablemente a Fiermarín. El autor fue Sebastian Berhalter, que apareció libre para definir.
Apenas cuatro minutos después llegó el segundo gol de los locales, con un cabezazo limpio de Alex Freeman en el segundo palo tras un córner, después de que el propio Freeman le ganara sin demasiados problemas a Rodrigo Bentancur en la marca.
El equipo oriental quedó muy descompuesto después de los goles y pudo haber sufrido un tercero apenas dos minutos más tarde, cuando Fiermarín logró oponerse a la definición del delantero estadounidense. No encontró reacción ni sorpresa, ni alguna chispa que insinuara algo, por más que tuvo la pelota durante algunos minutos. El equipo de Pochettino defendía bien con todos sus futbolistas replegados en la mitad de su campo.
Un tiro al travesaño de Giorgian de Arrascaeta a los 28 minutos fue la primera esperanza celeste, un destello breve en medio de la neblina. Pero fue sólo eso, un aviso. Porque casi de inmediato, otra vez, el equipo local volvió a medir el arco de Fiermarín.
A la media hora de partido, Freeman, el lateral del Orlando City, hizo maravillas con la cintura: entrando al área dejó atrás a tres futbolistas uruguayos y definió de pierna derecha, entrando desde la izquierda, para clavar el 3–0, el segundo en su cuenta personal. Un golpe seco, impactante, sobre el orgullo y el posicionamiento mismo del fútbol uruguayo.
Fue pobrísima la exhibición uruguaya en el primer tiempo, tal vez la peor de todo el proceso de Bielsa. No sólo fue superado por tres goles —algo inédito desde que el rosarino dirige a la celeste—, sino que lo grave fue la acumulación de fracasos: defensivos, creativos, posicionales, conceptuales. En esos 45 minutos quedó la sensación de que todavía podían llegar más goles de Estados Unidos.
Y tan así fue que, aún antes de irse a los vestuarios, el equipo local desbordó una vez más y, tras una conexión directa, la pelota terminó en los pies de Luna en el punto penal: controló, se acomodó y definió contra el caño para poner el 4–0 en apenas 42 minutos de juego.
En el minuto 45, De Arrascaeta anotó de media chilena el descuento, una pincelada súbita en medio del golpe. Así, Uruguay se fue al descanso 4–1, respirando apenas gracias a ese gesto final.
Para el segundo tiempo, Bielsa propició tres cambios en el equipo, tal vez con la expectativa de mejorar mínimamente la paupérrima actuación del primer tiempo. Entró el tranquerense Brian Rodríguez por el albaceteño Rodrigo Zalazar; Rodrigo Aguirre pasó a ocupar la posición de delantero centro en lugar de Federico Viñas; y Joaquín Piquerez ingresó para marcar el lateral izquierdo en sustitución de Matías Viña.
Pero se cambiaron los nombres de los futbolistas y no hubo cambio alguno en las prestaciones del equipo. Continuó absolutamente inconexo, lento y sin aciertos, como si la noche hubiese seguido encerrando a la celeste en la misma nube espesa del primer tiempo.
El estado de complejidad se agudizó todavía más tras la expulsión, a los 19 minutos, de Bentancur, quien se barrió en plancha y terminó golpeando al futbolista estadounidense, viendo así la tarjeta roja directa. Y encima, tras esa acción, Bielsa determinó la salida del único futbolista uruguayo que había estado acertado en la noche, De Arrascaeta, para colocar al fernandino Emiliano Martínez. Una decisión que cayó pesada, como si se apagara la última lámpara encendida en medio de la noche.
Por si fuera poco, apenas 30 segundos después llegó el quinto gol de Estados Unidos: Tessmann conectó un cabezazo inapelable tras una mala salida de Fiermarín, aprovechando la ausencia absoluta de marca de los uruguayos. Un mazazo inmediato, para terminar con todo.
Una derrota preocupante que deja una gran incógnita de cara al futuro.