Fue muy fuerte, muy malo, muy decepcionante ver y contar la forma en que Defensor fue eliminado en el estadio Centenario, absolutamente superado por los venezolanos de Monagas, que cumplieron una faena que ninguno de sus abuelos o tíos hubiese imaginado un par de décadas atrás: en el monumento histórico al fútbol mundial ganaron y superaron ampliamente a los uruguayos por 2-0 con goles de Tomás Rodríguez y Andrés Romero, y terminaron consiguiendo una cómoda clasificación con un global de 4-0 para jugar la semana que viene, en segunda fase, con Cerro Porteño de Paraguay.
Decepción
Defensor sabía desde hace una semana cuál era su obligación, por tanto, ya en el planteo y antes de salir al campo de juego, se esperaba un equipo que fuese sin tiempo y con ganas primero a empatar la serie y después a intentar pasar. Por eso los tres en el fondo y por los extremos, gente rápida que pudiera abrir la cancha, para que los puntas y Walter Montoya, cuyo ritmo de juego ya no permite una gran capacidad de ida y vuelta, pudieran desequilibrar cerca del arco contrario.
Monagas también sabía desde una semana atrás que para administrar esa muy buena ventaja de dos goles debería esconder la pelota, parar el tiempo, hacer que el reloj jugase contra los uruguayos y, cuando pintara, correr hacia el arco contrario para rematar la faena.
Por eso cuando empezó el partido no fue nada difícil decodificar las estructuras y las tácticas que pretendían desarrollar ambos conjuntos buscando el premio de la fase 2 de la Libertadores y también el de un fangote de dólares con los que Conmebol premia a quienes avanzan.
La primera conclusión, los primeros esbozos de análisis, mostraron que por lo menos a Defensor no le estaba saliendo lo que habían pensado, y la falta de ataque y presión sobre campo venezolano iba sumando frustración y generaba incomodidades.
Recién después del primer cuarto de hora pareció que la idea de que el argentino Montoya repartiera el juego por fuera, y por derecha Kevin Prieto y por izquierda Pepe Álvarez generaran peligro para el área contraria, podría funcionar. Podía y parecía, dice, porque no fue así.
Frustración
En la hora de la majadería, cuando nada salía y la situación se empezaba a poner compleja, apareció el gol del panameño Rodríguez después de una serie de desaciertos que parecían guiones de burdos sketchs de una mala película cómica; la pelota le quedó al delantero caribeño que sacudió su remate y venció a Kevin Dawson.
Un desastre, o el desastre empezaba a manifestarse, y por ello mismo Álvaro Navarro no dejó pasar ni un segundo y dispuso el primer cambio, mandando al campo a Nicolás Wunch y sacando a uno de sus tres zagueros centrales, el argentino Federico Marchesíni.
Quedaron 15 minutos del primer tiempo para nada, para mayor desasosiego, regando la desesperanza y asfixiando la ilusión de que después de los vestuarios, con las mismas ganas y tal vez algo nuevo, pudiese nacer la reacción.
Eliminación
La viola tenía en su banco a tres hijos de goleadores surgidos en Defensor: Abreu, Bizcayzacú y Navarro, y para el segundo tiempo aparecieron dos de ellos, Xavier Bizcayzacú y Diego Abreu, junto con Kevin Altez para intentar la complicadísima remontada.
Pero nada, otra vez nada. Y encima llegó el segundo gol de los venezolanos a los 15 minutos del complemento, cuando después de una gran jugada Romero remató de afuera del área colocándola contra el caño de Dawson, que cuando se tiró vio la pelota en las redes.
Todo terminó ahí, todo había terminado antes, Monagas fue exageradamente superior y Defensor insoportablemente superado.
Una gran frustración.
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