Danubio soltó ese fantasma de los primeros meses del año y, más allá de que el partido con Racing finalmente no le fue favorable, pareció volver a ser el Danubio de siempre. Sobre todo en su recinto, el estadio con nombre de mujer, María Mincheff de Lazaroff. Con su gente, con la más fiel que no hay miércoles que valga y siempre está, hasta en estos horarios que impiden que cientos acudan o lo vean por televisión. Para aquellos que vieron el entretenido partido que jugaron cerveceros de visita frente a franjeados en la Curva de Maroñas, habrá que ver cuántos cambiaron de canal cuando arrancó el Real Madrid por el Mundial de Clubes.
En pleno barrio del Hipódromo, con tan sólo el fantasma de la palmera y una tribuna despejada —más allá el barrio—, Danubio y Racing jugaron un buen partido y pudo ser para cualquiera. Los de Juan Manuel Olivera llegaban invictos, algo que extrañaba su hinchada. Con diez puntos y toda la intención puesta en clasificar a alguna de las copas como premio a tanto tiempo sin ganar, pero sin perder el foco del Intermedio. El equipo de Christian Chambian en una situación parecida, aunque dos escalones más abajo en la tabla que podían ajustarse según la tarde.
El primero en probar fue el sanducero criado futbolísticamente en Danubio, Santiago Ramírez, uno de los mejores de la visita, quizás con un dejo de revancha. Mauro Goicoechea con prestancia se encargó de dar seguridad. El que se animó a contestar, aunque eran como pinchazos para ver si estaban vivos, fue Mateo Peralta con un remate que se fue por encima.
Después llegó el gol con figurita repetida. Fue en una pelota que perdieron en salida los visitantes, donde Peralta, que estaba activo, se hizo con el balón y batió al bueno de Lautaro Amadé. El mismo Peralta por poco puso el segundo, pero la pelota cruzada dio en el palo y descargó una vocal estirada desde la tribuna de la sombra.
Aquello le dio cierta tranquilidad a Danubio aunque no consiguió liquidarlo. Tuvo en Sebastián Fernández como cada vez, la vigencia y la madurez en el juego. Sin embargo Racing volvió a avisar que el partido iba a ser largo cuando el argentino Bautista Tomatis llegó por izquierda y, luego de dejar a Goicoechea por el camino, dio la pelota en el costado de la red, lo que confundió a alguno que quedó pegado.
Fue entrado el segundo tiempo que Hugo Silveira, que parece haber vuelto a hacer lo que más le gusta, peleó una pelota y se sacó de encima al arquero. Sacó un remate en suspenso que terminó por empujar Esteban da Silva para marcar el empate. Esa igualdad animó el partido. Martín Ferreira recibió en el área y por poco marca el segundo; giró como un número nueve y la pelota se dio contra el palo.
Fue faltando diez que soltaron a Sebastián Sosa en el área y el melense no perdonó. Se escapó del enredo con dos cuerpos rivales, la acomodó como pudo y sentenció el juego. Festejó Racing que se acercó en la tabla al franjeado, y se lamentó el local que perdió el invicto que le había cambiado la cara. El equipo de Christian Chambian se llevó para Sayago tres puntos que valían un ciento en la pelea de ambos.