El camino a la final de la Copa Nacional de Clubes A está en sus últimas paradas. La “orejona”, ese trofeo que habla de la gloria de los cuadros del interior del país, está próxima a definirse. Lejos queda aquel comienzo, a finales de abril, y cerca está la final que jugarán, por primera vez en sus historias, Río Negro de San José y Universitario de Salto.
Se viene la definición, que será con partidos de ida y vuelta. La primera, sábado o domingo que viene, se disputará en el Casto Martínez Laguarda josefino; 15 días después, uno de los dos levantará la copa en el Dickinson. Para la U puede significar su segundo título (la ganó en 2023 ante Laureles de Fray Bentos); para los milrayitas también será la segunda (tras su lejana conquista de 1990 ante Wanderers de Artigas).
Los dos finalistas
El primero en meterse en la gran final del interior fue Río Negro. Los josefinos fueron locales en el Casto Martínez Laguarda ante Libertad de San Carlos, con quienes habían empatado 1-1 en la ida.
Fue movido el trámite. Los primeros en marcar fueron los visitantes: jugada por derecha, centro bombé y Alex Seijas entrando en el segundo palo, descuidado, astuto para anticipar ante la pasividad defensiva de Río Negro. Iban 10 minutos de juego.
A los 33, y luego de pararse más adelante tras el gol recibido, igualó el local. Christian Alba, el Chiri, definió con borde interno en el área chica, donde los goleadores hacen mejor su trabajo.
No fueron pocas las chances de romper la paridad. Pudo caer para un lado y para el otro, aunque el que más chances tuvo fue el elenco carolino, pero se encontró con Bernardo Long, el experiente arquero de Río Negro, que ya desde ahí –o desde antes, desde el partido anterior, aunque tal vez haya sido figura desde el minuto uno de la copa– empezaría a ser determinante para que los suyos se impusieran: luego de una serie de penales muy errática, Long se quedó parado en la mitad del arco y atajó el que había que atajar, el de la victoria.
El domingo ganó Universitario en Salto. El partido se jugó en el estadio Ernesto Dickinson, tuvo cinco goles y el mismo ganador que una semana atrás había asegurado media clasificación cuando ganó 2-1 en el Landoni al Wanderers de Durazno.
Más allá de que Universitario ganó las dos veces, no todo fue tan fácil como puede presumirse. Es cierto que le servían dos resultados por haber ganado la ida, lógicamente volver a imponerse además del empate, pero también es cierto que en el Dickinson se encontró dos veces abajo, 0-1 y 1-2, y tuvo que laburar un montón para empatar y darlo vuelta.
El bohemio de Durazno empezó ganando tras gol de Mauro Olivera. El delantero recibió un pase filtrado y en la carrera se fue perfilando para tocarla ante la salida del arquero. Esa diferencia estuvo justificada porque Wanderers tuvo una media hora inicial en la que impuso las condiciones.
Sin embargo, sobre el final de la primera parte tuvo un error grande en defensa: marcar mal un córner donde le cabecearon dos veces y Germán Barrientos, el 10 de la U, hizo valer la regla que dice que dos cabezazos en el área son gol.
Así se fueron al descanso. A los 57 volvió a marcar Olivera. Esta vez se las rebuscó solito –el “pase” fue más bien un bombazo desde mitad de cancha– para sacar una mediavuelta contra el palo, cruzada, imposible de atajar.
Wanderers era liderado desde el fondo por Diego Polenta, quien en un par de ocasiones se las ingenió para lanzar y sumarse al ataque. Pero, cuando más complicado estaba el partido para los locales, Universitario encontró soluciones en el banco: Gabriel de Souza. El Gabigol salteño hizo un doblete y dijo “acá estoy yo” señalándose a sí mismo y al piso. Fueron goles como indica el manual: llegar al fondo y tirar el centro atrás, donde tiene que estar el 9, donde estaba De Souza. El primero de ellos fue a los 73 y quedó un rato largo por recorrer, no exento de emociones –aunque no fueran gol–. El segundo fue en el cierre, cuando el bohemio se fue arriba y se expuso, dejando lugar en el fondo que la U aprovechó para resolver la historia.