El deporte es resultadista, por tanto, cuesta celebrar una derrota. Esta vez, la caída ante Brasil por 81-76 en el debut de la Americup tiene cosas positivas. Para algunos será: “jugamos como nunca, perdimos como siempre”, pero la caída puede ser un triunfo en el futuro inmediato.
Desde lo numérico, la diferencia fue corta ante el gran candidato a quedarse con el título. En este certamen clasifican dos de cada grupo y los dos mejores terceros; ahí es donde puede pesar la renta conseguida esta tarde, más teniendo en cuenta que en la jornada del viernes las victorias para todos los ganadores fueron por más de 24 puntos. Los rivales directos arrancan corriendo de atrás.
Desde el juego, Uruguay fue competitivo ante una potencia, mostró sus credenciales y pudo disminuir las diferencias previstas a través de un gran esfuerzo táctico que mermó el poderío rival.
Faltó el paso en el momento justo para confirmar el batacazo. El equipo de Gerardo Jauri tuvo cuatro chances para pasar en el último cuarto y falló todas. Brasil manejó mejor el cierre con la experiencia de sus jugadores, siete de este plantel repiten de los Juegos Olímpicos de París en 2024, son buenos de verdad.
De hecho, Georginho De Paula que no había metido triples en todo el encuentro y Vitor Benite que venía disminuído desde lo físico metieron las bombas que sentenciaron el encuentro.
Cimentando la ilusión
Uruguay se fue abajo 46-44 al descanso largo peleando a la par. La celeste comenzó sufriendo el partido con un parcial adverso de 10-2. Los brasileños movieron bien el balón y castigaron los cambios de hombre en las cortinas directas, que fueron lentos.
Más allá de lo táctico, el básquetbol es un deporte donde los porcentajes de tiro son importantes y en el primer cuarto Brasil encestó cinco triples en siete intentos, Bruno Caboclo comenzó en modo figura.
Luego del desconcierto inicial, Uruguay mejoró en la custodia del rebote en aro propio y fue más vertical ofensivamente, anotando en la pintura con un sorpresivo desempeño de Pablo Gómez que dominó a los internos rivales. El ingreso de Santiago Véscovi fue bueno para darle mayor fluidez al ataque del equipo de Gerardo Jauri que mantuvo el ritmo anotador pese a meter solamente cuatro triples en todo el primer tiempo. Bruno Fitipaldo, que no estuvo certero con el lanzamiento, generó muchas ventajas para sus compañeros y repartió asistencias, sobre todo jugando el pick and roll.
Como era de esperar, Brasil erró los primeros seis triples que lanzó en el segundo cuarto, ahí aprovechó la celeste para ponerse en juego. De todas formas, con un par de ajustes tardíos, los favoritos volvieron a meter dos bombas y, cuando Uruguay ajustó en el perímetro, habilitaron bien al gigante Ruan Miranda en la zona pintada.
Pelear hasta el final
Al equipo de Jauri le volvió a costar el arranque, Brasil inició el segundo tiempo con dos triples. El entrenador uruguayo apostó por aumentar la talla pese a que jugó sin un pívot definido, eso fue porque colocó juntos a Emiliano Serres, Nicolás Martínez y Juan Ignacio Ducasse, lo que aumentó la versatilidad ofensiva y ayudó al cuidado del rebote pese a no tener un centro pesado.
Lo importante fue evitar la fuga brasileña en el tanteador y mantenerse a rentas cortas. Luciano Parodi y Joaquín Rodríguez, pese a algunos entreveros, tiraron del carro en la generación de ventajas y siguió habiendo puntos cerca del aro tras las caídas de los internos.
El trámite fue tanto a tanto hasta el final. Se definió por detalles y, en ese sentido, estuvieron mejor los brasileños. Las pelotas que salieron por poco de un lado, ingresaron del otro, y los rebotes ofensivos cumbres fueron para Brasil.
La derrota fue justa pero invita a soñar. Las conclusiones son enormemente positivas. Dentro de un proceso de cambio generacional y crecimiento de jugadores jóvenes, Uruguay demostró estar a la altura de los requerimientos. Lo mejor: queda margen de mejora.