Hasta hace pocos años, la Fórmula 1 era considerada un deporte dominado por lo técnico, lo masculino y lo europeo. Sin embargo, en la actualidad, sus tribunas –y sobre todo sus audiencias digitales– presentan un panorama diverso, liderado en parte por mujeres jóvenes que han transformado el modo de consumir, narrar y vincularse con este deporte. Según cifras recientes, el 41% del público global de F1 hoy se identifica como femenino.

Este cambio no ha sido repentino ni casual. Se enmarca en una transformación estratégica de la categoría y en un contexto social más amplio, donde la representación, la estética y las narrativas emocionales tienen un peso cada vez mayor.

Uno de los factores más influyentes ha sido la serie documental Drive to Survive, producida por Netflix, que desde su estreno en 2019 ofreció una mirada íntima y dramatizada del mundo de la F1. El relato no se enfocó tanto en los motores como en las historias humanas: rivalidades, presión emocional, decisiones políticas y tensiones internas. Esto abrió la puerta a una nueva forma de acercarse al automovilismo, más empática y menos técnica, especialmente atractiva para sectores históricamente marginados del fandom tradicional.

En paralelo, la gestión de Liberty Media –empresa que adquirió los derechos de la F1 en 2017– impulsó una renovación en la identidad digital de la categoría. Presencia en Tik Tok, reels en Instagram, colaboraciones con marcas de moda y maquillaje, junto con un enfoque de comunidad, han permitido captar a un público joven, diverso y global. Las cifras lo confirman: un 75 % de los nuevos seguidores en los últimos tres años son mujeres.

Además, la creación de la F1 Academy –una categoría exclusivamente femenina con apoyo institucional– refuerza esta apertura. Aunque aún incipiente, su existencia marca un cambio simbólico: ya no se trata sólo de ver mujeres en la tribuna, sino también en las pistas, en los equipos y en los contenidos que se producen sobre F1.

En Uruguay este fenómeno se expresa todavía de forma tímida. La cobertura deportiva de la F1 sigue centrada en los resultados, los circuitos y las estadísticas. Falta una mirada más cultural y plural que dé cuenta de estos cambios, del consumo social que se genera en torno a la F1, y de las nuevas voces –muchas de ellas femeninas– que están resignificando la forma de narrar este deporte.

Quizás ha llegado el momento de ampliar la conversación: pensar la Fórmula 1 no sólo como competencia, sino como fenómeno cultural que interpela cuestiones de género, clase, representación y tecnología.