Está hecho: Uruguay le ganó a Perú 3-0 y se metió en el Mundial de Estados Unidos, México y Canadá. Rodrigo Aguirre, Giorgian de Arrascaeta y Federico Viñas hicieron los goles de la celeste, que fue superior desde el arranque y pasó por arriba a una alicaída selección incaica.

Fue largo el camino, pero dio el fruto: se cumplió el objetivo de estar entre los mejores una vez más. El gran destaque de la noche en el estadio Centenario se lo llevó De Arrascaeta, que jugó con un gran nivel, y por eso hizo jugar al resto de sus compañeros.

Uruguay festejó y mucho, al tono de “Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta no va al Mundial”. El aplauso fue total. No era para menos.

Facundo Pellistri, de Uruguay, y Marcos López, de Perú.

Facundo Pellistri, de Uruguay, y Marcos López, de Perú.

1. Cinco al hilo

Es un montón. Clasificar a cinco mundiales seguidos no lo vio nadie en Uruguay. Y vaya si ha habido –hay y habrá– gente que ha mirado fútbol en este país. Pero cinco mundiales en fila con la celeste adentro, ninguno. A buen tiempo: Uruguay se para ante la historia como lo que es, una selección grande.

Las imágenes son todas. El penal a Cavani en Ecuador y el tiro al ángulo de Forlán. Sudáfrica 2010, Palito Pereira queriendo jugar, el Ruso Pérez con la cabeza partida, la épica que iniciaba Luis Suárez haciendo un gol y festejando un día con lluvia, Holanda y la injusticia. La locura de Brasil 2014, el grupo dado vuelta, Suárez mandando callar a los ingleses, Godín haciendo valer la historia, Suárez mordiendo, el abuso de la FIFA, Colombia y adiós. Rusia 2018 y la ilusión más grande de los últimos tiempos, Cavani exuberante, la picardía de los franceses, el dolor que ya no está. Qatar 2022 sin Tabárez pesó, dolió, otra despedida era posible, la cancha habló, volver a empezar.

No es un capricho poner a Tabárez. El maestro dirigió –no sólo dirigió, hizo más, pero pongamos “dirigió”– 70 partidos en esos cuatro ciclos mundialistas. Más allá de los seis en los que estuvo Diego Alonso, tres por Eliminatorias y los tres de Qatar, Tabárez fue el refundador de este proceso que tanto bien ha hecho, sobre todo a los intereses de la propia selección y, por ende, a toda la patria futbolera.

Hola, Marcelo Bielsa. Tal vez Uruguay debió clasificar antes, en una Eliminatoria bastante descafeinada desde el arranque, en esto de tener más cupos disponibles. Pero fue dura, como siempre, porque en otro lado del mundo las clasificatorias pueden ser de otra manera, pero acá son con dientes apretados, nadie regala nada porque todos –cada tanto, la mayoría, por lo general– saben jugar al fútbol.

Rodrigo Aguirre, celebra su gol.

Rodrigo Aguirre, celebra su gol.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Queda un partido, el martes en Chile, y a pensar en lo que viene: un proceso que tendrá como objetivo llegar de la mejor manera posible a junio de 2026. Antes, de reojo, el sorteo del 5 de diciembre y conocer qué rivales tendremos y cómo vendrá el paño.

2. Apuntes del partido

Uruguay empezó como si no hubiese mañana: desde el saque inicial en la práctica, pero pareció que la intención ofensiva empezó en los vestuarios. Rodrigo Bentancur se paró de cinco, y si un jugador de la clase de Bentancur se para ahí, entre otras cosas, se nota que habrá una idea de creación, de jugar con la pelota, de proyectar los laterales con pases hermosos, sacados de un cuadro de Barradas, como si lo mejor de la garra charrúa fuera jugar con dinámica.

Es cierto que enfrente estaba un pálido Perú en una Eliminatoria para el olvido, más necesitado que otra cosa. Ojo, esa necesidad podía transformarse en esperanza, no sería la primera selección que hace de su debilidad una virtud. Pero Uruguay no dejó que eso pasara en los primeros 45. Bentacur armó, Valverde acompañó, los laterales se ofrecían y De Arrascaeta, qué decir de De Arrascaeta: volvió una noche. Fue el que tiene que ser, creativo, rompedor de líneas con y sin pelota, picante, cabecita levantada, el campito impregnado en su forma de llevarla, de hacer, el rebenque como su estirpe. Giorgian hizo todo bien, fue quien inicio dos jugadas por derecha donde Facundo Pellistri desbordó como sabe y generó peligro; y después –y digo “después”, pero no habían pasado diez minutos de partido– tuvo la suya, con un tiro desde el borde del área grande que pasó relojeando el ángulo izquierdo de Pedro Gallese.

A los 13 –o sea, Uruguay arrinconó a Perú– otra vez De Arrascaeta hizo de las suyas. Todo lo que dije antes, lo reafirmo: se la dieron, flotó en tres cuartas cancha, amagó con sus propias dudas, medio cabeceando, medio tirándola cortita para adelante, rompió línea y descolocó a los peruanos, hizo correr a Guille Varela por la derecha, y el lateral derecho se la puso en la cabeza a Aguirre. A cobrar.

Giorgian de Arrascaeta, el 4 de setiembre, en el estadio Centenario.

Giorgian de Arrascaeta, el 4 de setiembre, en el estadio Centenario.

Foto: Rodrigo Viera Amaral

Puede que quede reiterativo, pero la primera del segundo tiempo fue de De Arrascaeta. La sacaron en la línea; a esas alturas parecía una injusticia con el Cocho. A esa altura, también, la selección demostraba que la tónica del segundo tiempo, al menos en el comienzo, era la misma que en la parte inicial: verticalidad, atacar por todos lados.

Pero justicia infinita: creación de Valverde, desborde de Varela por la derecha, Aguirre que baja de cabeza un centro pasado del lateral y De Arrascaeta que le pegó con rabia, como cobrándose todas las anteriores, para asegurarla entre el travesaño y la red que se infló.

Era justicia el 2-0. El 3-0 de después, también, aún más justo, porque la diferencia se parecía a una goleada que Uruguay siempre buscó. Del funcionamiento, destacar la presión incesante durante todo el partido, también quedarse con el ingreso de Manuel Ugarte, que se paró de cinco y soltó por delante a Bentancur y Valverde –tuvo dos y no la pudo meter, lo hubiera merecido–; las puntas abiertas entre laterales y extremos, el último rato con Rodrigo Zalazar por Pellistri; el cambio de delantero, pero sin perder la efectividad: entró Viñas y gol.

Bien Uruguay. Hizo su trabajo y festejó.

3. Nos vemo’ en Disney

Saquen los boletos. Un pasito más al fondo que hay lugar.