Con un único gol del exjugador de Cerro Largo Alan García en el segundo tiempo, Wanderers derrotó en Melo a los arachanes, les quitó el invicto en el Clausura y no los dejó seguir como punteros, posición que ocupaban desde que empezó el torneo. La victoria dominguera de Peñarol le había permitido ubicarse provisoriamente en la punta hasta las 21.00 de este lunes.
Fue un partido sin mucho ritmo, pero con la tensión de un juego que no se desataba hasta que llegó el gol. Después alcanzó con una noche pareja y redondita de Johnny da Silva en el arco para que Wanderers sostuviera el resultado.
Caja de cambios
Con la expectativa de seguir adelante, Cerro Largo se presentó con dos bajas, que lo serán para el resto del campeonato y que tenían buena cantidad de partidos con la albiazul melense. Matías Mir, el joven que surgió en Peñarol, se fue a Italia y volvió al fútbol uruguayo para jugar en Cerro Largo, ahora debutó en Liverpool; el isabelino Leandro Otormín, después de 24 partidos desde su retorno a Cerro Largo, pasará a integrar el plantel de Juventud de Las Piedras.
Con el bombazo de adrenalina que siempre tienen los equipos cuando una figura distinta pasa a comandar detrás de la raya, Wanderers arrancó bastante mejor, de acuerdo con dos posibles dimensiones: mejor que el propio Wanderers que se ha visto en las últimas fechas, sin dudas, pero también mejor que Cerro Largo en la contienda. Por eso, el equipo montevideano estuvo por lo menos tres veces a punto de abrir el marcador, pero no con meras jugadas de peligro, sino de aquellas que, si sigue apareciendo el especial de Navidad de Torneos y Competencias, el programa de Fernando Lavecchia, serían candidatas firmes a aparecer antes de la ensalada o el salpicón de pollo. Dos de ellas tuvieron como protagonistas al delantero castillense Joaquín Zeballos y al arquero argentino de Cerro Largo, Gino Santilli. En la primera, además, tuvo una participación estelar, con un cierre único y maravilloso, el lateral Lautaro Vázquez, quien en la línea evitó que la pelota entrara.
El juego de transiciones rápidas y semidirecto del bohemio hizo mella en el conjunto local, que por casi media hora se vio absolutamente superado por los montevideanos. Además de los casi goles, hubo otros ataques de peligro de Wanderers. Por su parte, el elenco de Danielo Núñez tardó en reaccionar, pero generó dos o tres situaciones peligrosas: una puesta en carrera al área que Johnny da Silva salvó de excelente manera, y un par de remates desde afuera del zurdo Facundo Bonifacio, que también terminaron en las manos del meta de Barros Blancos, que estaban en el lugar correcto.
Distinto
Para el segundo tiempo el director técnico local, siempre bastante controvertido para el observador medio, hizo tres cambios seguidos: sacó a los tres futbolistas que en la primera etapa habían recibido tarjeta amarilla, reformuló absolutamente su defensa y sumó a un delantero, el brasileño Gabriel Rossetto.
En los primeros minutos del complemento estuvo cerca de anotar para el equipo de Cerro Largo, pero otra vez Johnny da Silva estuvo impecable en el arco bohemio.
Justo antes del cuarto de hora, y en una situación de las que no abundan, porque el árbitro tuvo que habilitar un área de juego, una serie de distracciones de la defensa melense permitió que, después de un par de rebotes, García sacara un potente derechazo que venció a Santilli.
Después del gol de la visita, el elenco local se tonificó en el ataque, como si hubiera necesitado de ese gol en su propio arco para mostrar acciones ofensivas importantes.
A veces resulta extraño entender por qué suceden esas cosas que nada tiene que ver con el facilismo del prototipo de Cuatro gordos hablando de fútbol de “cuando se lo propone el elenco local ataca” o “el visitante sacó el pie del acelerador y juega a media máquina”, sino que tienen que ver con el ida y vuelta del juego, con la tensión entre el protagonista y el antagonista, con las decisiones. Lo cierto es que Cerro Largo atacó mejor hasta el gol de Wanderers, pero Da Silva estaba en uno de esos partidos de los que los goleros no olvidan, aunque no le den ni cinco kilos de yerba, ni una copita de leche ni salga en la foto de la diaria: no falló nunca y transmitió pura seguridad.