Un crack francés de 23 años, hijo de inmigrantes africanos, criado en los suburbios de París y llamado a dominar el planeta fútbol por esta década fue el protagonista de la novela deportiva de las últimas semanas con su decisión contractual: debió elegir entre la fidelidad a los millones cataríes al renovar con el PSG y mudarse para jugar en Real Madrid, club con el que coquetea desde hace años. La resolución de Kylian Mbappé esconde mucho más que un contrato de millones de dólares, ya que enfrentó a dos ciudades europeas así como a las ligas de cada país, y puede identificarse como una pieza del juego de atracción entre los millones petroleros de Medio Oriente, la organización del fútbol y las élites de Occidente.
Luego de idas y vueltas, la decisión final fue comunicada por el club parisino minutos antes de disputar su último partido de la temporada, el sábado 21 de mayo, en un video en sus redes sociales que tuvo más de diez millones de reproducciones. De traje y con el estadio Parque de los Príncipes a sus espaldas, Mbappé dijo: “Nuestra historia se escribe aquí. Aquí es París”, en un video que estuvo acompañado del hashtag #KylianEsParís. Así se oficializó el nuevo contrato con el PSG hasta 2025, que pagará a su estrella 50 millones de dólares al año más una prima por firmar de 100 millones de dólares.
Tras la noticia se desataron los festejos en la capital francesa. Mbappé respondió con tres goles en el partido ante el Metz de cierre de la temporada, que dejó nuevamente al PSG con el sinsabor de festejar en la Ligue 1 y fracasar en la Champions League —fue eliminado en octavos de final por Real Madrid—. Esta última competición, esquiva para los clubes franceses, con la excepción del Olympique de Marsella en 1993, es la obsesión de los cataríes dueños del equipo parisino, que se estima que inyectaron más de 1.300 millones de dólares en contrataciones desde que asumieron las riendas del club hace una década.
Otra suerte en la competición de clubes más importante del mundo corre Real Madrid, que si bien salió perdedor en la novela que tuvo a Mbappé como protagonista, sumó el sábado un nuevo trofeo para su acaudalado museo al conquistar la Champions League número 14 de su historia, el doble que el Milan italiano, segundo en el ranking con siete.
Desde España los enojos se hicieron sentir y no los acalló siquiera que el veloz delantero dijera que iba a hinchar por los merengues en la final en París del sábado. No faltaron los titulares estruendosos de la prensa madrileña ni la búsqueda de declaraciones cruzadas con Karim Benzema, estrella de Real Madrid y compañero de ataque de Mbappé en la selección de Francia. También los hinchas se pronunciaron, y tras anunciar que continúa en el PSG, el futbolista perdió unos 700.000 seguidores en redes sociales. “Reconozco la suerte y el privilegio que supone ser deseado por una institución tan grande. Entiendo su decepción, está a la altura de mis dudas”, escribió Mbappé.
Florentino Pérez, mandamás de Real Madrid y un empresario poderoso al viejo estilo —más adepto a los lobbies silenciosos que a ostentar sus millones, como los jeques de Medio Oriente—, respondió sólo luego de ganar la Champions League: “Mbappé ya está olvidado, no pasa nada. El Madrid ha hecho una temporada perfecta”, declaró a Movistar Plus, y prometió que seguirá “trabajando” para “tener a los mejores”.
Entre la escena de repercusiones, puede destacarse la feroz crítica que lanzó Javier Tebas, presidente de La Liga española, una entidad comercial que gestiona la competición por fuera de la Real Federación Española, y que ve decaer a la que fuera en la década pasada la “liga de las estrellas”. “Lo que está haciendo el PSG al renovar a Mbappé con grandes sumas de dinero es un insulto al fútbol”, dijo Tebas, quedando esta vez del lado de Real Madrid, tras haberse enfrentado a su presidente el año pasado por la idea de crear una Superliga.
“La Liga española ya había salido de punta contra el PSG cuando se llevó a Neymar [en 2017, tras pagar la cláusula de 222 millones de euros que tenía en Barcelona] y es algo interesante de ver, porque una organización que nuclea a muchos clubes sale a defender una posición particular de un equipo de su liga, porque entiende que sobre eso está la competición con otras ligas. A nivel económico, por los recursos, no compiten Real Madrid contra Barcelona sino ellos y los demás contra otras ligas”, analizó en diálogo con la diaria el economista especializado en gestión deportiva Mauro Costa.
De Catar y con la mira en Occidente
“Lo que se denuncia [por parte de Tebas, el Real Madrid y otras voces críticas] es que se viola el fair play financiero una vez más por parte del PSG, ya que se compromete a pagar un dinero que no tiene correlación con lo que genera. Es una especie de dumping en economía”, señaló Costa, equiparando la estrategia del club francés con la de las empresas que venden por debajo de sus costos de producción como forma de eliminar la competencia. En este caso, el objetivo es otro: “De los últimos diez años el PSG sólo dio superávit en uno, pero es un escenario de publicidad benévola para el gobierno de Catar, que busca posicionar a su país como amigable para Occidente. Al final del día, es el fútbol como una herramienta de masificación del interés nacional”.
También vía redes sociales, allí donde clubes y futbolistas compiten en pie de igualdad por los seguidores y las views, Mbappé comunicó las razones, más allá de lo económico y los acuerdos confidenciales, por las que optó por renovar con el PSG: “Estoy convencido de que aquí puedo seguir creciendo en el seno de un club que tiene los medios para alcanzar los objetivos”. En sus agradecimientos incluyó, además de “a los aficionados del PSG, en Francia y en el mundo”, al presidente de la institución, Nasser Al-Khelaïfi, una pieza clave en esta historia y en otras que mezclan el deporte con la geopolítica y los millones petroleros.
Dentro de la novela en cuestión, Al-Khelaïfi pasó de ser un actor secundario al que sólo se le destacaba por ser amigo del emir catarí dueño de la billetera, Tamim bin Hamad Al Thani, a convertirse en un poderoso representante de la nación de Medio Oriente en el mundo de los negocios de Occidente. No sólo preside el PSG sino también la cadena Bein Sports, del grupo Al-Jazeera, que es propiedad del gobierno de Catar, país que además será la sede del Mundial 2022, cuyo comité organizador Al-Khelaïfi integra.
Es además desde 2014 “ministro sin cartera” de Catar e integra la lista de árabes más influyentes, según publicaciones especializadas, teniendo una variada gama de contactos en la élite, desde el expresidente francés Nicolás Sarkozy al actor Leonardo DiCaprio o el tenista Rafael Nadal, según repasó un perfil del diario El País de Madrid. Pero sus apoyos trascienden el pensamiento político, ya que logró exenciones fiscales para Catar de la mano de Sarkozy, político ligado a la derecha francesa, así como que la actual alcaldesa de París, la socialista Anne Higaldo —nacida en España—, festejara la decisión de Mbappé.
El poder de lobby del catarí alcanza también el mundo futbolero ya que tiene un cargo en la UEFA y conexión directa con la FIFA, entidad organizadora del deporte más popular. De hecho, PSG y Bayern Múnich —que por las reglas alemanas mantiene el poder mayoritario para sus socios— fueron los únicos clubes top que no se sumaron en abril de 2021 al fallido proyecto de la Superliga, que convocó a 12 equipos y causó gran revuelo.
“La UEFA es un regulador débil, porque está bajo ataque ya que hay equipos que se quieren salir de su regulación. No sólo eso, sino que debe favores” en su búsqueda por mantener la estructura actual, por ejemplo a los cataríes, repasó Costa. Catar y la FIFA son socios de cara al Mundial 2022, que comenzará el 21 de noviembre, y la entidad que gobierna el fútbol previó, según un contrato de seguro que firmó tiempo atrás, ingresos por más de 4.500 millones de dólares tomando todo el período, iniciado en 2019 tras el último Mundial.
La cara y la figura de Neymar están ligadas a la promoción de la sede de la mayor competición futbolera, y lo mismo ocurre ahora con Mbappé, que en abril y ante la incertidumbre por su futuro contractual había sido eliminado de las campañas de difusión en redes sociales del club francés. En las redes y plataformas modernas de comunicación se dirimen los temas hoy día, y también se accede por esa vía a millonarias sumas, algo que Mbappé no dejó pasar, y dentro de las mejoras en su contrato logró que los acuerdos por sus derechos de imagen vayan 100% a sus arcas, cuando en Real Madrid habría debido repartir la mitad.
Una nueva era con sus coletazos
Costa destacó “el poder enorme” que logran los jugadores en este nuevo escenario de consumo, dominado por la interacción en redes sociales y que pone el centro en seguir cada día la vida de las estrellas, sean cantantes, actores o deportistas. “Se están invirtiendo las estructuras de poder, los clubes pasan por encima de los reguladores, y los estados por encima de todos a la vez. Es algo que viene atado al crecimiento de las audiencias” y el fútbol en la era de la globalización, añadió.
En ese sentido, el economista Sebastián Fleitas, especialista en temas de mercado y regulación, mencionó en diálogo con la diaria: “La gente hoy tiene preferencias por ver a las estrellas. Si hay un jugador taquillero, yo quiero pagar por verlo, y eso les sirve a todos, no sólo a su club, porque la liga y los demás equipos también tienen ingresos por los derechos de televisación”.
“Al final del día siempre hay una negociación por la torta [de los ingresos que genera el fútbol], que se construye con ingredientes que ponen los clubes y los jugadores, entonces a los dos les sirve que sea más grande la torta”, indicó Fleitas. Al no haber límites salariales y existir una competencia desmedida por las estrellas, los clubes pagan cada vez más y llegan inversores de Medio Oriente o grandes grupos financieros de Estados Unidos; el resultado es un fútbol cada vez más concentrado y menos competitivo, que tiende a acumular audiencia en los grandes partidos de la Champions League, mientras las ligas locales pierden atractivo.
Esto último sin dudas lo sabe Al-Khelaïfi y el fondo soberano catarí dueño del PSG, que compró los derechos de televisación de la Ligue 1 y las competiciones europeas tras atraer a varias figuras provenientes de Real Madrid, Barcelona y otros grandes clubes.
En este escenario “un poco distópico” en el que está el fútbol moderno, según Costa, hay clubes “con una organización económica tradicional [con socios que eligen autoridades] y otros que tienen una estructura de empresa”, que sufren por la inflación que ha generado el ingreso de capitales desde Medio Oriente y otras regiones extra Europa que no siguen una lógica empresarial, ya que sus dueños son estados y tienen otros intereses.
Como daño colateral a la inyección indiscriminada de millones, la escalada de precios que se trasladó a contratos y transferencias tuvo una afectación directa en la competitividad, ligada a la concentración del talento en muy pocos equipos. “La posición de los clubes hoy está erosionada y los jugadores migran hacia donde les paguen más. El que paga más dinero puede concentrar más talento, y para algunos [clubes como PSG o Manchester City] no hay límites, porque los controles económicos no son reales”, subrayó Costa.
“Al-Khelaïfi es tan peligroso como la Superliga”, lanzó Tebas desde España, apelando a las reglas del fair play financiero que promueve La Liga —razón por la que Lionel Messi no pudo renovar con Barcelona una temporada atrás y se marchó al PSG— y apuntando contra la UEFA. Pero los lazos entre los principales dirigentes de la organización del fútbol y los cataríes ya son demasiados estrechos. Según el análisis de Costa, como contracara del poder que acaparan los cataríes vía PSG o la familia real de Emiratos Árabes ligada al City, está la amenaza solapada para la FIFA y la UEFA de que si se retiran esos millones “se desplomarían los pilares del sostén económico”, corriéndose el riesgo de que el fútbol sufra los coletazos típicos de una burbuja financiera que se pincha, con todas las partes viendo desvanecerse los ingresos de que gozaron por varios años.
Quizás sólo con una explosión que traiga mayor racionalidad al mundo del fútbol a cuenta de algunos millones menos se logre revertir la era reinante que se rige por las lógicas financieras y los intereses geopolíticos. Puede ser que como corolario el fútbol vuelva a dirigirse en función de la competencia y la pelota; mientras tanto, Mbappé seguirá haciendo goles y su figura agigantará a París, así como Catar avanzará un paso más hacia Occidente.