El Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje (CICEA) es una estructura de la Universidad de la República (Udelar) que funciona desde 2015 y está integrada por las facultades de Ciencias, Ingeniería, Psicología e Información y Comunicación. Centrado en las ciencias cognitivas, busca generar un impacto social mediante una serie de proyectos que abarcan estudios en las distintas etapas de la vida, desde el nacimiento hasta la adolescencia, y una futura incidencia en la formación docente.

“‘Ciencias cognitivas’ es el nombre que se le ha dado a una confluencia de disciplinas que buscan entender cómo es el conocimiento”, explicó a la diaria Juan Valle Lisboa, miembro de CICEA. Lingüística, neurociencia, inteligencia artificial, filosofía, antropología y psicología son las materias que componen esta ciencia, que abarca distintos puntos más allá de la educación. “El conector con la enseñanza es el aprendizaje. Se podría decir que el cometido de CICEA es estudiar cuáles son las bases cognitivas que se necesitan o se pueden desarrollar para el aprendizaje, y desde ahí impactar en los sistemas educativos”, puntualizó el psicólogo Alejandro Maiche, uno de los coordinadores del centro.

La influencia de este proyecto en la educación puede ir desde los programas de matemática o español hasta pensar cuáles podrían ser los contenidos de neurociencia que se manejarían en la formación docente.

De hecho, el CICEA ya mantuvo conversaciones informales con el Consejo de Formación en Educación (CFE) sobre este posible vínculo. “Estamos trabajando en algunas sugerencias para el CFE sobre por dónde iría una posible currícula de formación en temas de ciencias cognitivas. Se podría pensar como otro curso o un pequeño trayecto de dos o tres materias”, comentó el especialista en neurociencia Leonel Gómez, otro de los coordinadores del programa junto a Maiche, que a su vez piensa en la formación en una futura Universidad de la Educación. “Hoy, en la mayoría de los países la formación universitaria de los maestros incluye algún módulo de ciencias cognitivas, y en ese sentido el CFE, en consonancia con lo que pasa en el mundo, está preocupado por cuáles contenidos de estas temáticas podría haber en una posible formación universitaria de maestros y profesores”, agregó Maiche.

Según el psicólogo, si se tuviera más conocimientos en términos generales sobre cómo funciona la mente humana, los docentes se sentirían más seguros para relacionarse con aquellos que por alguna razón procesan la información de forma diferente. Además, para Maiche, “si los docentes conocieran algunos de los principios básicos que están orientando hoy por hoy a los nuevos desarrollos en cognición y educación, tanto en matemática como en lenguaje, habría más capacidad de incorporar ese tipo de herramientas en la enseñanza directa de las cosas”.

El CICEA, además de investigar y colaborar en el desarrollo de la Maestría en Ciencias Cognitivas, está generando convenios con otras entidades de la educación. En mayo firmó un convenio con el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) de colaboración académica. No obstante este marco general, Maiche explicó que ha habido algunas conversaciones con consejeros sobre temas específicos en los que el CICEA puede aportar evidencia empírica que respalde cambios a nivel de políticas educativas. Por ejemplo, estudiar cuánto afecta la edad cronológica de los niños, para saber si hay diferencias en las capacidades cognitivas entre un niño que nació en octubre con otro que nació en abril, analizando los datos que ya tiene el CEIP.

Tres líneas de trabajo

El CICEA tiene múltiples líneas de trabajo interrelacionadas, pero que se pueden resumir en tres grandes áreas. Una de ellas trata sobre desarrollo cognitivo. Se planea que el ambicioso proyecto se despliegue en los próximos dos años, y pretende dar cuenta de las influencias que tienen en el aprendizaje ciertos aspectos como el clima de aula, el contexto familiar y las capacidades cognitivas de los estudiantes escolares. “Lo que vamos a hacer es seguir por dos años a 200 niños, tratando de evaluar sus capacidades cognitivas a través de test clásicos; vamos a hacer una evaluación de las aulas donde participan y una evaluación de los contextos familiares, en principio sin entrevista a las familias, y lo vamos a relacionar con los aprendizajes, para ver cómo se evoluciona con respecto a estas tres grandes variables”, precisó Maiche.

Para Maiche, la idea de que a mejor clima de aula, mejor aprendizaje, “es algo que todo el mundo más o menos maneja, pero nadie ha puesto datos claros sobre qué significa un buen o mal clima de aula. El CICEA trabajará con instrumentos de observación de aula, lo que va a permitir no sólo identificar el reporte de la maestra, sino analizarlo con el observador externo de lo que pasa en aula, y quizá también con algún reporte que venga del lado de los niños, aunque hay que ver cómo se les pregunta”, señaló.

Otra de las líneas en las que trabaja el CICEA busca “entender algunos de los mecanismos de aprendizaje de las palabras. El proyecto se concentrará en niños de alrededor de 18 meses para observar en ellos el proceso de aprender palabras, es decir, de relacionar palabras con el objeto en el mundo”, detalló Gómez.

Un tercer proyecto de investigación, que se llevará a cabo en los próximos tres años, “tiene que ver con el impacto de ciertas formas de enseñanza de la programación y el pensamiento funcional en adolescentes. Hay una preocupación que viene del pensamiento computacional, en tanto se va entendiendo como necesario. El proyecto tiene que ver con enseñar ciertas estrategias de programación y ver si eso impacta sobre la resolución de problemas de matemática”, explicó Valle Lisboa.