Impulsar la educación artística en la escolarización es una misión que tienen en conjunto el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU) y el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP). En particular tienen la mira puesta en la primera infancia, desde los primeros meses de vida hasta los cinco años, etapa en la que últimamente se concentran esfuerzos, con el fin de estimularla y desarrollarla.

Con ese objetivo en mente, las instituciones se propusieron realizar ferias de experiencias artísticas y culturales para la primera infancia en distintos departamentos del interior del país, donde se trabaje tanto con los niños y sus familias como con los docentes de aula. Ayer cerró la segunda edición de la feria en San José, con un espectáculo de títeres en el teatro Macció.

La primera jornada de esta feria, que duró tres días y se llevó a cabo en cinco escenarios distintos, tuvo lugar el lunes en Ciudad del Plata; de mañana hubo talleres con bebés y niños, y de tarde, talleres de formación para maestros y educadores. Para Susana Origüela, técnica en la oficina de políticas públicas del MEC, esta experiencia intenta “destacar que la educación artística es mucho más que el aspecto de la diversión y la recreación: es trabajar con los lenguajes expresivos todos; más que diversión, es un derecho”. El objetivo general de esta feria fue que los niños tuvieran “acceso a la cultura en condiciones de calidad y seguridad”, algo que en esta experiencia fue “súper logrado”, con “una excelente participación de niños junto a sus referentes y docentes”, aseguró en diálogo con la diaria Muriel Presno, directora del Programa de Primera Infancia del INAU.

La importancia de estos eventos radica en destacar el rol fundamental que tiene el arte en el desarrollo de los niños en esta edad temprana. “Es necesario formar docentes, formar niños y que todos disfruten del arte”, dijo a la diaria Mónica Calvo, inspectora de educación artística del CEIP, quien confirmó que el Consejo tiene “unos 700 docentes de arte para todo el país, [un número que] ha aumentado pero que todavía no es suficiente”. Por esta razón es que las instituciones insisten en que los propios maestros y educadores de aula también se formen en arte: “El docente debería trabajar la educación artística, porque es curricular. Apuntamos a que ellos también se formen, porque muchas veces pueden sentir que no están capacitados. Tener docentes formados en educación artística complementa al docente de aula, pero sabemos que no todas las escuelas cuenta con uno”, afirmó Calvo.

Para Presno, los talleres que apuntan a los docentes “son de sensibilización, porque en dos o tres horas no hay una verdadera formación. Lo que se pretende es presentar una línea de enfoque metodológico sobre cómo trabajar para la primera infancia, porque no es lo mismo que hacerlo con niños escolares, y remarcar la importancia de trabajar el arte en esta edad”. Al respecto, la técnica del MEC resaltó que “se empieza a trabajar en el propio centro y en los más alejados, porque allí los docentes tienen menos posibilidades de trasladarse para la formación”.

Primero, lo primero

Mientras que las tardes fueron para los educadores, en las mañanas los protagonistas fueron los bebés y los niños. Talleres de música, lectura, ajedrez, artes visuales, teatro y una bebeteca fue los que se ofreció a más de 300 niños.

La bebeteca reunió a bebés de entre 12 y 18 meses para aproximarse a la lectura junto con sus referentes. La idea fue una iniciativa de Gabriela Mirza y Santiago da Rosa, una pareja que busca “acercar a la familia con su bebé a los libros, y dentro del libro a la canción de cuna, para que se genere una primera imagen del libro que sea con cariño y lúdica, que la imagen que quede en su corazón sea de un vínculo con los libros aprobados por su familia. Esto para ellos va a ser importante en un futuro para relacionarse con cariño con el conocimiento”, comentó Mirza a la diaria.

Antes de que comenzara la bebeteca se les avisó a los padres que se trataba de una actividad en la que podían relajarse, que si un libro se estropeaba no había problema y que la idea general era simplemente pasarla bien. Con esto en mente, la pareja colocó más de 30 libros en el espacio de las alfombras, y los bebés empezaron a gatear encima de ellos mientras los talleristas interpretaban canciones de cuna, acompañadas de la guitarra. El lunes, entre risas y gateos, los bebés tomaron contacto con los libros que eligieron Mirza y Da Rosa, quienes pensaron en que “sean de muy buena calidad y apropiados para interactuar en esta primera etapa, en la que la materialidad del libro es muy importante”. La bebeteca se desarrolla habitualmente en el colegio Idejo, en la Biblioteca Nacional y en “cualquier espacio donde se convoque”, dijo Mirza.

Cuando los gateos pasan a ser pasos cortos, las actividades cambian en consonancia. A los niños de tres años les tocó participar en el taller de lectura y de música. Patricia Cabrera y Débora Szwec, docentes de música en las escuela de arte del CEIP, coincidieron en la importancia de exponer a los niños a todo tipo de arte, sobre todo a edades temprana. En los talleres de música, una veintena de niños pudieron “trabajar en torno a distintos conceptos relacionados con la música, como el sonido, el silencio, trabajar los timbres que puede tener un instrumento y las diferencias entre ellos, las canciones y las distintas cualidades del sonido”, detalló Cabrera.

A pesar de que la música se sigue trabajando en todos los niveles educativos, Szwec destacó que “en inicial hay más apertura a lo musical, porque los maestros o educadores no tienen tantos tabúes sobre si saben o no cantar, se tiran más a lo artístico”. “Eso también ocurre con la plástica: cuando los alumnos son más grandes, algunos docentes se cohíben. Además, en el ambiente de educación inicial la apertura es mayor porque lo amerita, la estimulación es más importante”.

En un coro de carcajadas, un grupo de niños, distribuidos en ronda, se pasaban una pandereta, y el resto del grupo debía imitar con las palmas el ritmo marcado con el instrumento. Tuvieron que pararse y estirarse, luego acostarse y mirar el techo, moverse de su salón de clase; ese también es un objetivo de lo artístico: romper el molde de la rutina.

Otra de las actividades para los niños más grandes fue el taller de lectura a cargo de la bibliotecóloga Marisa Márquez. Diez gallinas de goma eva de distintos colores fueron el primer llamador para la veintena de niños de tres años que entraron al salón. El cuento Diez gallinas, de Sylvia Dupuis, sirvió de disparador para la jornada “como actividad de animación a la lectura”, comentó Márquez a la diaria.

Después de haber trabajado con ese libro, en sus palabras y mediante ilustraciones los niños pudieron “disfrutar de muchos cuentos, para que ellos interactúen, miren entre todos y se diviertan”. A esa edad no se espera que decodifiquen las palabras; sin embargo, “leen las imágenes, pueden anticipar la situación y recordar el principio del cuento”. “Acercarse así a la literatura despierta la imaginación, genera vocabulario y conexiones entre lo que ven y lo que conocen”, afirmó Márquez.

El niño ve estas actividades como un juego, pero los adultos deberían comprenden la importancia de incursionar a esta edad en los lenguajes expresivos, aseguran los educadores. La técnica del MEC sostuvo: “En Uruguay recién ahora se le está dando a la primra infancia la importancia que tiene. Se corrió el foco de la infancia para trabajar la primera edad, porque cuando los niños son más grandes hay momentos que se perdieron, que tienen que ver con la estimulación y el desarrollo; si llegaste a los seis años, ya perdiste la mitad del tiempo”.