La disminución de la repetición o su utilización como último recurso del docente es algo que se está discutiendo en primaria y también en secundaria. Ayer comenzó, en la Torre de las Telecomunicaciones, el congreso “Los liceos inspiran”, sobre experiencias de acompañamiento de las trayectorias educativas de liceos públicos y privados, y la incidencia de la repetición en la educación media en Uruguay estuvo en el debate.
En una charla de tarde, el sociólogo y especialista en Políticas Sociales de UNICEF Gustavo de Armas presentó la publicación Trayectorias educativas en Uruguay. Principales rasgos, tendencias y desafíos para las políticas públicas, y se refirió a este tema. Aseguró que Uruguay es un caso “excepcional por las magnitudes” que toma la repetición en la educación media e hizo referencia a que es uno de los países en los que se utiliza con mayor frecuencia la repetición de grado en la educación media básica. Entre 2004 y 2011 la tasa de promoción en ciclo básico bajó, pero desde 2012 está en aumento (en 2011 estaba en 67% y en 2016 fue de 74%).
La gráfica que acompaña esta nota reúne datos aportados por 151 países al Instituto de Estadística de la UNESCO, sobre el porcentaje de alumnos que están repitiendo el grado que cursan, entre el total de alumnos. Uruguay es el segundo país con mayor porcentaje de estudiantes en esta situación, con 25,3%, según datos de 2012 (el último disponible en la base de datos de UNESCO).
“Uruguay se comporta de forma rara, y cuando un país tiene un comportamiento tan pero tan raro, eso debe tener una explicación endógena al sistema educativo”, opinó De Armas. Añadió que las diferencias no surgen porque nuestro país tenga cobertura prácticamente universal (países como Argentina o Costa Rica también la tienen y figuran mucho más abajo en el gráfico), por el nivel de ingresos de la población o el presupuesto destinado a la educación, ya que hay muchos países con menos repetición “que están por detrás de Uruguay en términos de desarrollo”.
“Tal vez es el momento de dar una discusión más a fondo respecto del régimen académico, de las reglas institucionales que tiene el sistema educativo que hacen que sea un caso tan excepcional”, consideró De Armas, y graficó preguntándose: “¿No es raro que un país con una tasa de mortalidad infantil de niveles de países de la OCDE [Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos] o con tasas de pobreza bajas esté tan abajo en el indicador [sobre repetición]? No se explica por pobreza, por la sociedad, sino por razones endógenas a un sistema educativo que no fue concebido para que todos estuvieran dentro”.
La selectividad de secundaria
Antes, De Armas había aportado datos que dan cuenta del origen selectivo que tuvo la educación secundaria, que era pensada como antesala para la universidad y, por tanto, sólo para quienes aspiraban a acceder a esa educación terciaria. En 1908, cuando Uruguay tenía un millón de habitantes, en la educación secundaria había 1.000 estudiantes, mientras que hoy, cuando la población se multiplicó por 3,5, los estudiantes de educación media son 349.000. En particular, De Armas opino que el sistema educativo “ha cambiado en los últimos 30 años en términos de cobertura, de acceso, aunque quizá no nos damos cuenta de la magnitud de ese cambio”, y señaló que en 1980 en educación media había 168.000 alumnos.
Celsa Puente, directora general del Consejo de Educación Secundaria, opinó, hablando con los docentes que participaban en el congreso, que se deben “interrogar las rutinas que tenemos institucionalizadas” en secundaria, y se descubrirá “que son mecanismos instalados para seleccionar, porque secundaria no era para todos”. Puente consideró que es el “momento óptimo de dar un debate que nos permita actuar con rapidez, para, más que seguir diseñando espacios, proveer de horas. Me parece que tenemos que preguntarnos acerca de si estamos disponibles para que se genere un cambio importante en relación a quiénes somos, desde el punto de vista de la identidad profesional, y qué venimos a ofrecer en los liceos”. Aseguró que esto no tiene que ver con “cumplir con estadísticas”, y advirtió que “no serviría de nada cambiar el régimen académico desde la autoridad, si no hay un cambio real de cabezas y corazones que permita recibir a los jóvenes”.
Edith Moraes, subsecretaria de Educación y Cultura, advirtió que la discusión sobre la repetición “no es un antojo”. “No es para sacarla, es para analizar y, sobre todo, correr el foco para el proceso de aprendizaje: ¿por qué un estudiante no aprende? ¿Por qué aprende? ¿Qué hace para aprender?”.
De Armas apuntó que la visión de las familias sobre la obligatoriedad de la educación primaria es distinta respecto de la de la educación media. “Hasta que no nos escandalice que un adolescente no termine la educación media, esto no va a terminar”, graficó.
Segundo recurso: clases particulares
Una alternativa que se utiliza para reducir la repetición es el acompañamiento de las trayectorias educativas y, según planteó De Armas, las evaluaciones de los programas como Maestros Comunitarios en primaria o Compromiso Educativo en educación media dan cuenta de que “si un estudiante de similar contexto social que otro asiste a estos programas, su probabilidad de promoción es mucho mayor que la del que no recibe apoyo”. “Van en la dirección correcta”, opinó.
Otra práctica de acompañamiento son las clases particulares. En base a datos de la última Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, la investigación de De Armas señala que aproximadamente la mitad de los encuestados que asistieron a educación media recurrió en algún momento a clases particulares: 52% de los encuestados de entre 15 y 19 años, 52% de entre 20 y 24 años y 47% entre los de 25 a 29 años. La gran mayoría de ellos tuvo que pagar por las clases particulares, algo que, según De Armas, “termina siendo extremadamente regresivo”. En la publicación se agrega que en los últimos años ha aumentado el porcentaje de estudiantes que tiene estas clases de apoyo en su centro educativo: 6% de los encuestados de entre 25 y 29 años, 10% de entre los de 20 y 24 años, y 19% entre los de 15 y 19 años.
Al analizar los datos por nivel socioeconómico, en el quintil de mayores ingresos 65% de los estudiantes paga por clases particulares (en total, 70% tiene algún apoyo), mientras que en el quintil de menores ingresos 20% paga por las clases (32,2% tiene algún apoyo).