En 2015, niños de la escuela 319 de Casavalle visitaron el Centro Ecológico Integrado al Medio Rural de Rocha y allí conocieron a los microorganismos eficientes, un combo microscópico integrado por bacterias acidolácticas, bacterias fotosintéticas y levaduras que, al crecer juntas, se benefician entre ellas y actúan sobre el medio en el que se encuentran, generando varios efectos positivos: descomponen la materia orgánica, mejoran el crecimiento y la salud de los cultivos y permiten el tratamiento de aguas residuales, entre otros. Los estudiantes volvieron de Rocha con el objetivo de investigar y producir los microorganismos en su escuela, lo que los llevó a involucrar al Programa Huertas en Centros Educativos, de la Facultad de Agronomía (Fagro), y a la Unidad de Extensión de la Universidad de la República.
En 2016, el proyecto tomó otra forma. Los inóculos de microorganismos eficientes que compraban subieron de precio, por lo que los niños se propusieron producir ellos mismos ese consorcio de microorganismos eficientes. En este punto del proceso se sumó el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable (IIBCE), centro al que los estudiantes llevaron varias muestras de grupos de microorganismos capturados e inoculados hasta que lograron producir una mezcla que nombraron Microorganismos Eficientes Nativos (MEN), que comenzaron a utilizar de diversas maneras. El desarrollo de la investigación y la producción llevó a que los escolares ganaran en 2016 el Premio Nacional de Ciencias, en la Feria Nacional de Clubes de Ciencia. Los dos maestros comunitarios que impulsaron el proyecto, Federico Mesa y Micaela Sanguinetti, más padres de algunos de los niños y vecinos, conformaron la cooperativa Entrebichitos, y actualmente, en una planta en San Jacinto, elaboran el producto MEN, que es 100% natural y no contiene productos químicos.
Este año se sumó un nuevo actor al proyecto: la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) otorgó el financiamiento para que, durante 18 meses, los estudiantes de la escuela 319, investigadores del IIBCE y del Programa Huertas de la Fagro continúen la investigación y generen la información necesaria para el registro del producto y para distribuir los MEN en los barrios con falta de saneamiento. Para eso, tendrán que hacer varios ensayos. Por un lado, la cooperativa Entrebichitos y los niños de la escuela 319 harán pruebas del funcionamiento de los MEN en los pozos negros. En segundo lugar, la Cátedra de Microbiología de la Fagro se encargará de evaluar cómo actúan los MEN en el crecimiento de los cultivos. El IIBCE, por su parte, tendrá la tarea de, en base a técnicas de biología molecular, caracterizar el producto: “Los microorganismos se aíslan en condiciones anaerobias y sobreviven los que pueden crecer sin aire, que son algunas levaduras, algunos lactobacilos, algunos hongos. Hay que identificar el nombre de cada uno de los microorganismos, qué especie son”, explicó Natalia Bajsa, bióloga del IIBCE y coordinadora del proyecto. Esa información se va a utilizar para registrar los MEN ante el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca –para su uso agrícola– y ante el Ministerio de Salud Pública –para su uso doméstico–. Esto será un prueba en sí misma, ya que no hay muchos antecedentes sobre el registro de productos biológicos.
Con las manos en la tierra
Por último, el Programa Huertas pondrá a prueba los MEN en diez centros educativos (cinco escuelas y cinco liceos) donde intervienen, para evaluar el efecto de los MEN en el proceso de compostaje de los residuos orgánicos. La semana pasada se instaló el primer ensayo en la escuela 141, Reino de Malasia, del barrio capitalino Manga.
Los estudiantes de tercer año tienen huerta todos los jueves. Lucas, Gloria, Alan, Thiago y Alexandra explicaron a la diaria que en un sector de la huerta juntan residuos de la cocina, pedazos y cáscaras de frutas, restos de yerba, café y té, hojas de otoño y restos de pasto, estiércol, papel picado y cartón, para elaborar compost. Tienen claro el experimento que están por comenzar a aplicar: “Todo eso lo vamos a entreverar y lo vamos a colocar en esos cajoncitos. A tres cajones le vamos a echar agua y MEN, y a otros sólo agua, y vamos a medir cuál se hace más rápido, como una carrera”, fueron contando entre todos. Mientras algunos de los niños mezclaban el compost antes de colocarlo en los cajones, otros mostraban los cultivos que tienen en la huerta: frutillas, zanahoria, brócolis, acelga, lechugas de distintas variedades, habas.
Cecilia y Mariana, las maestras de los dos grupos de tercero, comentaron que para los niños “el interés por el compost fue inmediato” desde principio de año, cuando comenzaron a trabajar en la huerta. “Empiezan a buscar, a ver qué bichitos hay”, cuenta Cecilia. Mariana asegura que es muy apropiado trabajar en la huerta en tercer año, cuando el tema suelo es central en el programa de ciencias naturales: “Lo que van aprendiendo lo van viviendo acá en la huerta. La reproducción de las plantas, su crecimiento, la composición del suelo. Aprenden de otra forma”.
Para cuando las maestras terminaron de comentar las ventajas que tienen las prácticas en la huerta, los niños ya habían revuelto el compost y tenían los guantes puestos para colocarlo en los seis cajones donde harían el experimento. En cada cajón hay una regla, y después de tener todos llenos miden hasta dónde llega el compost; con un termómetro especial toman la temperatura en cada uno de los cajones, y registran en unas planillas especiales ambos datos: volumen y temperatura.
Luego llega un momento especial, en el que, siempre con el apoyo de los docentes de la Fagro pero haciendo ellos solos las actividades, los niños disuelven los MEN en agua, en una proporción de 10%. Uno a uno, van regando los seis cajones. Cada 15 días regarán con agua y MEN tres cajones y sólo con agua los otros tres, tomarán la temperatura y medirán el volumen de los residuos. En octubre terminarán las mediciones y comenzará el momento de evaluar el efecto MEN.
Conocimiento abierto
La cooperativa Entrebichitos logró recientemente la personería jurídica y actualmente está produciendo 1.600 litros de MEN por mes. Está integrada por cinco personas y hay dos que están por ingresar, y es una fuente laboral para tres de ellas. El principal comprador, según informó el maestro Federico Mesa, es La Liga Sanitaria, pero además están por firmar un convenio con la Agencia de Desarrollo Rural de Canelones para difundir la tecnología entre los pequeños productores y sus asociaciones. “No nos interesa vender el MEN; sí que la cooperativa se sostenga financieramente, para brindar un espacio de trabajo, pero el objetivo es difundir el producto y también hacer talleres para enseñar a producirlo”, explicó Mesa. Una de las personas que está por entrar a la cooperativa es una de las ex estudiantes vinculada al proyecto, que será una de las encargadas de hacer los talleres de divulgación en otras organizaciones.
El maestro aseguró que el registro del producto tiene que ver con “una concepción del conocimiento que es abierta”. “Nos ofrecieron patentar la forma de producción de los MEN y dijimos que no, que el conocimiento es abierto para que se pueda utilizar, y el registro va a permitir que se pueda volver a producir MEN”, afirmó el docente.
Mesa aseguró que el proyecto que surgió en 2015 “se nos fue de las manos” por las derivaciones que tomó, y reafirmó que buscan “ser serios para que sea un camino que pueda tener continuidad”. Relató que la investigación sobre los usos de los MEN continúa en la escuela, y contó que este año, luego del planteo de las auxiliares de servicio de la escuela que utilizaban los MEN como limpiador, que transmitieron que tenía un olor desagradable, un grupo de estudiantes buscó una solución para el problema y produjeron MEN con aroma cítrico. “Nuestro objetivo es que se difunda, que hagan MEN en todas las escuelas”, aseguró.
Los MEN se pueden comprar directamente a la cooperativa, en la planta que funciona en el predio de la Fundación Juan Carlos Boccone, en San Jacinto, por medio de sus redes sociales y del correo [email protected].