Ser padre o madre sin que la carrera laboral o profesional se vean afectadas no es sencillo en Uruguay. Como forma de volver estas cosas más compatibles, son varios los colectivos uruguayos de trabajadores que en los últimos años han construido espacios de educación y cuidados a los que sus hijos puedan asistir mientras ellos cumplen con su horario laboral. Por ejemplo, ese es el caso del Centro de Educación Inicial del Banco de Seguros del Estado (BSE), gestionado por una asociación civil sin fines de lucro conformada por sus trabajadores.
Pese a ser un día de febrero a las cinco de la tarde, el jardín estaba habitado por muchos niños y algunas maestras; los más grandes están en el piso de abajo y los más bebés, en el de arriba. En uno de los salones, Fabiana Dutra, Gastón Ware y Mariana Gallarza, integrantes de la comisión directiva de la asociación, junto con la nueva directora del centro, Lilián Larrea, hablaron con la diaria sobre los desafíos a los que se enfrenta el centro. Los trabajadores contaron que el jardín funciona desde 1984, a partir de un planteo de los funcionarios de la época. En aquel momento, la solución que se encontró fue que el centro se instalara en uno de los pisos de un edificio en el que funcionaban oficinas del banco, pero años después esa situación desembocó en la mudanza al edificio actual, ya que el anterior no cumplía con los requerimientos para el funcionamiento de un centro de educación inicial.
El local actual, ubicado en Galicia y Paraguay, fue alquilado durante varios años por la asociación que gestiona el centro, pero en 2016 pudo ser comprado por el colectivo de trabajadores a través de un préstamo que están pagando. Más allá del gran paso que ello implicó, también ha generado que tengan que hacerse cargo directamente del mantenimiento y de las reformas edilicias, que se sumaron a la lista de tareas de la directiva de la asociación, que para quienes la integran son como “un segundo trabajo”, pero honorario.
El proyecto
Más allá de las cuestiones edilicias, que entre otros aspectos son conversadas todos los meses en una instancia bipartita con las maestras y los trabajadores del centro, otra parte importante de las gestiones de la comisión tiene que ver con el proyecto educativo. Según comentaron los entrevistados, a raíz de que recientemente Larrea asumió la dirección, el centro se encuentra en un proceso de ajustes. La directora explicó que “la idea es ir cambiando el concepto de guardería por el de un centro de educación inicial”, en el que se “estimula” a los niños desde los tres meses a los cinco años. Además de contar con varias iniciativas propias, cuentan con la base de los programas del Consejo de Educación Inicial y Primaria y del nuevo marco curricular de referencia para niños de cero a seis años.
Larrea agregó que una de las claves es el trabajo en equipo entre la dirección y la directiva de la asociación, además de la capacitación de los trabajadores. En relación al trabajo con los niños, resumió: “Los cuidamos, están contenidos, reciben constantemente amor; también trabajamos con una propuesta que tiene que ver con lo lúdico-creativo, el trabajo en proyectos, el salir hacia afuera y mostrar lo que hacemos”. Es que, además de la formación integral de los niños, otro objetivo importante del centro es trascender al BSE y “que sea un jardín de puertas abiertas a la comunidad”, detalló la docente.
El proyecto también incluye el trabajo con las inteligencias múltiples de los niños, por lo que hay variadas propuestas de talleres: arte, huerta y cocina son algunas de las opciones. Estas actividades muchas veces se realizan fuera del jardín, por lo que se organizan salidas, igual que para que los niños de tres a cinco años vayan a piscina, en el club de la Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay. Además, hasta los dos años los niños son acompañados por una psicomotricista, que realiza informes individuales que son compartidos con los padres. También se organizan actividades y talleres con los propios padres, de forma de que puedan acompañar de mejor forma el desarrollo de sus hijos.
Tanto Dutra como Gallarza plantearon que cuando decidieron dejar a sus hijos con tres meses en el jardín lo hicieron porque no tenían personas de confianza con quienes dejarlos, y debieron hacer frente a un “prejuicio social” que las culpabilizaba por hacerlo. Por ejemplo, una de ellas contó que incluso una doctora llegó a decirle que es mejor esperar al año de edad para enviar a los niños a un jardín. No obstante, con el paso del tiempo ambas se convencieron aun más de la utilidad de que concurran al centro: “Yo prefiero que esté en el jardín a que esté en mi casa con una persona que no conozco tanto; sé que no va a estar todo el día mirando tele, que le van a dar alimentación balanceada, que va a estar estimulada por una psicomotricista, que va a estar en contacto con otros niños”, afirmó Gallarza.
Desafíos
El centro de educación inicial se financia principalmente con el pago de las cuotas de los niños que asisten, que no son únicamente los hijos de los funcionarios del BSE, ya que es un jardín abierto. Al respecto, Ware explicó que el BSE financia 75% de la cuota promedio de los hijos de los trabajadores que concurren al centro. Además, señaló que al jardín asisten los hijos de comerciantes de la zona y que también tienen convenios con otras instituciones, como el Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyos trabajadores también llevan a sus niños. Ware señaló que, por los objetivos de la asociación, “no se puede cobrar una cuota muy cara”, ya que hay funcionarios del BSE que cobran poco más de 30.000 pesos por mes y pagan alquiler y otras cuentas. “No les podemos cobrar lo que sale una cuota promedio, que ronda los 14.000 pesos”, aseguró. Entre estos equilibrios, la comisión se mueve para mantener la calidad de las actividades y el trabajo en el centro, que cuenta con 40 funcionarios y con lugar para 150 niños. Hasta el momento, no han gestionado apoyos del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (ver recuadro), pero no descartan solicitarlos en un futuro.
Ware contó que, en este momento, el centro educativo está especialmente en busca de nuevas inscripciones. Ello se debe principalmente a la mudanza del hospital del BSE –actualmente ubicado cerca del jardín– a la zona del Antel Arena, sumado a que los trabajadores del banco obtuvieron un nuevo beneficio por el que el ente otorga dinero para que envíen a sus hijos a cualquier otro centro de educación inicial, como también hacen otros entes públicos.
En sistema
El Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC) cuenta con un apoyo específico para centros de educación y cuidado, en alianza con sindicatos y empresas, para atender a los hijos de las personas que trabajan o viven en las zonas donde estos servicios se instalan. La idea es que las empresas y sindicatos aporten la infraestructura, el mantenimiento y el equipamiento iniciales para la instalación de los centros, y, a través del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, el SNIC se encarga de los gastos de funcionamiento del proyecto. Actualmente hay ocho centros funcionando bajo esta modalidad: uno en Tacuarembó, Salto, Canelones y Colonia, y dos en Florida y Paysandú.
Más allá de esa posibilidad y del trabajo extra que les insume la gestión del centro, los integrantes de la asociación civil destacan las ventajas del jardín de funcionarios del BSE, que, por ejemplo, sólo cierra en las semanas de Turismo y Carnaval, ya que en verano se genera una propuesta específica, más enfocada en lo recreativo. Además, está abierto desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde y los niños pueden concurrir entre cuatro y diez horas diarias, lo que les da mucha flexibilidad a los padres. De todas formas, ello hace que desde el centro se tengan que pensar propuestas diferenciales para los distintos grupos en diferentes horarios, de forma que todos los niños accedan a todas las actividades.
Al norte
En las últimas semanas fueron noticia algunos proyectos de centros de educación inicial en facultades de la Universidad de la República (Udelar). No obstante, desde 2016 existe un emprendimiento de esas características en la Estación Experimental Mario A Cassinoni (EEMAC) en Paysandú. Las políticas de descentralización de la Udelar implicaron que muchos docentes se trasladaran a vivir al interior, donde, además de nuevas carreras, se generaron grupos de investigación. Una de ellas es Lía Randall, docente de la EEMAC, quien contó a la diaria que en el caso de ese servicio muchos de los docentes son jóvenes y varios iban a ser padres cuando se instalaron. La idea de abrir un jardín surgió porque trabajan a varios kilómetros de la ciudad de Paysandú y, además de contar con poca frecuencia de ómnibus, la mayoría no tiene familiares en el departamento que puedan ayudarlos con el cuidado y traslado de los niños.
Randall recordó que en aquel momento la iniciativa surgió de los docentes, que contaron con el apoyo del gremio de funcionarios y de la dirección de la EEMAC, que los ayudó a gestionar un local lindero en comodato para que funcionara el jardín. En un primer momento, apelaron a un llamado concursable interno de la Udelar para la mejora de las condiciones laborales de sus funcionarios, con el que obtuvieron fondos para amueblar el local, pero también tuvieron que apelar a otros mecanismos de financiamiento, como la venta de rifas, para hacer viable el proyecto. Además, debieron solicitar la habilitación ante el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y cumplir con los requisitos para funcionar.
La principal forma de financiamiento del jardín, que es gestionado por una asociación civil integrada por los padres de los niños, es el pago de la cuota mensual. Debido a que se trata de pocos niños, el precio de la cuota no es barato, lo que hace que no todos los trabajadores puedan enviar a sus hijos al centro, explicó Randall. Además de este ingreso, han recibido apoyo de la Asociación de Docentes de la Udelar, que financia la auxiliar del centro, y la universidad paga la luz y el agua del local. La docente consideró que cumplir con las exigencias del MEC “es bastante caro”, ya que no existe una modalidad específica para el medio rural, que tiene las mismas exigencias que un centro urbano.
Como forma de recibir otros apoyos, los trabajadores han realizado gestiones con el Plan CAIF, pero sólo cubría un turno, y con el Sistema Nacional Integrado de Cuidados, pero no cumplieron con los requisitos de cantidad de niños ni de metraje del centro para recibir el apoyo. Además, los términos del comodato por el que accedieron al predio impide que asistan al jardín niños que no sean hijos de funcionarios de la Udelar, lo que limita las posibilidades de expansión del proyecto. Por lo tanto, Randall señaló que desde la asociación civil están evaluando distintas formas de hacer el acceso al centro más económico para los trabajadores.
El jardín funciona durante ocho horas y cuenta con dos modalidades, una especial de verano y la del resto del año, dirigida a niños de cero a tres años. Según dijo Randall, en 2019 comenzarán el año lectivo ocho niños y, debido a las exigencias del MEC, tienen que contratar a dos maestras para atenderlos.