El Consejo de Educación Secundaria (CES) cuenta con varios programas de “exploración pedagógica” para atender a jóvenes y adultos que por distintos motivos no siguieron su tránsito por las propuestas universales que ofrece el sistema. Una de ellas es el programa Áreas Pedagógicas, junto con el Instituto del Niño y el Adolescente de Uruguay (INAU), en el que actualmente participan 1.100 jóvenes. Ayer se llevó a cabo una jornada de rendición de cuentas de los últimos años de ejecución del programa, que existe desde 1990. Si bien en un principio su origen estuvo ligado a la continuidad educativa de los adolescentes privados de libertad, con el correr de los años fue atendiendo a otros perfiles y desde 2017 ya no trabaja en centros de reclusión. El programa cuenta con un enfoque de investigación-acción y sus prácticas se reformulan constantemente en función de los territorios en los que está instalado y los jóvenes con los que trabaja, para que acrediten el ciclo básico.

Dardo Rodríguez, director del INAU, sostuvo en la apertura de la jornada que esta metodología de trabajo implica una “interpelación constante” a las instituciones del Estado y a los funcionarios que trabajan en el programa, con el objetivo principal de colocar a los destinatarios como sujetos de derecho. Javier Landoni, consejero del CES, señaló que en el último quinquenio al programa se le dio “otra impronta”, en la línea de buscar “alternativas pedagógicas” a las más tradicionales.

Las coordinadoras del programa por el CES, Lourdes Busakr, y por el INAU, Alba Alaniz, explicaron en su rendición de cuentas que Áreas Pedagógicas se basa en los pilares de las pedagogías de la hospitalidad, de la presencia y de la esperanza. En ese sentido, resumieron que se busca que desde el primer momento los jóvenes se sientan bienvenidos y valorados en los centros donde funciona el programa. Destacaron que se trata de que “se sientan parte” no sólo del centro sino de la sociedad, ya que muchos de ellos tienen historias de vida complejas, a las que se suma el rechazo previo del sistema educativo y haber pasado por procesos de “desubjetivación”. Las coordinadoras contaron que buena parte de los destinatarios del programa no quieren ser recibidos en liceos y que algunos de ellos no saben leer ni escribir. Por lo tanto, en Áreas Pedagógicas se genera una propuesta que no deja a nadie afuera y se adapta a los ritmos de aprendizaje de cada estudiante. Con un formato semestral y flexible, no existe la repetición, y estudiantes y profesores acuerdan el momento indicado para que los jóvenes se presenten a dar un examen, en función del proceso que haya desarrollado. Bajo esta modalidad los docentes tienen la libertad de generar adecuaciones curriculares para cada estudiante, así como propuestas que apunten a la “apropiación cultural”. Para ello, en los últimos cinco años se realizaron más de 400 salidas didácticas y casi 1.000 estudiantes participaron en campamentos educativos financiados por el Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública en conjunto con el INAU, que se hace cargo del transporte. En el último quinquenio, 5.913 estudiantes pasaron por el programa.

Resultados

Busakr y Alaniz informaron que en 2017 y 2018 el programa tuvo 1.898 estudiantes en sus ocho territorios (ver recuadro) y que 87% de ellos sostuvieron el proceso educativo, mientras que 67% logró aprobar al menos un año de ciclo básico. Estos resultados mejoraron respecto de 2015 y 2016, cuando 83% sostuvo el proceso y 53,5% aprobó al menos un año. Las coordinadoras precisaron que muchos de los jóvenes que no permanecieron en el programa se anotaron pero no llegaron a comenzar la cursada, ya que continuaron en otras propuestas educativas similares, mientras que otros desisten porque encuentran trabajo o porque deben dedicarse a tareas de cuidado en sus hogares.

Más allá de estos buenos resultados para jóvenes que vienen de repetir y desvincularse del sistema educativo, el programa no cuenta con cupos suficientes para todos los interesados. Según contaron las coordinadoras, en 2019 el programa tiene 213 estudiantes en lista de espera, lo que equivale a un quinto de la población que atiende. Al respecto, admitieron que “es muy difícil decirle que no hay lugar” a los jóvenes que llegan con historias de vida muy complejas y que constituye “una situación de injusticia tremenda”. No obstante, indicaron que cuando el programa no puede dar respuesta se trata de contactar a los jóvenes con otros espacios que sí puedan recibirlos.

Por su parte, señalaron que entre 2013 y 2014 el programa fue evaluado por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que, entre otros puntos, llegó a la conclusión de que existía consistencia entre sus objetivos y la estrategia utilizada, pero también de que era necesario contar con más funcionarios, tanto docentes como integrantes de los equipos multidisciplinarios. Desde el punto de vista económico, la evaluación encontró que al sistema educativo le sale más caro un estudiante que repite en las propuestas universales que la cursada de un joven en Áreas Pedagógicas.

Además, las coordinadoras hablaron de algunas dificultades en cuanto al relacionamiento interinstitucional. Por ejemplo, mencionaron que 2019 fue el primer año del programa en el que los estudiantes están inscriptos “como corresponde”, ya que antes “sólo existían para secundaria si daban un examen”. Explicaron que esta situación generaba dificultades para hacer trámites como pedir un pase, pero también para el acceso a otro tipo de beneficios, como becas y boletos. En suma, mencionaron que si bien cuando los jóvenes culminan el ciclo básico pueden acceder fácilmente a una propuesta de cuarto año de liceo, no ocurre lo mismo en UTU, donde muchas veces no hay lugares disponibles para recibirlos. En concreto, señalaron que este año 45 estudiantes egresados del programa quedaron sin lugar en ese subsistema, lo que en muchos casos conduce a que los jóvenes terminen anotados en propuestas para las que no están del todo motivados. Por lo tanto, las coordinadoras entendieron que es importante concretar un convenio específico con UTU.

Como otros desafíos a futuro, Busakr y Alaniz mencionaron que es importante contar con más recursos para dar respuesta a las listas de espera y a los pedidos de instalación del programa en nuevos territorios. No obstante, mencionaron otros obstáculos a sortear que no se solucionan con dinero, como que los estudiantes del programa sean tenidos en cuenta para acceder a los dispositivos de Plan Ceibal, algo que no ha ocurrido hasta el momento. En suma, las coordinadoras lamentaron que actualmente los profesores que trabajan en el marco del programa son los mismos que están en las listas para el resto de las propuestas del sistema educativo, cuando las particularidades de Áreas Pedagógicas ameritarían una postulación específica.

Al sur

Áreas Pedagógicas tiene presencia en ocho centros del sur del país. Tres de ellos están en Montevideo (Central, en Soriano y Carlos Quijano; Tacurú, en Casavalle; y Paso de la Arena) y el resto están en Vista Linda, Canelones; Juan Lacaze, en Colonia; Maldonado; Mercedes, y Fray Bentos.

5.913 estudiantes pasaron por el programa en el último quinquenio. En 2017 y 2018 el programa tuvo 1.898 estudiantes: 87% de ellos sostuvieron el proceso educativo, mientras que 67% logró aprobar al menos un año de ciclo básico. En 2019 el programa tiene 213 estudiantes en lista de espera, lo que equivale a un quinto de la población que atiende.