La virtualidad llegó para quedarse en el mundo de la educación. Así lo afirma el profesor de la Universidade Aberta de Portugal, António Moreira Teixeira, que es parte del departamento de Educación y Educación a Distancia de esa casa de estudios y también fue presidente de la Red Europea de E-learning y Educación a Distancia. Llegó a Uruguay como uno de los invitados principales de la Escuela de Invierno de la Fundación Ceibal y en su paso por Montevideo conversó con la diaria sobre las ventajas de un nuevo entorno educativo que implica grandes desafíos para docentes y estudiantes.

¿De qué hablamos cuando hablamos de e-learning?

Una definición muy sencilla sería decir que es el conjunto de técnicas e instrumentos que posibilita la enseñanza y el aprendizaje en un entorno tecnológico. Es un término que hoy en día puede ser difícil de definir porque se usa en contextos mixtos, es decir, espacios físicos donde hay un buen uso de herramientas tecnológicas. Entonces se ha ampliado el sentido de e-learning, pero típicamente se relaciona con la enseñanza virtual.

¿Cuándo es mejor aplicar la educación totalmente en línea?

Depende de lo que se quiera hacer. La educación en línea te permite reunir a un conjunto de personas que están aisladas por distintas razones, como la distancia geográfica, la distancia temporal, personas que tienen trabajo y no pueden ir a clase, personas que tienen alguna discapacidad que no les permite cursar en el mismo tiempo y espacio que los demás, por decir algunos ejemplos. En ese conjunto de situaciones es deseable tener la posibilidad de no ir a clase. Otro aspecto es el de la internacionalización: si se cuenta con un entorno virtual es más fácil tener estudiantes de otros países.

Se suele marcar que los formatos taller son más difíciles de replicar en la virtualidad. ¿Ese tipo de dinámicas se puede dar a distancia?

Sí, claro, y hay muchos ejemplos. Con un diseño pedagógico especial es posible; de hecho, la mayoría de las plataformas se basan en un abordaje colaborativo. El taller puede ser más complicado si se necesita que la gente esté junta manipulando algo como una máquina o un laboratorio. Pero también en esos casos es posible hacerlo con simulación, con realidad aumentada o con tecnologías de inteligencia artificial; es decir, es posible replicar este tipo de contextos de aprendizajes con un buen diseño pedagógico por detrás.

Todo este tipo de tecnologías que mencionás son muy costosas.

Eso es verdad, es costoso, pero hay que entender que su replicación no tiene costos. Es decir, un taller presencial requiere menos costos una vez, pero después hay que repetir todos los insumos de nuevo; cuando usamos una aplicación, como puede ser un laboratorio de realidad aumentada, se puede usar muchas veces sin ningún nuevo gasto. El coste inicial es más caro, pero después se puede recuperar. Cuando nos tomamos la educación virtual en serio es posible que la presencialidad sea más barata, porque no estamos entendiendo lo virtual sólo como una plataforma para colgar archivos PDF, sino como una experiencia educativa integral.

Si la plataforma no es un repositorio de PDF, ¿qué tiene que tener una buena plataforma?

Para empezar, se trata de no pensar sólo el diseño de una plataforma sino un diseño del proceso educativo. La plataforma es una herramienta y, como tal, al elegirla hay que tener un criterio pedagógico por detrás. Después se debe diseñar el curso pensando en actividades que tengan alguna relación con los contextos reales en los que los estudiantes aplicarán sus conocimientos. Otro punto importante es la evaluación que se presente en la plataforma: se debe respetar lo que se propone desde los aprendizajes, por eso es muy buena la evaluación continua, para que el estudiante mismo participe en el codiseño de las actividades, como su propia evaluación y la de sus pares. Los cuidados del diseño y del aprendizaje en general son muy importantes.

En Uruguay se está dando una transición desde cursos totalmente presenciales a mixtos. ¿Cómo se hace?

Es un proceso complejo pero posible, hay que tener varias cosas en consideración. Lo primero es que los docentes tengan un proceso de capacitación que sea en sí mismo virtual; ellos mismos deben aprender en un ambiente virtual, porque podemos explicarle cómo funciona, pero lo ideal es que ellos aprendan en esta modalidad para poder enseñarla. A su vez, esta formación cambia su propia cultura de trabajo, los vuelve más participativos y los ayuda a entender que los docentes no son los únicos responsables, son parte de un equipo que podrá incorporar gente de tecnología, de educación, aparte de otros colegas de su propia disciplina. Para un buen proceso de cambio también es necesario contar con el apoyo de la institución, que se entienda este cambio cultural. Para eso es necesario hacerse las preguntas: ¿cuánta carga horaria tienen nuestros docentes?; ¿cuánto sale un curso online y cuánto la presencialidad para los estudiantes?; ¿y para la institución? Además, claro, es necesario contar con las estructuras tecnológicas para dar ese paso, se puede tener mucha voluntad de cambio y docentes formados, pero se necesita una estructura que les permita trabajar, con el mantenimiento que corresponde.

¿Qué implican estas nuevas modalidades para el docente?

Tenemos la idea equivocada de que se usa la tecnología para hacer lo mismo que hacíamos antes con menos trabajo, pero es al revés: la tecnología va a dar más trabajo porque implica que no se pueda seguir haciendo lo mismo. Por ejemplo, cambia mucho la relación docente-estudiante, la gente espera que el profesor le responda todo al minuto sólo porque la comunicación es virtual y eso no es posible; tampoco es deseable, pero pasa y hay que saber manejarlo.

La modalidad virtual también es un desafío para los estudiantes. Se afirma que requiere un grado de concentración y voluntad mucho mayor que la presencialidad y que en muchos casos hay un mayor nivel de deserción.

Estoy de acuerdo. Estas modalidades implican un reto para los estudiantes, porque aprender en un entorno así es distinto a cómo lo hicieron desde siempre. Uno de los aspectos críticos es la mayor autonomía: se espera que el estudiante tenga mucha más libertad, y eso viene de la mano de mayor autocontrol, porque sos responsable de tu propio aprendizaje; eso va en línea con los que dicen que este tipo de enseñanza está más adaptada a gente más adulta. También implica mayor ética, porque cada estudiante es responsable de su propio aprendizaje, pero también del de los otros, ya que su interacción afecta el proceso de los demás. Pero es un proceso que se entrena; si formamos a la gente para aprender de esta forma desde el principio, los resultados serán distintos. También es verdad que hay mucho abandono en los cursos que son totalmente virtuales, pero hay que ver qué se entiende por abandono. Por ejemplo, un alto porcentaje de los que participan sólo busca dos o tres módulos del curso y el resto no le interesa; entonces, en la estadística esa persona cuenta como un abandono, pero en los hechos recibió la formación que había ido a buscar.

Se suele pensar la educación virtual en el nivel universitario. ¿Creés que se puede aplicar en todos los niveles?

Sí, se puede aplicar en todos los niveles, pero nunca del mismo modo. Ya hay experiencias muy exitosas en todos los niveles, con características y un diseño pedagógico distinto. Desde el jardín de infantes hasta la universidad, la educación virtual existe y se aplica con sus adecuaciones. En el caso de los niños, que es lo más inusual, el proceso tiene que ser bien diseñado para que no cree un gueto sin socialización, en una etapa en que es fundamental para el desarrollo; los niños no deben perder nunca la conexión con la realidad y la sociedad. Pero nuestra realidad es, a su vez, mixta: es una realidad física, sin dudas, pero también es virtual. Los niños están mucho tiempo involucrados con la tecnología y eso debe pasar también en la escuela, porque no puede ser que sientan que el tiempo se detiene cuando van a clase. Además, hay que entender que por más que sean “nativos digitales”, tienen que aprender a manejarse en este mundo: no es que ya sepan de por sí cómo se aprende en estos entornos, es necesario enseñarles a usar esta herramienta.

¿Cuál es el próximo paso que se visualiza en cuanto a e-learning?

Si me hacías esta pregunta diez años atrás, te habría dicho que es la realidad virtual. Hoy llegamos a crearla y, sin embargo, no fue una gran revolución. En educación muchas veces algo nos puede parecer muy importante de alcanzar y otras cosas no tanto, y cuando se llega a esos logros, los resultados son opuestos a los que esperábamos.

Dicho eso, si miramos hacia adelante, creo que la educación abierta va a seguir creciendo porque tiene mucho que ver con transparentar y globalizar el proceso educativo. También se espera mucho el impacto del big data para ver cómo podemos aplicar esta tecnología.

Algo de eso ya se está aproximando al terreno educativo; por ejemplo, se habla de machine learning aplicado a la educación.

Sí, claro, esa es la principal área en la que se está trabajando. Pero hay que ver también de qué modo se está trabajando. Pueden suceder dos cosas: por un lado, todo puede mejorar; por otro, más negativo, toda la enseñanza se puede volver muy similar. Se corre el riesgo de que al final se pierda la individualidad y la personalidad, aunque también ante esto siempre debemos recordar que hay un elemento humano diseñando todo por detrás. Otro de los peligros es que se generen perfiles de comportamiento muy personales basados en lo que ya hace cada uno, en lo que repetimos de forma constante. Entonces, si se crean esos patrones puede suceder que eliminen nuestras constantes equivocaciones y sin equivocarse es más difícil aprender.

¿Es posible pensar en una educación que no tenga ningún elemento virtual?

Yo creo que no. Todavía pasa, pero no debería. No es que la educación cambie de por sí, la educación acompaña los cambios de la vida diaria, en nuestra rutina hay mucha tecnología y la educación no puede estar muy separada de nuestra vida real. A veces eso es difícil de entender; tenemos que rediseñar los procesos educativos para integrar la tecnología completamente para poder sacar provecho de algo que ya se usa a diario.