Por considerar que la Universidad de la República (Udelar) se encuentra “en un momento de inflexión hacia la construcción de una política de inclusión educativa”, y porque trabaja en torno a la discapacidad desde hace años, la psicóloga María Lilián González decidió estudiar el avance que ha habido en este tema en la institución en el marco de su maestría en Intervención Psicológica en Educación y Desarrollo. Según los últimos datos disponibles (a partir del censo de 2012), 8% de los estudiantes universitarios declaran tener alguna discapacidad (6,7% leve, 1,5% moderada y 0,5% severa), pero las acciones destinadas a la inclusión de esta población se dan “de manera fragmentada, sin existir continuidad”, según menciona González en las conclusiones de su tesis.

“Del estudio surge que hay focos de atención a la discapacidad en algunos servicios, claramente identificados, pero es incipiente el abordaje central del tema”, señala la psicóloga, que actualmente es asistente académica de la Facultad de Psicología y que, desde ese rol, se dio cuenta de que es necesario tomar acciones para que los estudiantes con discapacidad puedan acceder, cursar y egresar de la Udelar. “En los últimos cinco años ha habido muchísimos movimientos en este tema, pero son acciones que para la población resultan insuficientes en muchos casos”, agregó en entrevista con la diaria.

En primer lugar, la mayoría de las medidas se resuelven dentro de cada facultad o servicio, y no en términos generales para toda la institución, lo que condiciona la opción de formación del estudiante: “Al momento de elegir qué carrera cursar, no es lo mismo si el edificio es accesible o no”, ejemplificó. Para su investigación, González entrevistó a 13 egresados de la Udelar que tienen discapacidad. En uno de los casos, la primera opción de estudio de la persona había sido una carrera de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, pero a raíz de las barreras arquitectónicas con las que se encontró, optó por estudiar en la Facultad de Información y Comunicación, carrera de la que finalmente egresó.

Las únicas dos medidas que existen a nivel central son el servicio de intérpretes para personas sordas (que ofrece Bienestar Universitario) y partidas económicas para acondicionamiento arquitectónico, para que los servicios puedan hacer obras de accesibilidad. Respecto del servicio de intérpretes para estudiantes sordos, los usuarios mencionaron algunas dificultades de funcionamiento; por ejemplo, que la presencia de los intérpretes se termina de coordinar con el semestre ya empezado, lo que retrasa el inicio de las clases del estudiante, que sin intérprete no puede acceder a la clase ni al contenido. La investigadora aclara que la coordinación con los intérpretes no es sencilla, entre otras cosas porque son pocos, pero entre las recomendaciones plantea que se puedan ajustar las agendas antes del inicio de clases. En 2018, la Udelar contaba con 14 intérpretes para cubrir las necesidades de 21 estudiantes sordos.

Barreras

El estudio define la discapacidad como “un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”, definición adoptada por la Organización de las Naciones Unidas en 2006, de la que se entiende que la discapacidad surge cuando las barreras impiden que la persona pueda, en este caso, estudiar. Desde esta perspectiva, es fundamental para la inclusión eliminar las barreras a la educación.

Las barreras que enfrentan los estudiantes con discapacidad son muchas en la Udelar. La investigación identifica barreras físicas, barreras en la información y la comunicación (acceso a clases o materiales de estudio) y barreras actitudinales. Cuánto estas barreras condicionen el trayecto depende de la discapacidad que tenga cada estudiante, pero la barrera que afecta a todos los estudiantes con discapacidad es la desinformación. “A nivel de barreras actitudinales aparecen la desinformación, la falta de capacitación en estos temas”, afirmó la investigadora especializada en discapacidad, que agregó que se presentan situaciones de este tipo con los docentes: “barreras al momento de la toma de las pruebas, la diagramación de las tareas o la masividad”. “La capacitación y la información tienen que salir del docente, y tiene que haber una definición más institucional, realizar jornadas, charlas o, cuando hay [estudiantes con discapacidad], contactarlos desde el Espacio de Referencia Estudiantil, indicándoles cuáles son las necesidades de los estudiantes”, explicó. El docente, señaló, puede adoptar “pequeños ajustes”, como habilitar un asiento en primera fila para la persona, permitirle grabar las clases o subir todos los contenidos de su clase a la plataforma EVA, que “no implican costos pero cambian radicalmente el acceso a la clase”.

Las adecuaciones en las pruebas son otra de las claves para que la formación sea accesible a los estudiantes con discapacidad. La adaptación puede consistir en permitir usar una computadora en lugar de papel, algo fundamental, por ejemplo, para las personas con discapacidad visual, o introducir otros cambios que respondan a las necesidades del estudiante. “Una demanda general entre los egresados que entrevisté es que el contenido sea el mismo, que no haya una adaptación del contenido; sí tiene que haber una adaptación en la forma en que se toma la prueba, pero que sea la misma prueba que el resto de los compañeros”, añadió. “En un caso pasó que la discusión con la docente se debió a que le mencionó que le puso una prueba más fácil, y en ese caso, la reivindicación del entonces estudiante fue que tenía las mismas condiciones que sus compañeros para contestar el mismo contenido y que sólo necesitaba una adaptación en la modalidad de la toma; capaz que es con una computadora, capaz que es oral en vez de escrito, capaz que la persona necesita que esté su asistente personal y que le dicte y el asistente escriba. Son esos ajustes, pero no es necesario que cambie el contenido de la prueba”, explicó.

Formación en discapacidad: opcional

González mencionó que en muchas facultades de la Udelar aparecen ofertas educativas sobre discapacidad, “pero sobre todo a nivel optativo: cursos de educación permanente, materias opcionales, prácticas, por las que pasa parte de la generación, pero no es contenido obligatorio. Está buenísimo que aparezca, pero habría que avanzar hacia un nivel obligatorio”, consideró. Recientemente se abrió el Diploma en Discapacidad para egresados de la Facultad de Ciencias Sociales, y hace unos años, en acuerdo con la Administración Nacional de Educación Pública, se brindó una Especialización en Inclusión Educativa en Salto. Para la especialista la temática podría transversalizarse a nivel universitario: “Hay muchos contenidos básicos que podrían ser comunes, cuestiones generales de la discapacidad, y después la adaptación a cada carrera. Creo que el Espacio Interdisciplinario podría ser el lugar”, opinó.

Entre los factores importantes para poder avanzar en la formación y finalmente egresar, los entrevistados identificaron a sus grupos de pares como actores claves. “Sobre los estudiantes universitarios no aparece ninguna alusión negativa, ninguna barrera actitudinal; aparecen como referentes, como las personas que subían la silla en andas o que les pasaban los apuntes, que generaron grupos paralelos a lo que sería el teórico y les daban las clases desgrabadas. Los pares aparecen como una figura súper fuerte y decisiva del egreso”, explica la investigadora. En este sentido, el estudio sugiere avanzar en proyectos que impliquen tutorías entre pares o fomentar acciones con los estudiantes universitarios que no tienen discapacidad.

Si bien los compañeros son una figura importante para avanzar en la carrera, la investigadora también menciona que los entrevistados consideran que el orden estudiantil todavía no toma el tema de la discapacidad como propio. “De los propios egresados surge eso, que una vez que el orden estudiantil tome este tema como una de las banderas de lucha y reivindicación posiblemente se generen más acciones”.

Por servicios

Como se desprende de la investigación, las políticas de inclusión para estudiantes con discapacidad son diversas entre las facultades. González detalla que entre los servicios del área de Tecnologías y Ciencias de la Naturaleza y el Hábitab la Facultad de Química se destaca por contar con más avances, ya que conformó un grupo específico para el trabajo en el tema y está elaborando una guía de inclusión; en el área Social y Artística es la Facultad de Ciencias Sociales la que tiene más recorrido, con acciones y políticas específicas y equipos docentes con especificidad temática; por su parte, entre las facultades del área Salud las más avanzadas son la de Psicología y el Instituto Superior de Educación Física (ISEF), ya que ambos servicios tienen protocolos de inclusión aprobados por sus consejos y una serie de medidas específicas para la población con discapacidad.

Autodidactas

Los ahora egresados entrevistados para la investigación sortearon las barreras y lograron terminar su formación. Cuando González les preguntó qué palabra podría definir cómo fue su trayecto como estudiantes, una de las palabras que apareció fue “autodidactas”, “en el sentido de que se estudió mucho más en solitario”.

La familia también aparece como un factor decisivo para el egreso entre los estudiantes con discapacidad: tías que desgrababan los teóricos, padres que los llevaban y los iban a buscar a la facultad son algunas de las alusiones a esos “pilares para el avance”. Pero, a la vez, algunos de los egresados plantean que esta presencia de las familias no es lo ideal: “La autonomía en la Universidad es un concepto bien presente, desde el vamos, y se coarta un poco si es necesario que haya una madre o padre presente para garantizar que el estudiante ingrese al salón o para ayudarlo a bajar. Hay una dependencia que no tendría por qué estar; cuando hay barreras en el entorno la persona se vuelve dependiente, no por su condición sino por el contexto”, acotó.

Sobre los docentes, los entrevistados presentaron dos versiones: aquellos que facilitaron su avance en la institución y aquellos que pusieron barreras. “Aparecen de los dos tipos: los docentes habilitadores, preocupados y atendiendo a las necesidades, y los otros, con historias de barreras”, mencionó González, que, en contraposición a la visión sobre los estudiantes o grupos de pares, considera que aparece “más marcado en el discurso docente esto de la desinformación y posicionarte frente al estudiante en base a los prejuicios y los preconceptos que tenés de la discapacidad, que es que la persona necesita ayuda o que suponés lo que puede llegar a necesitar antes de consultarle lo que verdaderamente necesita. Por ejemplo, esto de presuponer que precisa una prueba más fácil es un prejuicio, porque en realidad lo que precisa es otro tipo de toma con el mismo contenido que sus compañeros. Y si reprueba, lo hace como cualquier estudiante, pero no hay que presuponer que hay algo intelectual o cognitivo en juego cuando su discapacidad es física o sensorial”, explica la psicóloga.

“Voluntad política”

El Consejo Directivo Central (CDC) creó en 2018 una comisión asesora sobre inclusión educativa en la Udelar, que en 2019 ya tuvo dos reuniones. En representación de las facultades del área Salud concurre González. Actualmente la comisión está abocada al estudio de los protocolos de inclusión y medidas que existen en cada uno de los servicios, con el objetivo de elaborar un protocolo que sea generalizable a todos los servicios de la institución. A la vez, está trabajando en un informe para elevar al CDC con algunas propuestas concretas, ya que la Universidad está comenzando a discutir su presupuesto y “parece importante elevar insumos para la discusión presupuestal”. Para González, la creación de la comisión “expresa voluntad política”, y surge “en un momento muy fecundo para seguir ahondando los cambios”.

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