En la intersección entre los medios de comunicación, la educación y la discapacidad se encuentran los estudios de Meryl Alper, la primera conferencista del ciclo + Aprendizajes, de la Fundación Ceibal, Antel y la Administración Nacional de Educación Pública. La investigadora estadounidense de la Universidad de Northeastern habló el martes 20 sobre cómo la tecnología se incluye en las prácticas educativas y en la vida familiar de los niños y adolescentes, aunque muchas veces no hayan sido diseñadas teniendo en cuenta sus preferencias.

"Darles voz"

Para Meryl Alper es importante reflexionar sobre la relación que tienen las personas con discapacidad con la tecnología “porque se tiende a asumir que toda la tecnología es buena para las personas con discapacidad, lo que de alguna manera se alinea con un modelo de caridad y que la tecnología de alguna manera debe funcionar para arreglar un cuerpo que debe repararse y eso se alinea con el modelo médico de la discapacidad”.

Para la especialista “se tiende a asumir que toda la tecnología es buena para las personas con discapacidad, lo que de alguna manera se alinea con un modelo de caridad y con que la tecnología debe funcionar para arreglar un cuerpo que debe repararse. Eso se alinea con el modelo médico de la discapacidad”. Particularmente esto afecta a los niños, “que deben ser considerados como tales, con hábitos de consumo de medios y con preferencias especiales que dan forma a todos los aspectos de su aprendizaje”, puntualizó en la conferencia del ciclo + Aprendizajes.

Alper se centró en las personas con alguna discapacidad en el habla y notó que las tecnologías que apuntaban a ayudarlas se presentaban como la solución que llega a “darles voz a los que no la tienen”. Profundizó su investigación hasta publicar en 2017 el libro Giving Voice (MIT Press). “Me concentré en el rol de los medios digitales y móviles en las vidas diarias de los niños que sufren apraxia infantil del habla, un trastorno en el cual el cerebro básicamente tiene dificultad para controlar las partes que se requieren para hablar”, explicó. Allí discute “cómo de alguna manera, a pesar de que las tecnologías dicen que les dan voz a los que no la tienen y que llegan a empoderar universalmente, siguen sujetas a las desigualdades estructurales, especialmente en relación a aquellos con discapacidad”.

Alper detalló algunos ejemplos que encontró en su trabajo de campo que reflejan esta situación: “En términos de cultura la mayoría de los dispositivos que generan voz están programados sólo para hablar inglés; esto limita cómo se pueden comunicar los niños que hablan otros idiomas con las familias y la comunidad. Es un gran problema, porque nos limita a trabajar sólo en la escuela”. Además, en Estados Unidos “las políticas escolares también tienden a proteger las inversiones financieras en tecnología, más que a promover el crecimiento continuo de los estudiantes; por eso los dispositivos sólo se pueden utilizar en la escuela, lo que anula los programas de educación individualizada”. En el plano social, Alper enfatizó que estas tecnologías no son totalmente aceptadas y relató el caso de Danny, el padre de un niño que utiliza un dispositivo tecnológico para comunicarse: “Como en mi país la mitad de las muertes en manos de policías son hacia personas con discapacidad, Danny quería que su hijo pudiera decir sí y no, porque sabía que ningún policía le iba a permitir sacar su dispositivo para hablar”.

Durante la conferencia, la autora se centró en dos de sus trabajos: por un lado, la investigación que refiere al uso que hacen los jóvenes con discapacidad de la tecnología digital en su vida cotidiana y, por el otro, habló sobre el concepto de “darles voz” a las personas y cómo eso puede suponer un acto de inequidad. Al respecto, trajo a colación su experiencia como parte del equipo de desarrollo de contenidos en productoras como Plaza Sésamo, Disney y Nickelodeon y adelantó parte de su próxima investigación centrada en niños con autismo. Sobre estos temas y cómo afectan la práctica docente y la vida familiar también habló con la diaria.

Durante la conferencia mencionaste que a veces la tecnología en sí misma logra aumentar las barreras de acceso para las personas con discapacidad. ¿Cuáles son las claves para que eso no pase?

Creo que es una cuestión de pensar la tecnología no sólo como un objeto final, sino como la serie de cosas que pueden hacer que funcione o no. No es sólo cuestión de capital financiero, que es necesario para crearla, sino también de capital social: tener un equipo que conecte con las recomendaciones que hacen las personas con discapacidad o llamarlas para poner a prueba esa tecnología, preguntarles si están cómodas con la creación. Hay que entender que estas personas también son recursos.

“La clave para desarrollar tecnologías que sean beneficiosas para gente con discapacidad es tener gente con discapacidad como parte del desarrollo de la tecnología, así de simple”

¿Y en cuanto al desarrollo de los contenidos?

La clave para desarrollar tecnologías que sean beneficiosas para gente con discapacidad es tener gente con discapacidad como parte del desarrollo de la tecnología, así de simple. Es emplear a gente con discapacidad como ingenieros, diseñadores e investigadores, que estén presentes en toda la línea del negocio. Esta clase de decisiones y experiencias que aportan desde su propia vivencia es la clave de las mejores tecnologías. La cuestión es poner a la gente que se supone que se beneficiaría con esta tecnología desde muy temprano en un lugar muy central del proceso de desarrollo de la nueva tecnología. Hay que involucrar a la persona con discapacidad en la creación del producto que es para su beneficio; si no, no funciona. Hay toda una historia de tecnologías pensadas para la gente con discapacidades que son inútiles porque están diseñadas para resolver un problema que se piensa que tienen, pero cuando llega al mercado se dan cuenta de que el problema era algo totalmente diferente y de que terminaron creando algo innecesario.

¿Eso no es algo que todavía pasa?

Como asesora de educación en medios como Plaza Sésamo, tomaba a los niños como parte central del proceso de investigación: no podemos diseñar o construir algo que nosotros pensamos que va a ser beneficioso para ellos, sino que realmente tenemos que ponerlos frente al producto y hacer que los usen para evaluar, si no podríamos correr el riesgo de hacer algo totalmente diferente a lo que habíamos pensado. En Plaza Sésamo ahora hay un personaje que es una niña con autismo, y es importante porque históricamente ha habido un menor diagnóstico de chicas que de chicos, ya que la forma en la que el autismo se presenta en los hombres es diferente a la que lo hace en las mujeres. Ese personaje es muy importante porque Elmo [el personaje principal] y el resto de los que participan la quieren y la aceptan como es. Se transformó en un gran modelo para la inclusión, y lo bueno que hizo Plaza Sésamo para crear ese personaje fue la consulta con grupos sobre autismo: les preguntó a los propios niños y adultos con autismo cómo la iban a presentar. Es un ejemplo muy fuerte de cómo incorporar responsablemente estos temas en los medios de comunicación.

En otra investigación comentás los usos cotidianos que las personas con discapacidad les dan a las redes sociales, por fuera de lo asistencial. ¿Cómo se reflejan situaciones como el bullying?

Creo que las redes sociales pueden ser un lugar muy importante para que se sientan incluidos, permite encontrarse con otras personas que están pasando por lo mismo. Pero, al mismo tiempo, puede ser un lugar donde las personas etiqueten y se extiendan los sentimientos de no pertenecer; tal como pasa en la escuela, pero afuera. He visto las dos experiencias y pueden suceder al mismo tiempo. Tiene que ver también con cómo definimos a las redes sociales, es algo relativo dependiendo a quién le preguntes: un adolescente con autismo de 13 años al que entrevisté dijo que no le gustaban las redes sociales como Facebook o Instagram, pero para él su red social era un programa llamado Scratch, donde comparte mensajes con los otros jugadores. Es importante pensar quién está definiendo lo que es ser social.

“Para que la gente se sienta cómoda con las discapacidades hay que visibilizar a las personas que las tienen, que estén en los programas de televisión, que sean personajes entrañables”

¿Ese sentimiento en las redes sociales es reflejo de la vida en sociedad para estos jóvenes?

Para que la gente se sienta cómoda con las discapacidades hay que visibilizar a las personas que las tienen, que estén en los programas de televisión, que sean personajes entrañables, que se conviertan en algo familiar. Incluso si las personas no conocen a nadie con discapacidad en la vida real, igual pueden conocer la experiencia de vivir con discapacidad a través de los medios. Creo que en el área de la educación, la inclusión también se relaciona con el soporte que los docentes obtienen desde la administración, de los líderes: ¿qué pasa cuando se prueba algo y hay un error? ¿Cuál es el proceso de encontrar soluciones? ¿Cómo se empieza a presentar estas conversaciones?

¿Qué se necesita para que la tecnología sea realmente útil y llegue a todos los estudiantes?

El rol de la tecnología depende del contexto en el que se esté usando, y dentro de Estados Unidos eso va a depender de la cantidad de recursos que haya para todo en general, no sólo para la inversión en tecnología. Depende mucho de las leyes que respalden el derecho del estudiante a una educación igualitaria, que exijan el apoyo cuando es necesario. Hay una larga historia de tecnología que llega para asistir, pero la pregunta siempre se transforma en quién la va a pagar. Entonces, hay que pensar bien en el presupuesto, que implica el soporte, los arreglos, las actualizaciones y varias otras cosas.

Teniendo en cuenta los alcances que tiene hoy en día la tecnología en el campo educativo, ¿cuál te parece que va a ser el próximo paso?

Hay que preguntarnos sobre la inteligencia artificial y sobre cuáles son sus propósitos, cómo la vamos a usar, porque potencialmente podría tener efectos negativos para estudiantes con discapacidad. Por ejemplo, algo que está surgiendo es una herramienta para los docentes que les permite evaluar si un estudiante está prestando atención o no usando un algoritmo de reconocimiento facial. Bueno, pensémoslo: la gente luce de maneras muy distintas cuando está aprendiendo, si creamos un “normal” y decidimos que uno presta atención y otro no, no estamos pensando en todas las implicaciones de aplicar esa tecnología en esa situación. ¿Cuáles son los beneficios? ¿Son más que los aspectos negativos? Hay que empezar a pensar en estas cuestiones de corte ético, pensando también en las discapacidades.

Buenas prácticas según Alper

  • Unir a la familia: “Una cosa muy sencilla de hacer es incorporar a la familia para integrar la vida del hogar con la escuela. Para los niños con problemas en la lectura o el habla es muy difícil comunicar qué es lo que está pasando. Entonces, una buena idea es que el docente escriba en un trozo de papel lo que se hizo en la clase. Así los padres podrán empezar una conversación, los ayuda a que sientan que pueden hacer más preguntas y estar más cerca de la experiencia de aprendizaje de sus hijos”.

  • Puntapiés: “La literatura también es una herramienta muy poderosa, los libros pueden ser un puntapié para iniciar la conversación. Hay un libro y película estadounidenses que se llaman Wonder [La lección de August, en español] sobre un niño que tiene un trastorno facial importante y sufre mucho bullying. Es realmente popular entre los niños y lo más importante es que los niños con discapacidad que entrevisté me dijeron que se sentían muy identificados. Para tener conversaciones sobre discapacidad se puede empezar con el libro, porque es más fácil si no estamos hablando de un compañero o una persona conocida, sino de un personaje y su historia.

  • Primera persona: “Es bueno cuando un niño con discapacidad de otra clase va a charlar con otros compañeros sobre su experiencia y también van los padres. Habilitar ese espacio para que todos los niños puedan hacerles todas las preguntas que quieran y así evitar especulaciones incorrectas”.

  • En los zapatos del otro: “Algo que suelo pedirles a mis estudiantes en la universidad es que miren las opciones de accesibilidad que tienen en sus propios teléfonos, que las usen aunque no tengan ninguna discapacidad, para que tomen conciencia de las herramientas que están a disposición. Son útiles para todos en general, como pasa con varias cosas más, como las rampas, que son buenas para la silla de ruedas pero también para alguien con un carrito de bebé o una valija pesada”.