“El cambio fue rotundo, es algo impresionante”, dijo sin titubeos Silvana Realini, coordinadora del programa Educación Responsable en la escuela 111 de Salto a la diaria. Durante la pandemia, ella y su equipo están atravesando el tercer y último año de la iniciativa española que, de la mano de Plan Ceibal, lleva la educación emocional a los centros educativos uruguayos. Buscan así otorgar nuevas herramientas a los docentes que permitan no sólo trabajar más la dimensión personal en clase, sino también mejorar el clima entre colegas.

En Ayuí norte, al noreste de Salto, está la escuela de tiempo completo que dirige Realini, a la que van unos 170 niños del quintil socioeconómico 1, el más vulnerable. Con esos niños trabajan ocho maestros, desde educación inicial a sexto año, junto con profesores de educación física, inglés y arte.

En 2017 Realini tomó el cargo en esa escuela. “No era el mejor clima, los maestros estaban divididos en subgrupos y en las coordinaciones unos hablaban sobre otros”, describió. Luego de un año de tratar de amalgamar al grupo, decidió inscribirse a un plan piloto que en 2018 iba a llevar adelante Plan Ceibal junto con la Fundación Botín, de España, para trabajar la educación emocional, y, sin tener mucha noción de lo que le esperaba, se adentró en un espacio que, según afirma una y otra vez, “cambió completamente la escuela”.

El programa Educación Responsable comenzó en 2018 con ocho centros educativos y siguió creciendo hasta llegar hoy a los 24. Cuando terminan el ciclo de tres años quedan asociados a las instituciones como centros egresados, según dijo a la diaria Martín Rebour, gerente de Formación de Plan Ceibal.

La idea es amplificar la educación emocional de los jóvenes mediante la formación de docentes y el apoyo de una plataforma virtual, que presenta diferentes recursos para trabajar en las aulas el aprendizaje de las emociones. Ceibal incentiva este programa gracias al interés de los docentes. Según Rebour, maestros y profesores transmitían que no tenían herramientas suficientes para trabajar con la frustración de sus estudiantes o la convivencia en el aula.

Trabajar la educación emocional implica el desarrollo en dos áreas diferentes. Por un lado, los docentes intentan poner sobre la mesa el aspecto socioemocional de la vida de sus estudiantes en la clase; por otro, sirve para mitigar el síndrome de desgaste profesional, ya que impulsa a los docentes a apoyarse el uno al otro para enfrentar las situaciones más complejas.

La educación emocional para estudiantes

“Antes de empezar a trabajar estos temas había conductas de riesgo, niños muy estresados, muchas peleas que terminaban por irse a las manos por cualquier cosa”, recordó la directora de la escuela 111. Luego de casi tres años de formación, la situación en la escuela salteña cambió: “Ahora cuando se presenta un conflicto entre los gurises interviene el docente y empieza siempre un diálogo entre las partes. Tratamos de que piensen cómo se siente el otro, qué podrían haber hecho para no terminar así”.

En la escuela siempre se busca que haya un intermediario que ayude a “expresar en palabras el enojo”, que por lo general es el docente que está cerca, pero muchos niños toman ese rol cuando perciben que sus compañeros empiezan una pelea. “Ahora cada vez que hay un problema saben que pueden acudir a la dirección a hablarlo; hasta que todos sientan que está resuelto, nadie se va enojado”, dijo Realini.

Hay algunos niños en la escuela de Salto particularmente tímidos. No les gusta participar en clase y se sienten un poco incómodos en las actividades en equipo, y es en ellos donde Realini notó un cambio importante. Trabajar las emociones tuvo un impacto directo en la autoestima de los niños: ahora se animan a hablar, cantan y ponen el cuerpo en las actividades. “Son propuestas que hacen que los niños saquen de adentro cosas que no salen en las actividades de aula”, resumió la docente.

Durante los últimos tres años trabajaron en la identificación de las emociones, en saber que los niños pueden poner en palabras lo que están viviendo, y eso lo hacen desde los más grandes a los más chicos; de hecho, en inicial se trabajó con el emociómetro, que permitía a los niños analizar la situación por medio de imágenes.

Con los más grandes trabajaron el tema a través de la literatura, a partir de cuentos seleccionados que terminan en las obras de teatro, que se muestran en una jornada donde también invitan a los familiares. Este año en la escuela 111 habrá trapecistas, payasos y equilibristas que no logran ponerse de acuerdo y hacen que el público del circo se vaya enojadísimo, hasta que logran resolver el problema, tal como escribió Helen Velando en El gran circo desprolijo. “Se busca generar actividades que desestructuren un poco a los niños y salgan de lo común, creamos un ambiente diferente de lo habitual”, explicó la directora.

¿Con qué recursos se trabaja la educación emocional?

Hay muchas formas de incorporar la educación socioemocional al aula. El programa de Plan Ceibal se basa en los recursos de la fundación española pero los adapta al contexto uruguayo, y luego cada centro educativo hace lo mismo con su propia realidad.

El paquete de recursos se divide en cinco partes: el banco de herramientas audiovisuales, literatura y emociones, reflejarse, el coro de las emociones y el área de literatura, emociones y creatividad. Cada director actúa como coordinador del programa en su centro y en el caso de la escuela 111 hay un docente responsable por cada área.

Al ser una escuela de tiempo completo, luego de las horas curriculares se organizaron para realizar distintos talleres donde ponen en juego los recursos que ya están planificados y probados por la Fundación Botín. Realini destacó que los maestros trabajan en duplas y no siempre lo hacen con sus estudiantes de clase; eso hace que todos los docentes estén involucrados en varios talleres y que los estudiantes compartan con varios maestros de la escuela, fortaleciendo la comunidad educativa.

Más allá de los recursos de la fundación, Realini destacó herramientas que fueron incorporando en la rutina diaria. “Al estar todos los docentes involucrados el trabajo es más sencillo, porque todos los maestros lo aplican. Tenemos a los niños siete horas y media, entonces hay cosas que son más fáciles de trabajar transversalmente, como la convivencia y el buen trato”.

Cuando un niño llega a la escuela 111 lo saludan todos los maestros. Como son pocos, todos saben el nombre de cada uno. Si hay que llamarle la atención a alguien, todos los docentes usan el mismo tono y las mismas estrategias: hablar bajo y cerca, no dejarlo en evidencia frente a otros compañeros. Además, al tener coordinaciones semanales, todo el equipo docente está al tanto de las situaciones particulares de cada niño y está preparado para ser un soporte emocional cuando sea necesario. Para Realini, “cuidar esos pequeños detalles que hacen a la convivencia son clave para que la escuela sea un espacio para que el niño pueda construir un proyecto”.

La educación emocional como herramienta para controlar el estrés

“También hay toda otra línea que tiene que ver con el propio docente, con el autocuidado y el manejo del estrés”, resaltó Rebour. Además de trabajar con los niños, desarrollar el aspecto socioemocional en el centro educativo tiene grandes ventajas para los docentes.

Hay varios estudios que resaltan lo estresante que puede ser la profesión docente. El más reciente es el que publicó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, que indica que 9% de los docentes tienen burn out, que es el máximo nivel del síndrome de desgaste profesional.

Entre otras varias cuestiones que llevan a ese extremo, lidiar con situaciones sociales en contextos muy vulnerables genera en el docente un peso muy grande, que aumenta si debe cargar con eso solo. “Te encontrás con situaciones muy problemáticas que necesitan abordajes más integrales, y el docente puede contribuir a las mejoras de esas situaciones, pero no puede solo, y eso genera, entre otras cosas, frustración, estrés y angustia. En la medida en que no se pueda manejar estas emociones, se empieza a generar un desgaste en el docente, y la máxima expresión es lo que la literatura señala como burn out, ese desgaste por el que el docente queda agotado intelectualmente, muy frustrado desde lo afectivo”, describió el gerente de Plan Ceibal.

Desde el ámbito académico “cada vez hay más evidencia que señala la importancia de la dimensión personal y subjetiva del docente. Tal vez no se le ha dado tanta relevancia, pero es crucial”, afirmó Rebour. El gerente de Formación señaló que el programa de educación emocional no es una de las líneas más desarrolladas por Ceibal en los últimos años, pero que es algo que está sobre la mesa constantemente y que planean impulsar en este período junto a la Administración Nacional de Educación Pública.

Otro de los ángulos que trabaja la educación emocional es la motivación. “Es importante incluir la dimensión personal para realizar prácticas. Los docentes no siempre toman decisiones basadas en evidencia, muchas veces impactan las vivencias. Entonces, lo socioemocional juega un rol en cómo enseña el docente”, destacó Rebour.

Históricamente el abordaje hacia los docentes fue por el lado de los aspectos técnicos, pedagógicos y didácticos; sin embargo, desde Ceibal entienden que es momento de “agregar una capa más, vinculada a la dimensión personal del docente, que influye mucho en el diseño de trabajo. Cada vez hay más evidencia en relación a cómo esa dimensión impacta en lo que pasa después en las prácticas, y queremos atenderlo”, puntualizó.

En la escuela 111 el cambio atravesó a los niños, que pasaron de las peleas a la charla, de la timidez al trabajo en equipo. Pero también caló en el colectivo docente. La directora resumió: “Nos permitió unirnos para un trabajo más colaborativo, tuvimos que coordinar mucho, y ahora una entusiasma a la otra, es lindo ver cómo se generó otro clima”.