Que hay un porcentaje de niños que pasan de la escuela pública al liceo privado no es una novedad. Sin embargo, profundizar en las razones que llevan a los padres a tomar esa decisión es algo que no ha sido tan explorado. La licenciada Fernanda Gutiérrez Martínez, en su tesis de maestría de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, financiada por la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) como proyecto de iniciación a la investigación, hizo un análisis acerca de las elecciones educativas de los sectores medios montevideanos, titulado “Entre irse y quedarse”.

En diálogo con la diaria, Gutiérrez desarrolló alguna de las principales conclusiones a las que llegó luego de entrevistar a padres, madres y tutores que decidieron cambiar a sus hijos a la educación privada luego de una escolarización en el sector público. “Me interesaba estudiar particularmente por qué quienes en determinado momento optaron por lo público luego eligen una opción de mercado. Son personas que tienen cierta valoración de lo público, porque si no fuera así, capaz que nunca hubieran elegido la escuela para sus hijos. Me interesaba ver cuáles son sus valoraciones en relación a la oferta educativa de educación media, porque parece que lo que ofrece el Estado no termina de convencer”, explicó la licenciada.

Uno de los resultados más importantes es la tensión que hay en los propios entrevistados. “Todas son personas que valoran muchísimo la educación pública y resaltan sus valores todo el tiempo: lo democratizante, generador de ciudadanías, la integración con niños que vienen de otras clases sociales; pero, al momento de pasar al liceo, se genera tensión entre estas ideas y lo que ellos creen que es mejor para sus hijos”, comentó. En ese punto aparece un dilema entre ser buen padre y ser buen ciudadano: “Por un lado piensan en el bien de sus hijos, y por otro afirman que no quieren ser parte de procesos de segregación educativa, y se paran en esa disyuntiva”.

Durante las entrevistas, Gutiérrez encontró que “la escuela pública genera ciertas garantías” en tanto mantiene el formato de la maestra como puente entre la institución y las familias; es un referente claro y seguro, que acompaña a los niños durante toda la jornada, todo el año. Esto, que genera niveles de seguridad relacionados a la contención permanente del estudiante, se desdibuja para los padres cuando piensan en la educación secundaria, señaló la trabajadora social.

Los padres tienen una “alta valoración de lo público y les importa mucho que sus hijos estén participando de espacios integrados por chiquilines provenientes de todas las clases sociales, pero tampoco llevarían a sus hijos a escuelas de contexto crítico”, señaló Gutiérrez. Agregó que los adultos intentan evitar contextos sociales vulnerados porque entienden que pueden tener una “oferta educativa pobre” debido a que los docentes deben preocuparse por cubrir necesidades básicas de los estudiantes antes de avanzar en el programa curricular.

Lo bueno del privado es lo malo de lo público

En educación media pública hay dos opciones: el liceo o la UTU. Sin embargo, según la investigación de Gutiérrez, esta última opción ni siquiera está entre las posibilidades. La especialista resaltó que en la clase media hay una idea muy generalizada de que la mejor trayectoria educativa consiste en la escuela, el liceo y la universidad. “Apelan a que el trayecto sea lo más largo posible”, puntualizó.

Más allá del valor que otorgan a la educación pública, los adultos responsables ven en secundaria distintas falencias que no encuentran en las escuelas, y eso hace que evalúen continuar la educación de los niños en una institución privada. La carencia que más se repitió durante las entrevistas fue el cuidado y el control hacia los estudiantes. Los 12 años es una edad “bisagra”; “no son tan chicos como para estar arriba de ellos todo el tiempo, pero tampoco son muy grandes como para dejarlos solos”, afirmó Gutiérrez. Eso lleva a los padres a decidirse por la opción que más proteja a sus niños, y la han encontrado en el sector privado.

“Marcan fuertemente la figura del adscripto en el liceo privado; valoran que se les comunique en un correo cada vez que faltan; si un profesor no va y se tienen que retirar antes, o cuándo es la entrega de los boletines. Y esto cobra especial valor porque les preocupa que los niños pasen de un sistema con un solo referente a otro en que hay 12 profesores que van y vienen”, destacó Gutiérrez.

Uno de los problemas es que toman esa decisión basados en prejuicios, porque en ninguno de los casos se hizo una investigación previa de cómo funcionaba el liceo público al que irían sus hijos. La idea que se hacen de la estructura de funcionamiento de esos centros surge “de los medios de comunicación y las historias de conocidos; no es que ellos hayan averiguado cómo se organizaban en el momento de la búsqueda”, sino que “en general la decisión ya está meditada”, subrayó la licenciada.

El profesor es el mismo, pero trabaja mejor en el privado

Más allá de que las críticas se enfocan en la gestión de los liceos públicos, los docentes se llevaron buena parte de los reproches. “Los docentes están en el ojo de la tormenta; hay críticas fuertes a los profesores y los maestros, pero las más fuertes pesan sobre los profesores de secundaria”, dijo Gutiérrez, y agregó que los padres piensan que los docentes en los liceos tienen falta de educación específica y un gran ausentismo.

Si bien los adultos entrevistados entienden que los profesores son los mismos en ambos sectores, está presente la idea de que “en el privado esos mismos docentes funcionan mejor porque no hay tantos paros; el sistema privado los obliga a funcionar mejor que el público”, explicó.

Esa convicción de que el ausentismo es mayor en el ámbito público también afecta la noción del nivel académico que tienen los centros. Sin embargo, en el marco de las tensiones discursivas que aparecen a lo largo de las entrevistas, los padres admiten que no les interesa elegir un centro educativo por su fama de exigente, sino que quieren que sus hijos reciban académicamente lo que entienden que corresponde, y piensan que los liceos públicos no lo puede ofrecer.

Lo que sí marca la diferencia entre públicos y privados son las actividades extracurriculares. Ya sea el deporte, las artes, los idiomas o iniciativas sociales y recreativas, muchos padres ven en las actividades complementarias un gran diferencial con la oferta pública y una solución al armado del puzle de los horarios. Si todo viene en un mismo paquete, es más fácil.

Avance privatizador

La investigación de Gutiérrez se desarrolla entre 2010 y 2019. “Fueron consideradas las decisiones tomadas a partir del año 2010, en un marco de crecimiento económico, en el que aumentan las posibilidades reales de la clase media de optar por el sector privado de provisión de la oferta educativa, así como en el contexto de un gobierno progresista que venía destinando mayores recursos económicos a la educación pública”, destacó en su tesis.

Durante esos años “hay un crecimiento muy grande de los centros privados, que se da, además, con un alto porcentaje en el interior, porque, si bien Montevideo sigue concentrando la mayoría de lo privado, en el interior esa evolución fue más grande en los últimos años”. En cuanto a la matrícula, el aumento no fue exponencial, pero sí sostenido durante la última década.

Esto, sumado a los beneficios fiscales y el cambio en la ley de mecenazgos, es lo que algunos autores han llamado “el avance privatizador” de la educación. En el caso de Uruguay es menor que en otros países de la región, pero lo han catalogado como “latente” y “en etapas”. Una de las principales características de este proceso, advierten los académicos, es el avance de un discurso que desvaloriza la educación pública y a su vez hace mucho hincapié en la crisis educativa.

Gutiérrez señaló una preocupación que surge de este contexto de avance privatizador. “Es claro que tenemos un reservorio de personas proestatales, que señalan que si hubiera liceos públicos que tuvieran las características de los liceos privados, no dudarían en que la trayectoria de sus hijos fuera toda pública. Pero ¿cuánta gente que piensa así se va a mantener en el tiempo? La continuidad de un pensamiento que desvaloriza la educación media pública se va a seguir profundizando, y si eso pasa, por más mejora en la gestión que haya, va a ser un proceso muy difícil de revertir”. La licenciada concluye que si se da esa situación, el riesgo que existe, “en términos de proceso de integración social, es que cada vez se profundicen más los circuitos separados” según la capacidad de pago.