En menos de cien páginas Sergio Meresman y Diego Rossi lograron desentrañar algunas de las grandes interrogantes a las que se enfrentan educadores y familiares a la hora de hablar sobre sexualidad con los adolescentes en situación de discapacidad. Con hermosas ilustraciones de Denisse Torena ‒que valen una mención aparte‒ y un lenguaje claro y sencillo, los autores de Es parte de la vida II generan un marco de referencia y conceptual sobre la educación sexual, parados siempre desde el derecho y la diversidad.

El libro, que está disponible en línea, surge desde el Programa de Educación Sexual de la Administración Nacional de Educación Pública, con el apoyo de UNICEF y el Fondo de Población de Naciones Unidas. Es, en muchos sentidos, la continuación de Es parte de la vida. Más allá de que vuelve a trabajarse la educación y el apoyo a las personas en situación de discapacidad desde un enfoque de vida independiente, los personajes que en el primer tomo eran niños, vuelven a aparecer cinco años después en la segunda edición como adolescentes, con nuevas preguntas.

Meresman y Rossi conversaron con la diaria sobre esta nueva edición y destacaron la importancia de hablar sobre sexualidad con todos los adolescentes, pero aún más con los que están en esta situación. “Esta es una población a la que la educación en estos temas no llegaba, porque los padres y las madres entienden que los chicos y las chicas con discapacidad tienen que ser asexuados o no tienen una proyección de vida adulta, y porque en el ámbito educativo esto no se aborda. Es complejo tratarlo para la generalidad de la educación pública uruguaya, más en este sector de la educación, que tiene mucho por avanzar”, afirmó Rossi, que hasta marzo fue el coordinador del Programa de Educación Sexual.

Meresman, que es el director del Instituto Interamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo, detalló que con esta publicación se metieron “en una temática que es tabú: la sexualidad de personas con discapacidad. Creo que esto fue posible porque Uruguay tiene una política de educación sexual desde hace muchos años”.

El autor agregó que estos temas se deben trabajar tanto en las instituciones públicas como en las familias, pero entiende que es un asunto complejo a tratar. En Es parte de la vida la pregunta central fue ¿qué querés ser cuando seas grande?, proyectarse en la adultez es uno de los desafíos de los niños en situación de discapacidad; en este caso se metieron con otro tema complicado, pero relacionado con el anterior, “porque también es parte de ser grandes”.

La autonomía está en la tapa del libro (literal y metafóricamente), porque es la base desde la cual trabajan los autores. Para Rossi “es algo fundamental para cualquier adolescente y es un tema muy complejo cuando hay una discapacidad porque la cuestión de la autonomía implica una ruptura con la familia. El adolescente tiene que ir en busca de los pares, de los espacios en la sociedad que le permitan vivir como viven las personas de esas edades y los jóvenes. Hacer eso para alguien con discapacidad es sortear muchas barreras”.

Sobre estas dificultades, Rossi definió dos etapas: “Las primeras barreras están en la casa, son adolescentes infantilizados, tienen menos permisos para salir. Y luego están las otras barreras, las de la ciudad, por ejemplo, ya que tienen más dificultades porque los transportes apenas son accesibles, los lugares de esparcimiento no lo son y además hay miradas que condicionan”.

Un libro colectivo

El libro se elaboró a partir de una investigación previa en la que los autores trabajaron con educadores y adolescentes, por eso entienden que fue una “construcción colectiva”. Además, recogen testimonios de los propios adolescentes que han contado sus experiencias en varios talleres, e intentaron armar el eje del libro pensando en qué cosas necesitan saber los estudiantes, porque la desinformación es mucha.

Cuando el libro estuvo armado comenzó a circular entre varios educadores, porque los autores quisieron que se concibiera como una herramienta de trabajo en clase. Ambos entienden que el rol del educador es fundamental y debe desempeñarse siempre con un compromiso ético muy grande, dejando de lado las creencias y valores personales.

“Falta mucha formación en educación de la sexualidad en personas con discapacidad, se está caminando pero se está en el inicio. La única herramienta para que no pasen situaciones donde se impongan valores particulares es tener un cuerpo docente formado en estos temas, para que tengan herramientas. En la medida en que las y los docentes no se formen, vamos a seguir muy lejos de tener una educación integral de la sexualidad que sea efectiva para esta población”, advirtió Rossi.

Para Meresman, más allá de la información, en Uruguay hay una falta de espacios donde se pueda conversar sobre esto. El adolescente tiene muchas preguntas que necesitan encontrar respuestas meditadas, con información certera, porque si no “el impulso de saber va a seguir y van a terminar en internet”.

Los autores enfatizaron en la importancia de generar espacios que habiliten la pregunta en los hogares, pero también en los propios centros educativos, para que puedan hablar entre pares e intercambiar experiencias, puntos de vista y formas de actuar frente a la misma situación.

Los peligros de seguir sin educación sexual

“Falta mucho para trabajar, pero este tipo de materiales son muy importantes porque ponen el tema en agenda y evitan que se barran bajo la alfombra. Sólo la existencia del material colabora a decir que algo tenemos que hacer con estos chicos y chicas que son parte del centro educativo, y si no tenemos en cuenta estrategias para los chicos sordos o ciegos, por ejemplo, los estoy dejando al margen al menos en los temas vinculados a la educación sexual”, subrayó Rossi.

Meresman agregó que se debería considerar la educación sexual como otras partes de la formación de los adolescentes y, por tanto, traducirla a lengua de señas, compartirla en formatos auditivos para estudiantes ciegos y en lenguaje simplificado para aquellos con discapacidad intelectual.

Las consecuencias de la falta de educación sexual son muy graves en la población general, pero aún más en los adolescentes en situación de discapacidad, que de por sí suelen tener un entorno familiar que los infantiliza y que, por temor, no habilita los espacios de dudas. Rossi comentó que trabajó con alumnos de 15, 16 años que aún no sabían cómo se reproducen los seres humanos. Afirmó que esto es tan común como preocupante.

Meresman fue más enfático en la advertencia sobre los peligros de continuar ignorando este tipo de educación. “Las consecuencias son, por un lado, el aumento de la presencia de la pornografía, porque sabemos que es la educación sexual de los que, justamente, no tienen educación sexual formal. Es desde la pornografía que construyen su conocimiento y su representación de los aspectos de género; lo que le toca a la mujer y al hombre en la intimidad surge de los patrones pornográficos”, explicó.

Esto tiene una derivación directa: la violencia y el abuso. Según informó Meresman, las adolescentes con discapacidad auditiva o intelectual tienen tres veces más posibilidades de ser objeto de abuso sexual que cualquier otra adolescente, y esto parte de la vulnerabilidad con la que construyen la noción de su cuerpo y de las relaciones sexuales. Esta situación, destacó el autor, es producto de “la falta de espacios de convivencia para empaparse de lo que todos queremos saber, qué es nada más y nada menos cómo acercarnos al otro, cómo decir que no, cómo salir de una situación en la que no querés estar. Si no tienen estas herramientas, no se dan cuenta dónde hay un riesgo”.

¿Qué es la educación integral en sexualidad?

“La educación integral en sexualidad (EIS) es un proceso que se basa en un currículo para enseñar y aprender acerca de los aspectos cognitivos, emocionales, físicos y sociales de la sexualidad. Su objetivo es preparar a los niños, niñas y jóvenes con conocimientos, habilidades, actitudes y valores que los empoderarán para su salud, bienestar y dignidad; desarrollar relaciones sociales y sexuales respetuosas; considerar cómo sus elecciones afectan su propio bienestar y el de las demás personas; y entender cuáles son sus derechos a lo largo de la vida y asegurarse de protegerlos”.