Una investigación a cargo de docentes y estudiantes de la Facultad de Información y Comunicación (FIC) de la Universidad de la República (Udelar) y el Observatorio de Tecnologías de la Información de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar se propuso conocer de qué manera los estudiantes de la FIC utilizan las tecnologías para acceder a los materiales de estudio. La investigación no llegó a relevar la situación generada a raíz de la pandemia por el nuevo coronavirus, pero las conclusiones a las que llegaron los investigadores toman mayor relevancia a partir de la importancia que las plataformas tecnológicas ganaron en este contexto.
Que Whatsapp es el principal canal de comunicación y traspaso de información entre estudiantes, que los jóvenes comenzaron a volcarse a ver videos como forma de acceder de mejor manera al conocimiento, que el Entorno Virtual de Aprendizaje (EVA) de la Udelar es un canal muy importante como repositorio de materiales pero que ha generado “EVA-dependencia” o limitaciones en las habilidades para buscar la información en internet son algunas de las conclusiones del estudio, sobre las que conversamos con Mauricio Olivera, coordinador del grupo de investigación.
El estudio implicó la aplicación de un censo en todas las clases de 2º a 4º año de las carreras de la FIC: Comunicación, Bibliotecología y Archivología, lo que determinó un total de 765 formularios recogidos entre abril y mayo de 2019. A su vez, se utilizaron la entrevista en profundidad y los grupos de discusión como técnicas de investigación cualitativa.
Whatsapp, líder en la comunicación
Uno de los principales resultados de la investigación es que los grupos de Whatsapp y los chats privados a través de esta plataforma crecieron “exponencialmente” en los últimos años como forma de comunicación de los estudiantes. A su vez, es la forma de comunicación que más frecuentemente usan los estudiantes, incluso frente al “boca a boca”, que fue identificado como el segundo canal de comunicación más importante (61% de los estudiantes respondió que utiliza todos los días los grupos de Whatsapp para comunicarse con sus compañeros, y 42% que todos los días se comunica de manera personal con ellos).
Si bien el crecimiento es marcado, Olivera explica que en Whatsapp, que es actualmente “el lugar por donde todo está pasando”, lo presencial es muy fuerte. “Las relaciones se dan presencialmente, y es a partir de la confianza que se dan los números de teléfono. Muchas de las cuestiones presenciales se trasladan al Whatsapp: en los audios hay una continuación de esa presencialidad, es una comunicación mediada por la tecnología, pero con elementos de presencialidad. Así surgen nuevas oralidades, con emoticones, formas de expresarse y escribir, nuevas reglas”, señaló en diálogo con la diaria.
Esto es un ejemplo de cómo los canales/espacios comunicacionales, como llama la investigación a estas distintas formas de comunicación, se hibridan, destaca Olivera, y pone el ejemplo del estudiante que saca una foto de la cartelera de Bedelía y la sube al grupo de Whatsapp con un comentario o un audio.
A su vez, la investigación afirma algo palpable, y es que “las prácticas tecnocomunicacionales de los estudiantes están en continuo cambio”, lo que confirman los datos recabados, que indican que Whatsapp es el medio de comunicación más utilizado entre los estudiantes de 18 a 20 años, pero que baja al segundo lugar, detrás de EVA, entre quienes tienen 31 años o más. “En 2017-2018 Facebook y sus grupos eran ‘la estrella’, y eso bajó en picada”, grafica Olivera.
Los grupos de Whatsapp, además, están cuidadosamente fragmentados. Hay espacios de toda una generación, pero también grupos por materia en los que en muchos casos están los docentes, además de grupos marcados por las afinidades o tareas específicas.
Tutoriales para estudiar
Otro de los hallazgos de la investigación es que cada vez hay “más estudiantes consultando temas y conceptos teóricos de diversas asignaturas en Youtube, o plataformas tales como www.educatina.com, que les sirve para comprender, fijar y clarificar temas impartidos en clase”. Las utilizan para contextualizar el material que se da en clase, para clarificar “cuando no se le entiende al docente”, para tener una “foto de los conceptos generales” o para “seguir” a docentes que dan clases o conferencias en Youtube o Educatina y son claros en sus exposiciones. Según Olivera, esta es “una tendencia que va en alza” y que se repite en las tres carreras, y tiene que ver, en su opinión, con la importancia de la clase o los espacios presenciales en el sentido de estudiar no a través de la lectura, sino de la oralidad.
“EVA-dependencia”
EVA surgió en 2008 y, según la investigación, los estudiantes la reconocen como una buena herramienta porque “organiza la información, y para muchos eso es fantástico porque les asegura la legitimidad de esos materiales: el docente sabe qué quiere y te pone la información del curso en la plataforma”.
Pero Olivera apunta dos elementos que surgieron en el relevamiento. Por un lado, “con todas las posibilidades que tiene, EVA funciona solamente como repositorio de información, porque los docentes no la saben utilizar de otra manera”, señala. En segundo lugar, surgió algo que en la investigación identifican como la EVA-dependencia, y refiere a lo mencionado sobre todo por estudiantes de Archivología y Bibliotecología, que ven en la herramienta “un impedimento para avanzar en las búsquedas: ‘el docente deja sólo un capítulo y yo no puedo profundizar, porque no está el libro’”.
Esto, afirma el docente, tiene que ver con que los estudiantes “tienen dificultades para buscar material en internet, y cuando encuentran algo, ante la duda de que el docente no lo legitime, lo descartan si el docente ya entregó material en EVA”. Esto se verifica, añadió, porque “buscadores académicos como Timbó o Google Académico no aparecen entre sus sitios de consulta”.
Para Olivera esto es grave, y “se termina visualizando cuando hacen los trabajos de grado, que no saben buscar”, y refiere en parte a la utilidad de EVA: “en lugar de generar herramientas o estrategias de búsqueda en los estudiantes, los docentes te dejan el libro colgado en EVA, y eso te soluciona por un lado, pero a la larga te complica por otro”, señaló.
Lo que dejó en evidencia la pandemia
La investigación no abarcó el período marcado por la emergencia sanitaria, en el que las herramientas tecnológicas cobraron un papel relevante para continuar la educación en la FIC y en toda la universidad. Para Olivera, no obstante, muchas de las debilidades identificadas en el estudio se hicieron visibles con la llegada de la pandemia.
Algo llegaron a incluir en las conclusiones de la investigación, donde señalan que estos canales y su apropiación en el ámbito educativo “son aún muy incipientes y deficientes, ya que evidencian que los modos de enseñanza no han cambiado significativamente a partir del uso de las TIC en el proceso educativo”. En este sentido, los investigadores apuntan principalmente a los docentes, ya que sus prácticas en estas plataformas “están ancladas fuertemente en el modelo de enseñanza presencial”, y no se logró “avanzar más allá de habilitar tareas o generar un repositorio de materiales académicos”.
En la apropiación e hibridación que hacen los estudiantes de estos canales, como Whatsapp, EVA o ADAN (una plataforma creada en 2015 por ex estudiantes de la FIC, hoy docentes, para subir materiales de estudio, entre ellos resúmenes y clases grabadas), se crean lo que los investigadores llaman espacios tecnológicos, geográficos y sociales, es decir, espacios en los que las orientaciones o coordinadas que habitualmente nos guían en la sociedad están mediadas por lo tecnológico. Así, se generan nuevas formas de relacionamiento y, según Olivera, con la pandemia “quedó visible que muchos docentes no habitan esos espacios y no saben circular en ellos”.
“Eso sumado a que muchos docentes no sabían usar EVA, sobre todo los de grados superiores, recargando a los grado 1 o 2, que tuvieron que hacerse cargo de esos espacios. Todo esto generó complicaciones, y entre otras cosas las consultas a los coordinadores de EVA se recontra multiplicaron”, apuntó el docente. Tras el acomodo, en opinión de Olivera, muchos docentes “no lograron reconvertirse a lo digital, no lograron transformar el contenido”, dijo, y mencionó, como ejemplo, que en Zoom las clases teóricas no deberían durar más de 40 minutos, porque caen los niveles de atención y pesa la mediación tecnológica.