El problema no es la red social, sino lo que se comparte en ellas; esa es la premisa de la autorregulación en la web y es clave para la gestión de los datos personales, pero trabajar ese concepto con niños y preadolescentes no es tan sencillo. Las investigadoras de la universidad ORT María Azpiroz y Lourdes Cardozo Gaibisso trabajaron con colegas de la universidad Deakin, de Australia, en el proyecto Data Smart Kids, que busca impulsar el desarrollo de la alfabetización digital en niños de ocho a 12 años.

Financiadas por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación y la Fundación Centro Ceibal, las investigadoras uruguayas pudieron sumarse al proyecto que se gestó en Australia. La idea original, según explicaron en diálogo con la diaria, fue investigar el uso de las redes sociales y cómo los preadolescentes manejan su privacidad y datos personales en línea.

Data Smart Kids es un conjunto de recursos educativos que están disponibles en la web para familias y docentes. El proyecto incluye la aplicación Friendsend, desarrollada en Australia, que permite a los niños de un grupo conectarse y usarla como una red social (similar a Whatsapp, pero con más acento en compartir imágenes), con la ventaja de que sus datos están totalmente protegidos. Las docentes luego pueden utilizar todos esos datos recogidos para mostrarles a los niños cómo funcionan las demás redes sociales y toda la información que se puede obtener de ellos a través de sus interacciones.

Para Cardozo, “en general cuando se habla de niños se tiende a pensar que son nativos digitales, y como tienen un conocimiento operativo de las computadoras y las tablets se asume que saben manejar sus datos en las redes sociales”. Según las investigadoras, no son sólo los adultos responsables los que no prestan atención a este tema, sino que es algo “social, por asumir determinadas cosas de los niños, y eso sucede tanto en Uruguay como en Australia”.

“Hay un vacío muy grande en la literatura a nivel de investigación, no aparece en las prácticas escolares ni en las comunitarias o familiares. Fue en ese vacío que este proyecto intentó abrir una línea de trabajo que permita desarrollar una alfabetización que tenga varios componentes y que eventualmente pueda formar parte de un currículum más estable de escolarización”, agregó la docente.

La experiencia de Friendsend en Uruguay

El proyecto primero pasó por las escuelas australianas, en 2018, y llegó a Uruguay el año pasado. Cardozo y Azpiroz obtuvieron el permiso de la Administración Nacional de Educación Pública para trabajar en dos escuelas de Montevideo con grupos de cuarto, quinto y sexto año. Por lo tanto, resaltaron, los resultados no pueden ser generalizados, ya que la muestra no es representativa.

Las investigadoras trabajaron con cada grupo durante tres semanas. En la primera les presentaron la aplicación y les pidieron a todos que la bajaran en sus celulares –todos los niños de quinto y sexto tenían teléfono; algunos de cuarto no, pero sus padres se los prestaron para la actividad–, y trabajaban algunos conceptos, como “gestión de configuración de la privacidad en un contexto de red, términos y condiciones de uso y huella digital, es decir la permanencia de los datos en internet, independientemente del paso del tiempo”, explicó Cardozo, que participó en los talleres en Australia y en Uruguay.

En la segunda semana exploraron las prácticas que tuvieron los niños en la red social. “Vimos las prácticas responsables y las irresponsables, qué contenido habían compartido, y les mostramos lo que pasa del otro lado de la pantalla. Les mostramos cómo nosotras, que podríamos haber sido las dueñas de la aplicación, podíamos ver todo lo que habían hecho. Podíamos saber los lugares a los que habían ido; incluso la aplicación tiene un proceso de interpretar las emociones a través de las fotos que ellos suben a la plataforma, les mostramos toda la información que nos habían dado”, detalló Cardozo.

En el último taller analizaron la efectividad de la implementación de nuevas prácticas e hicieron entrevistas de grupos focales, en las que les plantearon a los niños distintos escenarios y ellos reaccionaron de acuerdo a lo aprendido. Luego de las semanas de trabajo, los niños incorporaron las prácticas, afirmaron las investigadoras. “Algunos conceptos fueron difíciles de consolidar, como el de la huella digital; para ellos el pensamiento abstracto es complejo porque son niños pequeños, pero en general consideramos que pudieron expresar cuáles serían los cambios y las recomendaciones que podrían tomar ante un eventual problema de redes sociales”, aclararon.

“Los niños no tienen las herramientas suficientes para gestionar la privacidad en línea”. Lourdes Cardozo Gaibisso

Los resultados de la investigación

Una de las conclusiones principales a la que llegaron tanto en Uruguay como en Australia es que los preadolescentes necesitan “alfabetizaciones digitales sofisticadas y sostenidas en el tiempo para entender cómo negociar sus identidades en línea. Este tipo de proyectos son buenísimos para iniciar, pero tiene que haber una sostenibilidad en el tiempo para producir cambios en los comportamientos de los estudiantes”, señaló Cardozo.

Según los resultados del proyecto, los niños “no tienen las herramientas suficientes para gestionar la privacidad en línea”, subrayó la investigadora. Logran identificar que su nombre, teléfono y domicilio son datos personales, pero no ven que lo que suben a las redes o comparten con sus amigos, incluso lo que dicen en el chat, es parte de los datos que generan un perfil de usuario que permite identificarlos.

Los niños tienen una “comprensión limitada de lo que implica generar un dato personal”, y esto se debe, en parte, a que no leyeron los términos y las condiciones que previamente aceptaron; algo totalmente esperable, porque incluso es muy bajo el porcentaje de adultos que lo hace.

Según Azpiroz, los niños comprenden que están dando información, “se dan cuenta de que si le dan ‘me gusta’ a algo no es coincidencia que después les aparezca publicidad al respecto, pero no llegan a tomar ninguna medida al respecto”. Parte del ejercicio de participar en los talleres es visualizar la cantidad de información que brindan para generar un impacto: “Es muy importante, por la edad que tienen, que puedan conceptualizar esto y verbalizarlo entre compañeros”.

Formación docente

Además del trabajo en talleres con los niños, parte de este proyecto se trata de generar recursos para que los docentes puedan apropiarse de ellos y trabajarlos en sus clases. Para Azpiroz, parte importante de este proyecto es “integrar estos conocimientos e incorporar la necesidad de alfabetizar digitalmente, o al menos hacer conciencia dentro de un currículum prescriptivo escolar que no contempla estos elementos y no forma parte de la formación docente tradicional”.

Las investigadoras buscaron generar estrategias para incorporar estos temas dentro de un currículum en movimiento. “Las prácticas digitales son prácticas cotidianas, no pueden separarse del contexto ni del diario vivir de los estudiantes, entonces ¿por qué el currículum tendría que concebirlo como algo que se da en un determinado mes y tiene lugar en ese momento?”, reflexionó Cardozo.

En el proyecto surgió la inquietud de las docentes sobre cómo incorporar “otras áreas del conocimiento que están involucradas”, y su sugerencia es darles una mirada transversal. “Cuando hablamos del rastreo de los estudiantes geográficamente se puede incorporar a conocimientos que tienen que ver con la geografía, cuando hablamos de algoritmos podemos relacionarlo con la matemática. Esto puede estar inserto en una forma no artificial ni prescriptiva, sino orgánica, como parte de la vida”, destacó Azpiroz.

A diferencia de otros proyectos que se concentran en incorporar estos temas a la formación inicial de los docentes, esta iniciativa apunta a trabajar con las maestras en servicio, ya que ven “una necesidad de desarrollo profesional docente para que los que están en servicio, con diez o 15 años de experiencia en el sistema, tengan la posibilidad de acceder a esto”, comentó Cardozo.

Ciberseguridad versus alfabetización digital

El proyecto se caracteriza por trabajar los temas relacionados al mundo digital sin prohibiciones. “La web es una gran oportunidad, permite explorar muchas cosas interesantes en los preadolescentes, relacionadas con la identidad, con todo lo social. Lo importante es destacar que es bueno tener ciertos recaudos, que no es lo mismo que ir con una mirada desde el peligro”, puntualizó Azpiroz. La investigadora agregó que “los preadolescentes igual van a usar las redes, incluso algunas que no tienen permitido por su edad, pero tienen cuentas de todos modos, entonces ir con la prohibición no tiene sentido”.

“Si el control apunta a la hipervigilancia de las prácticas, pero no al uso consciente ni crítico de las aplicaciones y a la gestión de los datos digitales, el obstáculo sigue ahí”. María Azpiroz

Para Cardozo, el objetivo es “contraponer lo que se conoce como ciberseguridad, que implica prohibir y decirles a los chiquilines que no usen la plataforma, a la idea de alfabetización digital, que es un uso crítico de las redes y la administración de los datos personales”.

Ir hacia la prohibición, la restricción en la cantidad de horas de conexión, la limitación de plataformas a las que puede acceder es algo que suelen hacer los padres, y para las investigadoras “no contribuye”. “Si el control apunta a la hipervigilancia de las prácticas, pero no al uso consciente ni crítico de las aplicaciones y a la gestión de los datos digitales, el obstáculo sigue ahí”, comentó Cardozo. Lo importante, agregó Azpiroz, es “visualizar el tema como parte de la vida cotidiana, para generar algún cambio en la conducta”.