Esta semana se conocieron más datos del Estudio Regional Comparativo y Explicativo (ERCE) 2019, por el que se evaluaron los desempeños de más de 160.000 escolares de tercero y sexto año de América Latina y el Caribe. El jueves, la Unesco, organismo a cargo del estudio, presentó resultados de los desempeños en habilidades emocionales de los niños de sexto año de escuela de los 16 países en los que se realizó la medición. Fue la primera vez que se observó esa dimensión, que se midió a través de tres categorías: empatía, apertura a la diversidad y autorregulación.

En el caso de Uruguay, el informe establece que “la mayoría de las respuestas” son “positivas”, ya que 91% de los escolares demostró apertura a la diversidad, 75% autorregulación escolar y 59% empatía. Estas tres categorías se midieron a partir de la aplicación de un cuestionario a los niños para indagar en su disposición para relacionarse con personas de grupos distintos al propio, su capacidad para regularse a sí mismos en los estudios y sobre su habilidad para ponerse en el lugar del otro.

Por ejemplo, las preguntas que cotejaron la apertura a la diversidad se basaban en situaciones como la llegada a la clase de estudiantes de otro país, con una discapacidad –“por ejemplo, ciego, sordo o que necesite una silla de ruedas” –, o con “un color de piel diferente”. En todos los casos, se le preguntaba a los niños cómo se sentirían al respecto y podían responder en base a opciones predefinidas que mostraban distintos grados de conformidad. El promedio regional marcó 85% de respuestas positivas en los seis ítems de esa categoría, por lo que Uruguay se ubicó por encima de dicho porcentaje. En la categoría empatía, la media de los demás países de la región fue 55% de respuestas positivas, y en autorregulación de 74%.

Una de las conclusiones del estudio marca que las habilidades socioemocionales se desarrollan de mejor forma en los estudiantes en escuelas en las que los docentes muestran un mayor interés en los estudiantes y se destinan acciones a su acompañamiento.

Enseñar y medir

Zelmira May, Especialista del Programa para Educación de la Oficina Regional de Ciencias para América Latina y el Caribe de Unesco, dijo a la diaria que se trata de una primera aproximación en estas pruebas estandarizadas para medir las habilidades socioemocionales, a las que en otra época también se llamaba “habilidades blandas”. Según May, hoy prácticamente no se discute sobre su importancia, para lo que ha contribuido la discusión sobre los aprendizajes de los niños y adolescentes en la pandemia.

Para la especialista, se trata de “una serie de habilidades que ayudan a desarrollar capacidades y competencias que son útiles mucho más allá de lo cognitivo”, ya que también sirven “para desarrollarse en el mundo futuro”. En ese sentido, valoró que son “difíciles de medir” y de enseñar, pero además de dar herramientas a los docentes para abordarlas también se debe poder estimar el impacto de las acciones que se dirijan en ese sentido. En suma, mencionó que las cuestiones curriculares siguen siendo importantes, pero deben estar en diálogo con las competencias que se aspira que logren los estudiantes.

Por su parte, destacó la diferencia de los resultados de empatía –que en el caso de Uruguay muestran que 41% de los escolares no alcanzó competencias positivas– con las otras dimensiones, en las que los resultados fueron mejores. Según analizó, ello puede explicarse porque en sexto año de escuela los niños ya tienen una noción de lo que es políticamente correcto ante las preguntas sobre la aceptación de otras personas en base a su color de piel o saben que es deseable hacer los deberes antes de ir a jugar, aspecto que se indaga en la dimensión de autorregulación.

May señaló que en la presentación de los resultados realizada el jueves estuvo presente Adriana Aristimuño, que es directora de Políticas Educativas de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) y lidera la reforma curricular que prepara el organismo. Según la integrante de Unesco, “Uruguay ya está pensando en un currículo con un enfoque por competencias”, porque el país “ya entendió que el camino va por ese lado”. Más allá de atender el tema en la educación obligatoria, consideró que las políticas deben acompañarse con cambios en la formación docente, porque los resultados de ERCE mostraron que en toda la región los profesionales de la educación casi no reciben formación en habilidades socioemocionales.

Al respecto, mencionó que el Consejo de Formación en Educación de ANEP también trabaja para incorporar esa dimensión a las carreras docentes, pero entendió que “los cambios en la educación son difíciles de ver, porque llevan su tiempo”. Además del tiempo que lleva observar resultados de las transformaciones implementadas, señaló que se requiere tiempo para generar acuerdos: “No todos están convencidos de los enfoques, hay muchos marcos conceptuales que son más resistidos, son cuestiones que no pueden ser impositivas. Tenés que enganchar al docente en esto y convencerlo de que es por ahí”.

De qué hablamos

Las habilidades socioemocionales sirven para muchas cosas. Al menos lo siente así la doctora en Ciencias Pedagógicas Cindy Mels. En cuanto a lo escolar, se sabe que su desarrollo se asocia con mejores aprendizajes, ya que a los estudiantes con buenas habilidades socioemocionales “les suele ir mejor en lo académico”, dijo a la diaria.

Según Mels, las habilidades socioemocionales hacen que las personas puedan desempeñarse mejor como ciudadanos, por ejemplo, gracias a saber comunicarse bien, hacer trabajo colaborativo y controlar emociones como la ira y la frustración. “Es obvio que hace que una persona esté mejor parada en la vida, muchos estudios han asociado tener habilidades socioemocionales con un mayor éxito en la vida: una mejor inserción laboral, una mejor integración social, mejor salud mental, más resiliencia”, resaltó.

Por eso, también se ha demostrado que en niños que vienen de situaciones de vulnerabilidad socioeconómica las habilidades socioemocionales son un “factor protector”, puesto que generan “mayor resiliencia” y “recompensan muchos de los desafíos que encuentran en la vida”. Dado que estos aspectos se reflejan en los desempeños escolares, para Mels es “cada vez más importante” que los sistemas educativos incorporen esta dimensión.

“Hay chiquilines que tienen habilidades socioemocionales o que están en contextos más propensos para desarrollarlas y van a poder autorregularse mejor para motivarse, para persistir. Eso repercute de forma positiva, no solamente en su desempeño escolar sino después, sobre toda su trayectoria de vida”, estableció. Según dijo, el sistema educativo debe empezar a abordar esos aprendizajes y hasta el momento está en el debe.

La académica consideró que si bien hay propuestas de educación socioemocional o talleres de habilidades emocionales, suelen ser abordajes que desde el punto de vista científico no tienen “mucho impacto”. “Son cosas que se hacen, pero lo que se debe hacer es un abordaje transversal e integral para que el centro educativo genere climas escolares que beneficien el desarrollo de estas habilidades en los estudiantes”, sostuvo. Por su parte, valoró que el cambio debe involucrar a los docentes, porque “no puede haber escuelas que promueven estas habilidades sin que haya equipos docentes” especializados. Según fundamentó, no es algo que se enseña de una “forma tradicional”, sino que hay que desarrollarlo “observando a otros” y “estando en interacción con otras personas”.

Los tipos

Mels señaló que “hay un sinfín” de habilidades socioemocionales y que no hay consenso sobre la definición del término ni en Uruguay ni a nivel internacional. Por ejemplo, hay un grupo de habilidades socioemocionales que tienen que ver con la regulación de uno mismo, que se consideran habilidades intrapersonales: “el mundo interior de la persona, la regulación de las propias emociones, de las propias reacciones, de la conducta, el autoconcepto, o sea, todo lo que pasa en una persona”. Según planteó, esas habilidades “son súper importantes para la salud mental, pero también para el vínculo con otros y cómo se logra la motivación”.

Luego mencionó a las habilidades interpersonales, entre las que está la empatía, es decir, ponerse en la perspectiva de otra persona y “poder anticipar” lo que está pensando “cuando yo hago o digo algo”, explicó. En suma, mencionó a las habilidades de relacionamiento o la prosocialidad, que sirven para poder “despertar interés en el otro”. Entre ellas están ser amigable, cálido y paciente, y son claves para lograr buenas relaciones, según la especialista.

Estos tipos de habilidades “son súper importantes” para un “desempeño exitoso en la vida como ciudadana, pero obviamente también dentro del sistema escolar”, agregó Mels. Según ilustró, si uno no tiene persistencia o la capacidad para automotivarse “es muy difícil mantenerse vinculado al sistema educativo”, en especial en la educación media. “Los centros educativos son mundos sociales, los chiquilines que no saben regular bien sus conductas son los primeros que abandonan. Todo esto aporta de forma directa e indirecta al desempeño escolar”, afirmó.