Cada vez que se habla del tema, las autoridades de la Universidad de la República (Udelar) se encargan de resaltar que en ningún momento de la pandemia de covid-19 la institución dejó de funcionar. Según se contabilizó en su momento, una vez que el coronavirus llegó al país y se dispuso el cierre de los locales, más de 2.700 cursos de los distintos servicios de la Udelar fueron llevados a la virtualidad mediante diversos mecanismos. Juan Cristina, prorrector de Enseñanza de la Udelar, dijo a la diaria que ello fue posible gracias a un “esfuerzo enorme” del cuerpo docente y a capacidades previamente instaladas, como el desarrollo de los Entornos Virtuales de Aprendizaje (EVA).

Después de un segundo semestre de 2020 con una vuelta parcial a la presencialidad, hacia marzo de este año la situación sanitaria empezó a agravarse y esto llevó a que la gran mayoría de los cursos iniciaran en forma virtual, escenario que se mantuvo durante todo el primer semestre. En julio, ya con la pandemia bajo control, la institución universitaria comenzó a transitar hacia la vuelta de las actividades presenciales y estableció criterios según el estado sanitario del departamento en el que se dicten los cursos.

En las últimas semanas, en muchas facultades se han formado grupos de estudiantes que reclaman que se sigan ofreciendo cursos en línea, lo que ha instalado el debate sobre cómo deberían ser las actividades de enseñanza universitaria en el corto y mediano plazo. Por ejemplo, la cuenta de Instagram @virtualidadinclusionudelar, gestionada por “estudiantes autoconvocadxs”, reúne decenas de testimonios de quienes reclaman por el “derecho a tener clases virtuales”, según se pide en uno de los videos publicados. En muchos casos, quienes reclaman son estudiantes del interior que no pueden viajar a diario para tomar clases presenciales, pero también se escucha a montevideanos que trabajan o tienen personas a cargo y a personas privadas de libertad, quienes piden la virtualidad para seguir estudiando. De hecho, muchos de los testimonios corresponden a personas que cursaron alguna carrera años atrás, pero por dificultades para trasladarse o para cumplir con los horarios de las clases presenciales tuvieron que dejar de cursarla.

Estas iniciativas han trascendido las redes sociales e incluso se han generado cartas dirigidas a las autoridades universitarias de distintos servicios. Por ejemplo, en la web circula una carta firmada por más de 700 estudiantes que piden al decano de la Facultad de Psicología que en lo que queda de 2021 todo el mundo pueda acceder a cursos y evaluaciones en forma virtual. Además, reclaman que las clases sean grabadas y transmitidas en línea, lo que resultaría útil “no sólo para los alumnos que no pueden asistir, sino también para los que siempre fueron a clase y quedaron fuera del salón”.

Distintas posturas

No obstante, otros colectivos de estudiantes de la Udelar han expresado su rechazo por la modalidad virtual y que entienden necesario que se retomen las actividades presenciales. Por ejemplo, un documento redactado por la Asamblea de Estudiantes de la Licenciatura en Educación de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) rechaza que la virtualidad sea una solución a los problemas de acceso a la educación universitaria. El documento cuestiona que “entre la pantalla y el espectador se da una comunicación unidireccional” que no permite un intercambio adecuado a los procesos educativos. Como se entiende que cursar “implica poder participar de una clase, intercambiar entre estudiantes, cuestionar al docente, recibir una respuesta a nuestra pregunta en medio de un debate fluido” y “construir una interpretación o un argumento a partir del diálogo”, se valora que en la transmisión de clases en línea “no existe una otredad ni “circulación del saber” y, por lo tanto, “no hay acto educativo”.

En suma, el texto plantea que los problemas de acceso a la educación pasan por la generación de políticas que permitan a los estudiantes cursar en forma presencial, como la creación de turnos, el aumento de la cantidad de becas y el fortalecimiento de las políticas de cuidados. Argumenta que “cuando el discurso de nueva normalidad afirma que ‘la virtualidad es la solución para los estudiantes del interior’”, en realidad responde “a la necesidad política de no pensar en su existencia” e invisibilizar sus problemáticas.

Implicancias

Consultado por la diaria, Pablo Martinis, docente grado 5 del Instituto de Educación de la FHCE, entendió que “plantear el debate en términos de presencialidad o educación a distancia es una forma de simplificar la discusión”. Según recordó, la formación universitaria no pasa exclusivamente por actividades de enseñanza, sino también de investigación, extensión e incluso la participación en las decisiones del cogobierno, lo que “necesita de la presencialidad”. “Esto debería estar fuera de discusión: la enseñanza requiere la presencia”, añadió. Sobre la formación de estudiantes universitarios, señaló que no pasa únicamente por el acceso a un conjunto de conocimientos, sino que también importa la forma en que se accede a ellos y, en suma, se debe apuntar a una “formación integral”.

Martinis dijo que la virtualidad “permitió enfrentar y superar una situación extraordinaria” y también posibilitó que cursaran muchos estudiantes que no hubieran podido hacerlo en condiciones normales. “Eso genera expectativas, es claro”, agregó. En esa línea, indicó que el cumplimiento del derecho a la educación corresponde a todo el Estado y no únicamente a la Udelar. Si bien consideró que la Universidad debe “hacer los máximos esfuerzos” para satisfacer el derecho de quienes quieren cursar en las aulas universitarias, “está muy claro que esto necesita de recursos”, tanto para la propia Universidad como para los estudiantes. Al respecto, mencionó que, según el presupuesto quinquenal, se votaron solo 5,48% de los recursos solicitados por la Udelar, pero su matrícula se incrementó 12%. Por ejemplo, entendió que para que más estudiantes puedan cursar sus estudios sería necesario fortalecer las políticas de becas, y detalló que en 2021 Bienestar Universitario pudo otorgar 505 becas y quedó una demanda insatisfecha de más de 800 estudiantes a quienes no se pudo apoyar.

Respecto del futuro cercano, el docente señaló que se aspira “a que el año que viene no estemos en un escenario de pandemia” y, por lo tanto, “se debería responder con otras estrategias”. Según agregó, es importante “capitalizar lo mejor de la educación a distancia”, pero “no puede ser la única ni la estrategia fundamental para satisfacer el derecho a la educación”. Para Martinis, incorporar las herramientas virtuales en la educación universitaria es pertinente, pero en la Udelar eso ya se hacía antes de la pandemia mediante el uso de los EVA, que incluye “muchas herramientas que implican trabajo estudiantil fuera del aula”. En ese sentido, insistió con que “el componente central de la formación no puede descansar sobre la educación a distancia, que puede ser un elemento complementario que se suma al trabajo presencial y le puede otorgar una gran riqueza”.

Perspectiva de futuro

El prorrector de Enseñanza dijo que la Udelar está actualmente reflexionando sobre los aprendizajes y las capacidades que dejó el trabajo virtual durante tanto tiempo. Según afirmó, para ello se debe tener en cuenta que la mitad de la matrícula universitaria trabaja y que 14% de los estudiantes de la institución están en distintos centros universitarios del interior.

Cristina proyectó que la institución seguramente transite hacia un esquema en el que los cursos teóricos masivos se darán en plataformas virtuales, como en algunos casos ya pasaba antes de la pandemia e incluso ocurre “en buenas universidades europeas y norteamericanas”. No obstante, el prorrector señaló que muchas actividades de enseñanza no pueden trasladarse a la virtualidad con facilidad. Como ejemplo mencionó el caso de las carreras del área Salud, en las que es imposible formar profesionales sin instancias prácticas presenciales. “La virtualidad vino para quedarse, pero en su justa medida”, resumió.

Cristina valoró que “la relación presencial entre profesor y estudiante tiene una riqueza antropológica que es insustituible”, por lo que “hay que permitir que esa riqueza sea real”. “Ahora, si tengo una clase presencial con 1.200 alumnos, la presencialidad no tiene sentido, no puedo tener esa relación porque no me voy a acordar ni de quiénes son y menos de cómo se llaman. Son aprendizajes que tenemos y estamos valorando. Ahora, de ninguna manera esto quiere decir que no le demos el lugar que la presencialidad tiene, no se puede hacer una carrera universitaria sólo por internet”, indicó.

Vuelta progresiva

Para el segundo semestre de cursos, este año la Udelar dispuso una vuelta progresiva a las actividades presenciales, de forma de favorecer la continuidad de los estudiantes cuya situación laboral, familiar o de residencia cambió en los últimos meses. En particular, Cristina se mostró preocupado por la situación de los estudiantes que entraron a la Udelar en 2020 y 2021, que casi no conocen o nunca pisaron los edificios de los servicios universitarios en los que se anotaron.