En la misma línea que otras investigaciones, el último estudio de análisis de las trayectorias de los egresados de la educación primaria entre 2013 y 2020 muestra que existe un “desgranamiento” de la permanencia y el avance a tiempo en el sistema educativo, que en este último caso ronda los diez puntos porcentuales en cada ciclo. El estudio, a cargo del Observatorio de la Educación de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) muestra algunas mejoras que se sostienen en el tiempo desde 2013, año en el que comenzaron las mediciones, más allá de que el ritmo se enlentece este año, después de decretada la emergencia sanitaria.
En particular, se sigue el trayecto de cada cohorte en función de dos indicadores: la matriculación de esos estudiantes de un año a otro, y la progresión que realizan dentro del sistema educativo en función del avance esperado una vez que salen de la escuela. En 2013, 93,2% de quienes terminaron la escuela se inscribieron en una propuesta de educación media, por lo que el restante 6,8% se quedó fuera en el tránsito entre un subsistema y otro. En las siguientes cohortes de egresados el porcentaje de inscriptos fue en aumento hasta que en 2019 se ubicó en 99,3%; en 2020 se registró una leve baja, a 98,9%.
En diálogo con la diaria, Franco González Mora, responsable del Observatorio de Educación de ANEP, y Tania Biramontes, la otra integrante del equipo que redactó el informe, explicaron que la política de seguimiento de trayectorias y sistematización de la información de los estudiantes fue importante para esas mejoras. En una política que han mantenido las actuales autoridades, el gobierno anterior definió que las familias de los niños que egresan de la escuela deben preinscribirlos en un liceo o una UTU cuando están terminando primaria. Por lo tanto, al año siguiente cuentan con el registro y los datos personales de quienes no confirman la inscripción, y se ha apostado por generar equipos en territorio que hacen un seguimiento.
No obstante, en todos los años se observan problemas para la retención de estudiantes en la educación media y, en particular, en el pasaje de primero a segundo de liceo se registran “niveles de permanencia un poco inferiores que en los otros períodos curriculares”, explicó Biramontes. La socióloga señaló que una posible hipótesis sería que los niños sienten el cambio de modalidad de cursada y formato escolar que implica la educación media, sumado a que en muchos casos pasan a instituciones educativas más grandes. De todas formas, González Mora hizo énfasis en que también entran en juego aspectos “estructurales”, como el contexto sociofamiliar de cada estudiante y el valor que cobra la educación para cada joven.
En suma, también se da una pérdida de matrícula un poco mayor en el pasaje de cuarto a quinto, año en que comienza la cursada de los bachilleratos diversificados. Además de ese cambio, González Mora señaló que, debido al rezago con el que muchos llegan a ese año, hay una cantidad importante de estudiantes que ya tienen 18 años cuando ingresan a quinto año. Apuntó que en esos casos el tránsito por el sistema educativo compite con la inserción en el mercado laboral y también juegan las expectativas sobre la continuidad de los estudios en la educación terciaria, entre otros factores que deberían analizarse en detalle.
A tiempo
El estudio muestra peores resultados en el avance en tiempo y forma de los adolescentes, pero también se aprecian mejoras en los últimos años. En el caso de las únicas tres cohortes que hasta ahora se estudiaron durante seis años completos, las de 2013, 2014 y 2015, los estudiantes que llegaron a sexto año de educación media en el tiempo esperado fueron 33,2%, 36,6% y 38,4%, respectivamente. En el mismo sentido, si se observa el comportamiento de cada cohorte año a año puede observarse que los porcentajes de desvinculación y rezago se van reduciendo (ver tabla).
Si bien el informe señala que no se trata de resultados concluyentes, este año se registró un “estancamiento” de las mejoras de progresión en tiempo de los estudiantes, que es “moderado” y “variable” según cada cohorte. Al respecto, Biramontes señaló que se trata de números “dentro de lo esperado” y que incluso había hipótesis que hablaban de un deterioro de los indicadores del sistema educativo a causa de la pandemia. “Al comparar las distintas cohortes observamos que los indicadores venían mejorando y para 2021 esa mejora no se sigue produciendo al mismo ritmo”, señaló.
Para González Mora, contar con esta información “es un insumo súper importante” y explicó que la construcción de los dos indicadores es compleja e implica la toma de muchas decisiones teórico-metodológicas. En particular, mencionó que la información que se analiza surge de los registros administrativos de ANEP y que, en ese sentido, no todos los países de la región pueden estudiar las trayectorias de los estudiantes de esta forma. “Eso implica que tengas una alta cobertura de tu población ingresada al sistema, el desarrollo suficiente de los sistemas de información como para hacer un seguimiento a nivel de las cédulas de estudiantes”, concluyó.