Los datos que arrojó el Monitor Educativo de Secundaria de 2021 son tajantes: en primero, segundo y tercer año de ciclo básico es la asignatura con menor porcentaje de aprobación. En segundo y tercer año la aprobación de Matemática no llegó al80%: en segundo fue de 77,8% y en tercero de 74,1%. En primero hubo un ascenso en las aprobaciones respecto del año anterior hasta llegar a 82,4%, aunque la diferencia con la asignatura de mejor aprobación sigue siendo amplia.

En los tres grados, la de segunda peor aprobación es Ciencias Físicas, que guarda un estrecho vínculo con los conocimientos matemáticos. La diferencia entre ambas materias es de 2,4% en primero, 5,2% en segundo y 3,6% en tercero. En primero y segundo año, Educación Sonora y Musical fue la asignatura que más estudiantes aprobaron: 88,1% y 87,8%, respectivamente. En ambos casos, Informática fue la materia que secundó, a menos de un punto porcentual. En tercer año Idioma Español es la que tuvo más aprobaciones, con 84,6%, seguida por Educación Física.

Foto del artículo 'Acompañamientos personalizados, romper brechas de género y diagnósticos más tempranos son claves para mejorar aprendizajes en matemática'

Aun así, desde 2017 hasta 2020 las aprobaciones fueron en ascenso, pero en 2021 sólo mejoraron los números de primero, mientras que en los dos grados siguientes se registró un descenso de la aprobación. Concretamente, en 2017 Matemática de primero tuvo 71,2% de aprobaciones, de segundo, 69,1% y de tercero, 67,8%.

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En el caso de bachillerato, si bien la diversificación abre un mayor abanico de materias, Matemática como máximo alcanza 65,9% de aprobación y también es la de peor desempeño de los estudiantes, sólo superada por Física en quinto grado de la orientación Biológico.

Para Cristina Ochoviet, doctora en Matemática Educativa y profesora del Instituto de Profesores Artigas (IPA), “en educación todo se mide en procesos, y a veces los procesos no son de un año”, sino de “más tiempo”. En ese sentido, consideró que lo que no se aprende en un año muchas veces se puede lograr en dos y que lo importante es que los estudiantes tengan la posibilidad de hacerlo.

No obstante, reflexionó que estos niveles de aprobación no sólo tienen que ver con lo que ocurre dentro del aula. Según dijo a la diaria, además del apoyo o de los incentivos que pueden tener en sus hogares, también son clave las representaciones sociales de la matemática, ya que muchas veces se la considera una materia difícil o destinada solamente para “los más inteligentes”. Según planteó, la reproducción de ese tipo de ideas muchas veces se da intergeneracionalmente en las propias familias, pero también puede reforzarse por la forma en que los docentes se la presentan a los estudiantes.

De todas formas, consideró que este último aspecto está cambiando y los docentes son cada vez más conscientes de que es necesario generar “una actitud positiva” de los estudiantes hacia la disciplina. En ese sentido, comentó que si bien mostrarles a los estudiantes el valor de la matemática en la vida cotidiana puede ser un recurso válido en algunos casos, en otros puede convertirse en una forma de “trivializar” el tipo de problemas propuestos a los alumnos. Al respecto, agregó que con un problema que hable de las compras del supermercado es poco probable que alguien se sienta “desafiado” o “motivado” a interesarse por ir más allá.

Ochoviet señaló que contar con horas de tutorías y apoyo para llevar adelante un seguimiento personalizado de los estudiantes “es fundamental” tanto en ciclo básico como en bachillerato, pero también existen una serie de recursos que facilitan el aprendizaje y que se utilizan cada vez con más frecuencia en Uruguay. Entre ellos nombró “el uso adecuado de algunos softwares”, materiales y juegos didácticos, pero también se puede apelar al cine, al teatro, a las canciones o a los textos literarios. De hecho, comentó que desde hace 15 años en el IPA se organiza una feria en la que los estudiantes desarrollan una serie de juegos didácticos e incluso algunos de ellos se han dedicado profesionalmente a ese rubro.

De los errores se aprende

Desde el área de las ciencias cognitivas se concluye que el error juega una posibilidad importante para conseguir aprendizajes, lo que no escapa a la matemática. Alejandro Maiche, profesor grado 5 de la Facultad de Psicología e integrante del Centro Interdisciplinario en Cognición para la Enseñanza y el Aprendizaje (Cicea), dijo a la diaria que “no podemos presuponer que tenemos que saber de todo” y se mostró partidario de “militar la incomodidad del no saber”. Según agregó, ello necesita de un “cambio radical” en cómo las maestras y los profesores se paran frente a las clases, y para ello también es clave poder generar estrategias lo más personalizadas posible.

Al respecto, Ochoviet dijo que, por ejemplo, un error frecuente que cometen los profesores de Matemática cuando un estudiante se equivoca es pensar que lo corregirá simplemente por explicarle nuevamente cuál es la manera correcta de hacerlo. Pero, agregó, muchas veces una idea equivocada se corrige “a muy largo plazo” e incluso en un resultado erróneo también puede haber buenas decisiones previas.

En ese sentido, Maiche rescató la necesidad de mirar el proceso de decisiones que toma el estudiante para llegar a un resultado y no quedarse únicamente con este último. No obstante, es consciente de que ello va en contra de muchas de las reglas y formas de evaluación con las que se constata el aprendizaje de los estudiantes en Uruguay.

Por su parte, el investigador consideró que para lograr una mayor motivación sí es relevante que quienes aprenden entiendan el uso práctico y cotidiano de la matemática. Junto con Dinorah de León, también investigadora del Cicea, señalaron que muchas veces es difícil encontrar ejemplos adecuados, porque que se necesita creatividad y tiempo, con el que no siempre cuentan los docentes.

Desde temprano

Maiche consideró que la matemática es igual de relevante que la lectura y la escritura, ya que es clave para comprender el mundo actual, y lamentó que Uruguay “tiene problemas muy importantes” con esa disciplina. De todas formas, dijo que van más allá de los datos de promoción o de las pruebas de desempeño en ese tramo, sino que vienen de “mucho antes” e incluso tienen que ver con cómo los adultos se paran frente a ella, muchas veces de manera inconsciente.

A propósito, lamentó que la asignatura termine funcionando sólo para unos pocos, pues lo entiende como una forma de “excluir a muchísima gente de un conocimiento básico”. Según planteó, en esa exclusión muchas veces opera un sesgo de género, por la que se da por sentado que los varones se desenvuelven mejor con los números y a las niñas les cuesta más. Maiche señaló que quien es elogiado por su desempeño en cualquier disciplina encuentra en esos elogios un incentivo para seguir adelante, mientras que ocurre todo lo contrario en quienes no los reciben. En ese sentido, De León habló de algunos estudios que se están desarrollando en la actualidad sobre la forma en que las maestras se dirigen en forma diferenciada para explicar matemática, según si se trata de niños o niñas. Por su parte, señalaron que hay investigaciones que han mostrado que las niñas se sienten peor con su desempeño en la asignatura con relación a los varones, incluso en momentos en que les va mejor.

En primer año de escuela, cuando se registra el porcentaje más amplio de repetición, los maestros suelen tener algunos indicadores para definir sobre el pasaje de grado. Por ejemplo, se valora que hayan aprendido a leer y a escribir, y en el caso de matemática que sepan contar hasta 30, explican Maiche y De León. Sin embargo, evaluaron que sería más adecuado considerar el desarrollo de otro tipo de capacidades matemáticas, pero al mismo tiempo es necesario invertir en horas docentes para lograr espacios más personalizados de acompañamiento y evaluación.

Según señalaron, otro aspecto importante a tener en cuenta es la necesidad de generar más elementos diagnósticos, ya que actualmente el sistema educativo los genera recién en tercer año. A este respecto, Maiche dijo que puede darse el caso de que se detecte que un niño no sabe sumar en ese grado cuando ya es difícil que revierta lo que no logró antes.

Con esa idea, desde el Cicea desarrollaron Puma, una prueba de evaluación de competencias matemáticas pensada para niños uruguayos de cinco y seis años. Según se explica en los resultados de algunas pruebas de ensayo a los que accedió la diaria, “a través del planteo de ciertos desafíos, el niño es convocado a ayudar a los personajes de la historia”: la maestra, Enzo y Noa. Por ejemplo, uno de los desafíos busca medir “la capacidad de procesar magnitudes numéricas de forma aproximada”, para lo que, a partir la imagen de un ómnibus, en distintos escenarios se pide a los escolares que estimen de qué lado de la ruta hay más luciérnagas. También se realizan actividades de rotación mental de figuras, de ordenamiento progresivo y regresivo de números, y de conteo, que implica poner en juego el manejo de los principios de “orden, correspondencia y cardinalidad”.

Además de mirar la pantalla de la tablet en la que hacen la prueba, los niños cuentan con una guía en formato audio, a través de la cual, a modo de ejemplo, se les pide que ayuden a un peón a recoger sus ovejas, a las que le corresponde un número. Por medio del audio se les va diciendo qué número de oveja deben marcar y el niño tiene la posibilidad de escuchar el número tantas veces como le sea necesario. Asimismo, se propone la resolución de problemas en forma mental -es decir, sin lápiz y papel- y también de poner en juego la capacidad de completar, duplicar o extender un patrón a partir de distintas figuras. Finalmente, el dispositivo también permite evaluar la capacidad de composición y descomposición de números. En concreto, se los sitúa en un quiosco donde deben llegar a una determinada suma de dinero con monedas de distinto valor.

Con respecto a Puma, Maiche contó que hasta el momento están trabajando con unas siete escuelas públicas y privadas, y que los docentes valoran positivamente la aplicación de la prueba, ya que les aporta información valiosa de cada niño. En ese sentido, señaló que también tienen la idea de conversar con las autoridades para evaluar su aplicación en una escala mayor en el sistema educativo uruguayo.

Acercamientos

Ochoviet marcó la necesidad de que los docentes uruguayos accedan con mayor facilidad a conocimientos científicos y académicos sobre la didáctica de la matemática. Según planteó, en los últimos años esa disciplina ha generado diversos desarrollos que “informan” la práctica de los docentes. Si bien lamentó que hay un único posgrado en esa área en el país -dirigido a quienes trabajan con la primera infancia-, valoró que hace dos décadas un grupo de profesores uruguayos haya podido hacer doctorados en el exterior. Aunque dijo que en Uruguay existen pocos acercamientos entre la investigación en el área y la práctica profesional, valoró el esfuerzo que se realiza en ese sentido desde la formación docente. Así por ejemplo, mencionó la generación de una colección de ocho libros que vinculan la práctica con la teoría.