En el marco de la reforma curricular que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) comenzará a aplicar en 2023, el viernes de la semana pasada se conoció una versión preliminar de los programas de las materias que se impartirán el año que viene en el marco de este proceso de cambio. El contenido de los programas fue tratado en la sesión del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP del martes 1° de noviembre, y en esa instancia se acordó remitirlos a las Asambleas Técnico Docentes (ATD), a inspecciones de primaria, secundaria y UTU, y publicar todos los documentos en la web de la ANEP el viernes de esa semana.

No obstante, los programas de Historia demoraron cuatro días más en tomar estado público y la versión publicada no fue la misma que entregó la comisión que trabajó en su elaboración. Cuatro meses antes, el Codicen había designado 13 comisiones de programas integradas por docentes nombrados por los subsistemas y por representantes de las ATD, organismos que finalmente decidieron retirarse por discrepancias con la manera en que está planteado el proceso de reforma.

En el caso de Historia, los cambios más significativos que introdujo el Codicen fueron en noveno grado -actual tercer año de la educación media-, en el programa de la materia Mundo Contemporáneo, en la que se aborda el período histórico que va desde el inicio del siglo XX a 2010. Si bien la modificación que tomó mayor estado público tiene que ver con la bibliografía, no fueron los únicos cambios que introdujo el organismo que dirige la ANEP.

Si se compara la versión del programa publicada con la que surgió de la comisión que lo elaboró -a la que accedió la diaria-, también se efectuaron modificaciones en los contenidos a abordar y en la forma de referirse a algunos sucesos históricos.

Parecido no es lo mismo

Respecto de los temas referidos a las primeras décadas del siglo XX, se reformuló el contenido “El Estado interventor” por “El Estado y las reformas del Batllismo”. Además, entre los contenidos sugeridos se eliminan “Problematización del concepto de revolución en el contexto del siglo XX” y “El avasallamiento de los derechos de las minorías a partir del estudio de un caso”. En cambio, se generó el contenido “conceptos: extremismo político, revolución, reforma”.

Para el período 1929-1955, se agregó el contenido “Evolución de la sociedad en el medio rural y urbano” y entre los sugeridos se eliminó “El proceso de construcción de los DDHH [derechos humanos]: límites y posibilidades”. Sin embargo, en el programa publicado se agregan una serie de conceptos que se sugiere abordar a los profesores: Estado, totalitarismo, populismo, industrialización, garantías individuales, sociedad de masas.

En el período 1955-1985, que incluye la última dictadura que vivió el país, el organismo también hizo cambios conceptuales y terminológicos. El programa remitido por la comisión incluía cuatro contenidos específicos. Uno de ellos era nombrado como “El fracaso del Modelo ISI [industrialización por sustitución de importaciones]: estancamiento y retroceso económico”, que fue renombrado como “Problemas y limitantes del Modelo ISI: evolución económica”. El segundo contenido redactado por los docentes fue “El lugar de Uruguay en la Guerra Fría latinoamericana: el debilitamiento de la democracia y el avance del autoritarismo”; no obstante, en el programa publicado cambió sensiblemente: “Uruguay en el marco de la Guerra Fría y latinoamericana: amenazas a la democracia y debilitamiento de las instituciones republicanas, radicalización política, guerrilla y polarización social”. Otro de los cambios trascendentes en este tema es sobre el contenido “La dictadura cívico-militar y el avasallamiento de los DDHH”, que pasó a llamarse “La dictadura cívico-militar y el avasallamiento de las instituciones y los derechos civiles y políticos.

Para ese tema también se realizaron cambios en los contenidos sugeridos que salieron de la comisión, que habían sido tres: “América Latina como escenario geopolítico de la Guerra Fría; Problematización del concepto de terrorismo de Estado, a partir del ejemplo del Plan Cóndor; Las manifestaciones culturales latinoamericanas en diálogo con el contexto”. Tras su paso por el Codicen, el programa quedó con cuatro: “América Latina, sus problemas internos y el contexto geopolítico de la Guerra Fría; Conceptos: Estado de Derecho, República, lucha armada, guerra civil, dictadura militar; Artes y culturas, urbanas y rurales”; y “Desarrollos internacionales de la ciencia y la tecnología aplicados a la economía y la vida cotidiana”.

En el cuarto período histórico abordado, que va de 1985 en adelante, la comisión de docentes propuso como temas indispensables la recuperación democrática -de 1985 a 1989-; “Reformas, recesión, colapso y reactivación económica (1990-2005)” y “El triunfo electoral de la izquierda: su significación y proyección en el contexto político regional”. Sin embargo, tras su paso por el Codicen, el programa publicado agrega un período de tiempo a la recuperación, que se extiende hasta 2010, año al que también amplía el abordaje del segundo tema. No obstante, las autoridades de la ANEP prefirieron hablar de “Evolución política y electoral del período” y, de esa forma, eliminar cualquier referencia explícita al triunfo del Frente Amplio. También se agregó un cuarto tema: “Artes, ciencias y cambios culturales y sociales”. Además, como contenidos sugeridos aparecen conceptos como “pluralismo político, sociedad civil, tolerancia, deliberación, derechos humanos, cooperación, sociedad de consumo, sociedad de información”.

En materia de bibliografía sugerida para los docentes, además de la inclusión de libros de Julio María Sanguinetti, Alfonso Lessa y Lincoln Maiztegui Casas, se redujo considerablemente el listado. De un total de más de 170 obras quedaron 30, entre las que se incluyen las tres antes nombradas.

Jerarquización

Consultado por la diaria, el doctor en Historia y profesor Pablo Fucé, señaló que los planes de Historia del actual plan de secundaria cuentan con un listado de bibliografía muy amplio. En cambio, consideró más adecuado jerarquizar, algo que incluso ocurre en cursos de Historia de la universidad, en cuyos programas a veces se encuentran no más de una decena de textos. Según detalló, en esos casos se hace “una selección mínima y orientativa”, porque se parte de la base de que el docente tiene un conocimiento más amplio de los materiales y puede sugerir otros textos a abordar. En ese sentido, señaló que “es imposible generar un listado exhaustivo” de todos los temas que se han investigado en torno a cualquier período histórico.

Al respecto, planteó que “el propósito de la historia en secundaria no es hacer especialistas ni en la Revolución francesa ni en la Revolución artiguista”, sino que se apunta a “ofrecerles a los estudiantes las herramientas” de las distintas disciplinas “para que construyan su propio conocimiento” y puedan desenvolverse como ciudadanos activos.

Sobre la polémica que se ha generado en los últimos días por la eliminación de algunos textos de autoría propia del historiador Carlos Demasi, Fucé apuntó que dicho autor sí está presente en el listado orientador para los docentes. Al respecto, fundamentó que La dictadura cívico-militar. Uruguay 1973-1985, uno de los textos de varios autores que figura en el programa, tiene a Demasi entre estos. Respecto de los libros de Lessa y Sanguinetti, quienes no son historiadores, sostuvo que no se trata de obras testimoniales, sino que constituyen “una búsqueda” a partir de “la recuperación de ciertos documentos” por la que se apunta a “trabajar académicamente un período”.

Asimismo, sostuvo que muchos autores incluidos en programas anteriormente no se formaron como historiadores, como Carlos Real de Azúa; también dijo que están los que han incursionado en política, como Juan Pivel Devoto. A propósito, Fucé insistió en que el docente es el que, con base en criterios profesionales, tiene potestad de definir qué textos usa y cuáles no, y en qué contexto de clase lo hace.

Tampoco es lo mismo

Por su parte, el también doctor en Historia y docente de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) Aldo Marchesi dijo a la diaria que la bibliografía de un programa muestra “cuáles son los libros que tienen cierta legitimidad académica para ser usados”. De todas formas, aclaró que en el caso de la educación media no se trata de una selección para los estudiantes sino para los docentes.

En comparación a la bibliografía del programa vigente, señaló que, además de haberse reducido el listado, “lo más nuevo” es la inclusión de autores contemporáneos como Sanguinetti, que no cuentan con formación en historia. Según planteó, “no habría problema en incorporar” textos de ese estilo “si se asume que es una fuente histórica como otras, que sirven para pensar el período histórico”. En ese sentido, consideró adecuado incluirlo “en una sección de la bibliografía de testimonios de autores relevantes”, en la cual también se podrían incluir obras como Historia de los tupamaros, de Eleuterio Fernández Huidobro.

Apuntó que el profesor de Historia “tiene que promover una visión plural, reconocer que las formas de contar la historia son diversas” y debe “dar cuenta en la clase de que existen conflictos sobre el pasado y que muchas veces los participantes en esos procesos históricos intentan incidir sobre las maneras en que ese pasado se construye”. En ese contexto, continuó, sería “totalmente legítimo” usar un texto como el del expresidente, pero valoró que “estamos ante un problema serio si el texto se plantea con una suerte de canon académico”. Para Marchesi, La agonía de una democracia es un libro que “claramente está a mitad de camino entre una pretensión más académica y una memoria”.

Si bien se mostró de acuerdo con que los programas sean plurales y, por ejemplo, puedan incorporar a autores más cercanos a la coalición de gobierno, dijo que debe diferenciarse claramente aquella que tiene “un estándar académico básico”, como la que está a cargo del historiador nacionalista Daniel Corbo, y relatos de protagonistas directos de la historia. De todas formas, se mostró crítico con debates que tiendan a polarizar a los autores “como en un partido de fútbol” y sostuvo que “hay muchas más cosas que la posición del Frente Amplio y la posición de la derecha” para hablar de la historia reciente.

En una línea similar, el profesor de Historia Gabriel Quirici consideró que incluir un solo libro de testimonios de la época es “un error garrafal”. No obstante, indicó que “no está mal porque sea Sanguinetti”, sino que lo que está errado es “que no se aclare” que se trata de “una reflexión testimonial de un protagonista”. “Esa es una confusión que no se le pasa por alto a ningún profesor de Historia”, consideró. Con relación al libro de Lessa, que trata sobre la historia de los tupamaros, señaló que hay otros libros “mucho más potentes desde lo historiográfico” que abordan el tema, entre los que mencionó una obra de Marchesi recientemente publicada.

El contenido del programa

Fucé, quien se desempeña actualmente como coordinador del Centro de Estudios sobre Laicidad y Educación del Consejo de Formación en Educación de la ANEP, planteó que en el debate público sobre los programas se ha hablado poco de su contenido. Al respecto, resumió que en noveno grado se propone “un recorrido por la historia del Uruguay en el siglo XX y hasta el siglo XXI”. Según resumió, en ello se diferencia del programa vigente, que llega “hasta nuestros días”, pero ahora se propone un límite hasta 2010. En este sentido, fundamentó que el profesor de Historia “no trabaja con el presente inmediato”, más allá de que este pueda ser “una fuente que nutre las preguntas, la formulación de los problemas, la construcción de ciertas hipótesis o la búsqueda de ciertos documentos de archivo”. “El historiador es un investigador intelectual referido al pasado”, explicó.

Además, destacó el abordaje de la cultura y la diferenciación en sus manifestaciones urbana y rural, que es “una manera de permitir a los profesores y a las comunidades educativas que territorialicen los aprendizajes”. “Ocurre muchas veces que los programas y los planes de estudio son tan generales y tan globales que excluyen singularidades que tienen que ver con el propio territorio” para abordar, por ejemplo, la historia del centro educativo en el que estudian. En ese sentido, sostuvo que en los programas actuales existe una “fuerte ausencia de procesos que tienen que ver con las costumbres del campo, con las fiestas, con las rutinas rurales agrícolas y ganaderas”, lo que ahora está incluido.

Si bien dijo que nunca existe “un programa perfecto”, Fucé destacó que los programas de Historia -al igual que los de las demás asignaturas- incluyen una serie de competencias que los estudiantes deben desarrollar, en función de las diez competencias generales definidas en el Marco Curricular Nacional aprobado por la ANEP.

Por su parte, Quirici destacó la falta de temáticas que habiliten el desarrollo de competencias “relacionadas con la disciplina historiográfica”, ya que las que se proponen “son genéricas”. Más allá de que hay competencias con las que se puede “concordar y trabajar bien” con los estudiantes, como que logren diferentes perspectivas históricas o construir un diálogo democrático, el profesor dijo que son cuestiones que ya se vienen desarrollando y que no hay una innovación al respecto.

También reclamó un mayor desarrollo de la interdisciplinariedad. Al respecto, valoró que si se propone un trabajo por proyectos deberían “sugerirse pistas de en qué aspectos habría posibilidad interdisciplinaria”. Sobre los temas del programa puesto a consideración por la ANEP, dijo que en general están “más o menos los clásicos” y que tampoco hay una gran innovación en ese sentido.

Tanto Quirici como Marchesi coincidieron en que el actual programa de tercer año de secundaria plantea el abordaje de algunos temas de manera más global. Por ese aspecto, el docente de la FHCE consideró que el temario del actual programa es mejor, pero sostuvo que no encuentra “mayores problemas” con el que se propone para el año entrante.

En suma, señaló que el programa vigente “incorpora, elementos sociales económicos políticos” y el documento que ahora está a consideración cuenta con una mirada “más político-cultural y menos económica”. “De hecho, el actual programa incorpora de alguna forma la expansión del capitalismo como punto de partida”, concluyó.